La noticia ha sido una bomba política. Íñigo Errejón deja la política. Al principio, las causas de su caída son confusas. Luego se sabe que la decisión viene propiciada por una denuncia anónima por un presunto delito de acoso sexual en la que ni siquiera se le nombra.
En principio, lo que me sorprende es que nadie respete la presunción de inocencia. Sus ex compañeros Pablo Iglesias e Irene Montero asumen implícitamente las acusaciones. "Ante cualquier caso de violencia sexual lo primero son las víctimas... ", dice en X Montero. Su compañero reproduce el mensaje: "Íñigo Errejón dimite de todos sus cargos y abandona la política por acusaciones de violencia sexual". Requiem in pace.
El partido del que era portavoz, Sumar, hizo un comunicado en el que afirma que "se inicia un proceso para recabar información sobre las declaraciones que se habían vertido, fundamentalmente en redes sociales, sobre Íñigo Errejón". A las 19,10 de la tarde, desde Colombia, donde se encuentra en una cumbre, Yolanda Díaz, también en X remata: "Nuestro compromiso contra el machismo y por una sociedad feminista es firme y sin excepciones".
Todo suena a falso. Los comentarios en redes sociales no obligan a ningún partido a abrir una investigación interna. Se dicen tantas barbaridades... A no ser que la líder y los dirigentes de Sumar lo supieran ya de antes. Y si lo sabían, ¿por qué no lo denunciaron?
Pero, con todo, lo más alucinante de este caso es la carta del propio Errejón en X. El ya ex portavoz de Sumar no dice nada de acoso ni de violencia sexual. No admite que haya cometido ningún delito, tan sólo suelta un discurso farragoso para auto justificarse. Lo más parecido a una confesión se encierra en un párrafo confuso, en el que achaca a la política "una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica, con compañeros y compañeras de trabajo, con compañeros y compañeras de organización, con relaciones afectivas e incluso con uno mismo". Hay que ser muy fino para colegir de ese alambicado argumento que Errejón está admitiendo algún comportamiento machista.
Nadie respeta la presunción de inocencia. Si sus compañeros piensan que es culpable, ¿por qué no lo han denunciado?
Es verdad que en ese texto, el ex fundador de Podemos junto a Pablo Iglesias, asume que lleva tiempo "trabajando en un proceso personal y de acompañamiento psicológico" (cosa que yo no sé como interpretar). Lo que sí dice claramente es que no puede soportar la dualidad entre el personaje y la persona que está viviendo por llevar en la primera línea de la política tanto tiempo. Una contradicción entre "una forma de vida neoliberal" y unos ideales que no tienen nada que ver con ese estilo de vida. ¡Acabáramos! Ahora resulta que la culpa de lo que le pasa es que lleva una "vida neoliberal". ¿Qué significa eso? ¿Que come caviar todos los días? ¿Que no da ni chapa? ¿Que trata de forma vejatoria a sus subordinados/as?
Yo creo que se trata de una carta para darnos pena. Me recuerda un poco en su estilo llorón a la que escribió Pedro Sánchez en abril. Me parece que tanto el presidente como el ex portavoz de Podemos coinciden en la idea de que no nos merecemos a gente tan buena como ellos.
El fin de Errejón es la puntilla a Sumar. Resulta curioso que este desplante haya coincidido en el tiempo con la despedida de Ada Colau del Ayuntamiento de Barcelona. Es una época que acaba. Un sueño que se desvanece y que comenzó su declive con un chalé en Galapagar.
De este caso, del caso Errejón, me interesa esa cadena de sobreentendidos, de decir sin decir, de acusar sin acusar, de reconocer sin reconocer. ¿Por qué la supuesta victima no ha dado su nombre? ¿Acaso tiene miedo? ¿Por qué no se ha hecho una denuncia formal en una comisaría de policía?
Por más que Errejón fuera con mucho la persona más brillante de Sumar, nada le disculpa si ha cometido un delito. Un delito que su grupo ha elevado a la categoría máxima, una traición a uno de los principios básicos de ese movimiento que nació con el 15-M.
Errejón tiene ahora 40 años. Hace diez, cuando todavía era el amigo y compañero de Iglesias, parecía que se iba a comer el mundo. Era como el Lamine Yamal de la política, el Trostki que necesita todo Lenin. Ahora ya no es nada. Y han sido sus propios compañeros los que ni siquiera le han dado la más mínima presunción de inocencia. Unos porque se relamen pensando en la venganza después de años de enfrentamiento y odio mutuo; otros, por cobardía, porque quieren alejar de sí el cáliz de la vergüenza.
Mientras no se demuestre lo contrario, yo sigo creyendo en su inocencia. Por el momento, sólo se le puede acusar de ser un cursi un punto soberbio.
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