La Guardia Civil ha intentado detener a Alvise Pérez, que estaba de casa rural como esas parejitas amigas que están ambigua o sospechosamente entre la Nochevieja con chimenea y el despelote swinger (para llamarse su partido o cosa Se Acabó la Fiesta, la verdad es que a Alvise siempre lo cogen con la papa, el taco, el depurativo o el matasuegras). Alvise sigue siendo europarlamentario y aforado, aunque esté de casa rural por León y aunque todo esto nos siga pareciendo increíble (lo de Alvise en Europa y lo de refugiarse en León como en su Nido del Águila o en su cabaña de leñadores de musical), así que no entiende uno muy bien lo de la Guardia Civil. Pero diría que estamos ante un escandaloso conflicto de competencias, una crisis diplomática o hasta una aporía lógica que ni lo del Constitucional contra el Supremo, ni lo del Congreso contra el Senado, ni lo de Delcy Rodríguez contra / con Ábalos, ni lo de la Fiscalía contra / con el fiscal general. Claro que lo mismo la Guardia Civil la mandaba Marlaska, que como brazo secular de Sánchez tampoco entiende de competencias, jurisdicciones ni separación de poderes, sólo de intereses y necesidades.

Alvise parece que ya sólo espera a que vengan a por él tras su empalizada de tramperos, tras su fuente de sidra o tras las dos cosas, que a eso suena refugiarse en una casa rural, a defenderte con escopeta y a consolarte con vino, mozas y viandas de la tierra. Sobre Alvise, que nunca tuvo cabeza como nunca tuvo ideología, ya hay muchas sospechas o causas, empezando por lo de Álvaro Romillo, ese Luis Crypto entre naviero griego, estríper de ambiente y mago pop, flotando entre billetes y purpurina como entre cartas de la baraja francesa. Pero dado el estatus de Alvise, o sea el de miembro del gallinero del Parlamento Europeo, donde están los frikis de sombrerito tirolés o de relicario con pelo de la oreja de Putin, seguro que no esperaba una orden de un juez de León, ni de un cabo de la Guardia Civil con capote de lluvia como un cartero de pueblo, sino algo del Supremo con mucho GEO, mucha lechera y mucha prensa.

Quizá Alvise, que va vislumbrando su futuro, había montado allí, en la casa rural leonesa, entre esqueletos de bicicletas y de reyes godos, toda una fiesta de despedida, esa cosa de fiesta del fin del mundo que tienen siempre las fiestas en las casas rurales (creo que muchos ven consolador eso de que el fin del mundo, o sólo el fin de semana, les coja en tetas, recogiendo huevos, asando tocino o montando a lo perrete, como pidiendo perdón por toda nuestra civilización). Quizá Alvise había organizado allí un Leaving Las Vegas o una Muerte en Venecia montañeses, o hasta un adiós a la vida de Tosca (adiós a la breve buena vida, que todas las fiestas se acaban). Y esa fantasía yo creo que incluía todo el Supremo allí, como una corte de vampiros con la condena en pergamino, y la policía de gala o contrachapado, y helicópteros y rápel, y prensa sesuda e influencers con paloselfi de peluche. Luego, claro, te llega el cabo de la Guardia Civil, españolísimo y modesto como el butanero, y toda la fantasía se fastidia.

Yo creo que Alvise esperaba su fin político y particular con parafernalia cursi e indulgente de fiesta de fin del mundo, que no sé por qué yo me la imagino como una fiesta en un crucero y él se la imaginaba en León con abogado y pollo asado. Pero, siendo así, la verdad es que un fin del mundo montañés debe tener su guardia civil, igual que el fin del mundo de José Luis Cuerda. A Alvise lo mismo se le ha subido Europa a la cabeza y no esperaba tanto al Supremo como a los Cien Mil Hijos de San Luis. Pero un cabo de la Guardia Civil es como nuestro cruce de santo patrón y torero, de sheriff y barberillo, de mosquetero y sereno, de soldado y tuno. Claro que tenía que venir la Guardia Civil, con su cabo y hasta con su todoterreno del Seprona con bola de remolque, que le presta silueta de barco vikingo. A lo mejor no para detenerlo, que de momento con una orden de un señor de León no puede, pero sí para presentar sus respetos o su advertencia, como la sombra de la Parca con capote de ballenero.

La Guardia Civil ya ha dado su primer aviso, como el cartero o el casero, pero puede haber esperanza para Alvise, que quizá se sienta un poco como Puigdemont

La Guardia Civil ha intentado detener a Alvise, o sólo se le ha aparecido, como el espectro de las curvas que se supone que es. Europa puede ser Europa pero un guardia civil es como un centurión con mosquete o la Santa Compaña con farol, o sea algo con una mitología y una historia que merecen respeto y precaución, porque quizá su jurisdicción ni es ni deja de ser de este mundo. Y si detrás de la Guardia Civil además está Marlaska, que es como un Richelieu con guardia personal, aún más, claro. Por lo visto la orden del juez de León era de julio, pero estas cosas son así, que nadie se espera a la Guardia Civil, como decían los Monty Python de la Inquisición Española. Alvise ya estaba avisado, pero ahora lo está más, que además del Supremo están las sombras de la noche con ala de ángel, alcoholímetro justiciero o encomienda de la Moncloa (si Moncloa ordenaba delinquir a sus coroneles o hacer limpieza de críticos a sus generales, imaginen a los cabos de cuartelillo rural).

La Guardia Civil ya ha dado su primer aviso, como el cartero o el casero, pero puede haber esperanza para Alvise, que quizá se sienta un poco como Puigdemont, al fin y al cabo hermano de gallinero europeo y de aforamiento por los pelos. En ese caso, Alvise sólo necesitaría algo que quisiera Sánchez y podría escapar de la detención con su gorro tirolés o su traje maragato. Incluso podría llegar el Supremo con sus togas de mal agüero, como paraguas abiertos, y lo defenderían el presidente, los ministros y los tertulianos. Incluso lo acogería Televisión Española, como a García Ortiz. Y al final lo indultarían o lo amnistiarían. Sí, quizá no es el fin del mundo, con fiesta de desahuciado, con fiesta cavernícola o con fiesta de repetidor de empresariales, que es lo que parece Alvise. Quizá aún tiene una oportunidad y eso es lo que venía a decirle la Guardia Civil, que, pese a su mitología, a su tradición y a su mineralogía lorquiana, ahora mismo, como la Fiscalía, depende de quien depende.