Debería considerarse un trabajo penoso el madrugar un domingo otoñal para asistir al estreno de la serie de Pedro Sánchez. El alma necesita repararse en el séptimo día de la semana y la tarea resulta más difícil si uno opta por el visionado de este filme épico que si decide pasear entre los fresnos, las encinas y los piornos que visten los montes de dorado y vino a estas alturas el año. Níscalos y castañas en Cercedilla; castaña en singular en sus pantallas.
El País ha adquirido el citado documental para ilustrar a los españoles sobre la emocionante existencia de nuestro héroe nacional... y había que verlo, renunciando al placer otoñal y a cualquier estímulo bucólico. La conclusión tras analizar los 45 minutos del capítulo es que ser presidente es mucho más memorable que la existencia de quien dedica el día en rojo del calendario a escribir sobre esta alabanza audiovisual.
Se esperaba excesiva en loas, pero, tras terminar su primer episodio, definirla simplemente así sería injusto. Las cuatro estaciones –así se llama– es propaganda, presentada con el toque cómico e increíble de los péplum más exagerados y anabolizados. Equivale a grabarse una serie en el gimnasio con la cámara del teléfono; o a fardar de casa nueva y coche deportivo en Nochebuena. Es El rey está desnudo, pero con imagen pincelada con filtros modernos y música inspirada en El ala oeste de la Casa Blanca. Debería acuñarse el verbo americanear para definir este tipo de ejercicios presuntuosos. El Amadís de Gaula contemporáneo no va a caballo, sino que vive sus aventuras en el Falcón, llamado así a trascender.
Afirmaba José Miguel Contreras en la SER el pasado viernes que se ha cometido una injusticia con esta serie porque "es magnífica", pero, en un país politizado, nadie se había atrevido a emitirla en estos dos años. Después de ver el primer capítulo, es evidente que el productor (Globomedia) de Los hombres de Paco y servidor tenemos percepciones muy diferentes sobre lo 'elevado'.
El poder es emocionante
La pieza sirve para ensalzar la figura del presidente sobre su equipo, sobre el partido con el que gobernaba en 2022 y sobre el resto de los empleados de Moncloa. Es un documental a mayor gloria de su persona; un vídeo de bodas caro que aburre a todos los que no lo protagonicen, pero servirá a sus personajes para deleitarse. Quien esperara cierto disimulo en el culto al individuo fue demasiado optimista. La hagiografía audiovisual de Sánchez la han realizado Andrés Varela Entrecanales (que es accionista de Prisa), Raúl Berdonés y Curro Sánchez. Su estreno se ha producido en El País. En casa.
Gracias a la osadía de estos artistas y empresarios irredentos, los espectadores han podido apreciar cómo son los desayunos del presidente con su mujer, Begoña Gómez (Pedro: "Yo no voy a desayunar mucho, que después de la cena de ayer..."; Begoña: "¿Qué dicen los periódicos?"; Pedro: "Mucho sobre Finlandia y Suecia... y su ingreso en la OTAN"; Begoña: "Pff, madre mía").
Después de tan relevante encuentro, Pedro deposita a los perros en el pipican de Moncloa y marcha hacia el edificio donde se celebran los Consejos de Ministros. Allí, pregunta a un empleado: "¿Todavía no ha venido nadie?"; y le responden que no. Es importante que se sepa que es el primero. El más puntual. El mejor de todos.
Los trabajadores del complejo preparan café, churros y fruta para los gobernantes y allí aparece Miquel Iceta, quien, como Pepito Grillo, aconseja a Sánchez que ofrezca una imagen más mundana de vez en cuando, dado que "la gente apoya al que sufre" porque se mimetiza con él. Yolanda Díaz, sentada en un sofá, manifiesta que a ella le parece bien la entereza. De repente, el presidente se dirige a otra ministra y le pregunta: "¿Cómo estás? Ayer despaché con el rey y me dijo que estabas afónica".
Qué buenas notas saca mi hija
Después del Consejo, se muestra al espectador un paseo entre Óscar López y Sánchez. Hablan de agendas completísimas ("son muchas reuniones, presidente, ¿eh?") para intentar transmitir que el líder trabaja mucho. De repente, la conversación se corta y el mandatario afirma: "Pues mi hija mayor saca unas notas, macho, ¡pff!... Altísimas (...) Dice que quiere hacer Psicología". López escucha y, supongamos, celebra los éxitos de la familia del jefe.
La última parte del capítulo está dedicada a la reunión del Consejo Europeo donde se aprobó la excepción ibérica, la cual –cierto es– ha sido positiva para España y tiene su mérito. Podría pensarse que cualquier ciudadano lo agradeció al observar su factura de la luz, pero hubo quien en Moncloa pensó que era necesario elevar ese logro hasta el estatus de 'heroicidad'. Así que la secuencia sobre este encuentro europeo termina con un aplauso de todos los viajeros del Falcon al presidente, que, generoso, le regala un pin a una asesora.
Así acaba el primer capítulo, tras cuyo visionado a cualquiera podría asaltarle la sensación de que, si esto es lo que consideran "magnífico", entra dentro de toda lógica que se agarren esos enfados con la prensa crítica. Todo lo que no sea contribuir al ensalzamiento de Sánchez seguramente les resulte poco menos que un pecado capital.
Sostengo desde hace un tiempo que Sánchez y Gómez conciben la presidencia como la pareja de protagonistas de House of Cards. Les gustan Moncloa, los oropeles, los viajes...; codearse con gente importante, ir a cenas de gala y decir que contribuyen a hacer del mundo un lugar más justo, bien mediante decisiones en el Consejo o bien mediante fundraising. Hay quien entra en política porque le gusta gestionar y hay quien lo hace porque considera que es una buena forma de conseguir una biografía mucho mejor que la del resto de los mortales. Es la diferencia entre el gobernante con espíritu de burócrata y el narciso.
Esta serie confirma que Sánchez es lo último y que necesita, como sea, pasar a la posteridad. Es tan personalista que su mera concepción requiere pocos complejos y menos vergüenza. Es una alabanza frente al espejo, rodada desde el otro lado de la pared. Tal es así que sólo se ha ofrecido a emitirla Prisa, que espera un canal de TDT y que sabe que Moncloa planea repartir 100 millones de ayudas a los medios. Y, mientras tanto, lo de Ábalos.
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