Allí estaban el PSOE y Sumar, en la manifestación, con sus bocinas como de los Picapiedra, con su quebradiza literatura de fanzine, con su Banksy desplegado como una bandera pirata de hueso y flores o de ceniza y tiza. Allí estaban, en fin, de lucha dominguera, de carnaval reivindicativo, y no es que no pueda uno manifestarse por la vivienda o por lo que considere, lo que no puede ser es que un Gobierno se manifieste contra sí mismo, o que manifieste su impotencia tan escandalosamente. Llevan seis años gobernando, o al menos posando entre flases y brisa de banderas como de ventiladores, igual que modelos de champú, pero para el problema de la vivienda no tienen otra cosa aparte de salir a lavarse los sobacos en las fuentes y a gritar a los poetas con gola de roña de las rotondas. Lo más divertido es que su política de vivienda funciona. Es decir, pasa lo que pasa precisamente por su política de vivienda, como ya se les advirtió. Yo creo que estaban celebrando que sus políticas vuelven a fracasar, pero de nuevo es por culpa de otros. Así es como tienen aseguradas siempre la lucha, la fiesta y la razón.

Cuando esa izquierda que nunca había gobernado ha logrado gobernar, resulta que no puede hacer nada porque por lo visto el Sistema se lo impide

Allí estaban PSOE y Sumar, o sea el Gobierno y su mayoría social hecha de minorías, sectas, cacharreros, soñadores, monociclistas y gente de buena voluntad y poca memoria. Allí estaban fracasando festivamente y luchando justamente, o sea que yo creo que estaban completos, plenos, cumplidos. Cuando la izquierda por fin ha podido gobernar (no me refiero al PSOE, que Sánchez no tiene ideología, sino a esa izquierda mustia y guerrillera de toda la vida que ahora le presta al sanchismo el tenderete y las rimas); cuando esa izquierda que nunca había gobernado ha logrado gobernar, decía, resulta que no puede hacer nada porque por lo visto el Sistema se lo impide. Por otro lado, cuando la izquierda no gobernaba, eran los únicos que nos podían salvar, y estaban ahí un poco entre la fe sin límites y la incredulidad del mundo, como mormones. En los dos casos se les ve con disgusto, decepción y ansiedad. Sólo estando en el medio, en esa zona gris y confortable, en esas isletas de la calle o de gente, siendo un gobierno que lucha sin éxito contra gigantes y siendo manifestantes que luchan con éxito contra las terribles armadas de las fachadas de los bancos; sólo así, en fin, se sienten satisfechos, siquiera por un domingo como de monjita.

Sabemos, por supuesto, que no se manifiestan contra su propio Gobierno, ni contra su incapacidad para resolver los problemas. La verdad es que tampoco importa mucho resolver los problemas mientras se pueda señalar a los culpables, y en la calle se señalan muy bien los culpables, como si el capitalismo salvaje y sin freno, en sus lamborghinis, fuera saltándose los semáforos y atropellando obreros y sindicalistas de pelo lila. Gritar contra los culpables, como se grita contra Dios en una montaña, es muy medicinal, igual que sacarlos en esas pancartas que están entre la horca, la picota y el conjuro de la Noche de San Juan. Decía que, por supuesto, ni PSOE ni Sumar ni su corte se manifiestan contra el Gobierno que son ni contra su incapacidad de serlo. Se siguen manifestando contra el mundo, igual que flagelantes que se manifiestan contra el pecado. Como el Diablo no vence del todo ni llega tampoco el Reino de los Cielos, ellos pueden seguir con lo de siempre por los siglos de los siglos.

Se manifestaban el PSOE y Sumar, con su procesión de luminarias, escapularios y cojos mantecas, y hasta pasaba por allí Podemos, de morado penitente o impenitente. Los de Podemos todavía gritan “sí se puede”, cuando Pablo Iglesias, su Jesús personal con iconografía de mesías de sandalia y cordoncillo, como el abate Pierre, lo que dijo fue precisamente que no podía, que no sabía qué hacer en el Gobierno y por eso se fue a tirar chinas al río desde un podcast ratonero. En ese sentido, Podemos es mejor modelo que el PSOE sanchista y este Sumar yolandista, que aún no han completado el ciclo de la profecía, el fracaso y el paradójico reforzamiento de la fe, como las sectas milenaristas. Se manifestaban, en fin, porque si no se tendrían que poner a gobernar, o, lo que es peor, se tendrían que rendir ante la realidad como ante esa flota de bancos, reyes con garrocha y diosas de los reaseguros que los apabullan en la capital de los Borbones y del dinero.

El PSOE, Sumar y lo que queda en el carromato de la izquierda (Isa Serra y Reyes Maroto parecían indianas entremetidas) no se manifestaban ni contra el Gobierno ni contra Ayuso o el señor de Mercadona, que pronto le quitará a Florentino sus poderes oscuros y hasta sus mamachichos asesinas, entre ángeles de Charlie y tortugas ninjas cayetanas. Ayuso tampoco es muy buena excusa, porque en la Barcelona que fue de Colau con vestido de saco, y en la Cataluña que fue beatona-esquerrista y ahora es del PSC indepe-sanchista, la cosa está igual o peor que en ese Madrid que se supone que es un infierno de joteras de Franco y fondos buitre también como el pollo de Franco. Ni funciona la política de vivienda del Gobierno, ni funcionará más intervención, ni funcionará un sistema de abejeros estalinistas. Pero no se manifestaban para hacer o pedir, sino para ser. 

Pletóricos y teselados en la calle o incompetentes y corales en el Gobierno, fracasados de gloria o gloriosos de fracaso, debería hacernos sospechar que éstos nunca tienen ni las soluciones ni la culpa, ni cuando han hecho por fin la Revolución ni cuando han hecho sólo un campamento junto a las palomas. PSOE y Sumar, y hasta Podemos, acompañados de las tribus de arbusto y escalón de la izquierda, se manifestaban porque es casi lo único que pueden hacer. Si no se mueven se quedan sin clientela, y si los pobres empiezan a ver solucionados sus problemas, también.