Lo más cercano en el tiempo es la emisión del último episodio de la serie de Pedro Sánchez. Ha sucedido este miércoles, cuando los suscriptores premium de El País han podido observar una reunión en Moncloa entre el presidente (Batman) y Félix Bolaños (Robin) en la que comentaban la muerte de Pablo Milanés. “Lo escuchaba mucho, me encantaba, como Silvio Rodríguez. Soy un poco antiguo”, subrayó Batman.

Dos días antes, el lunes, durante el estreno del segundo capítulo de este mockumentary, aparecía nuestro super-héroe en su coche oficial, agarraba su teléfono móvil y comenzaba a hablar con quien parecía ser Begoña Gómez. El hombre preguntaba por cómo se ha levantado una tercera persona -seguramente, su hija-. Después, afirmaba que no sabía si iba a llegar pronto a casa, dado que tenía muchas reuniones. “Además viene Biden y...”. Vendieron la serie como una obra interesante para acercarse a la realidad de Moncloa, pero las intervenciones de Sánchez y de Bolaños le otorgan un ingrediente tan personalista que roza la parodia.

Viajemos ahora a febrero de 2020. Restaurante Rodilla, paseo de la Castellana, Madrid. A un lado de la mesa, se ubicaba Fernando Garea, presidente entonces de la Agencia EFE. Al otro, Miguel Ángel Oliver, secretario de Estado de Comunicación. El segundo informó al primero sobre la decisión del Gobierno de destituirle, al no haber demostrado la suficiente sensibilidad con la agenda de Moncloa. Ya se sabe que no hay noticias más interesantes que las que a mí me conviene que leáis, así que quien no esté dispuesto a difundirlas, no es idóneo. Es bastante comprensible.

Oliver abandonó su puesto en el Ejecutivo un tiempo después, tras gestionar las actividades de prensa durante la pandemia de una forma que disgustó a casi todos. Hoy, es presidente de la empresa pública de noticias. No se conocen quejas de Sánchez y de su equipo hacia su labor; quizás porque su delicadeza es mayor que la de Garea. Esto es lo que hay: o lo tomas... o lo dejas.

Sácame guapo en la foto

Los columnistas de los pseudo-medios de comunicación han criticado en múltiples ocasiones el cesarismo del presidente. Sus artículos llegaron a resultar soporíferos porque todos abundaban tarde o temprano en ese rasgo. Pese a todo, acertaban. Quien haya podido ver el falso documental sobre el presidente habrá comprobado que cualquier mención hacia el ego desmesurado de Sánchez es escasa. Ha querido pasar a la posteridad mediante una serie de cuatro episodios que fluctúan entre el selfie, la auto-admiración y el onanismo frente al espejo. Quiere que se hable bien de él. No bien, mejor. En un tono casi reverencial.

Así que no extraña que situara a Oliver en EFE o que ahora pretenda tomar el control del Consejo de Administración de RTVE mediante un real decreto ley. El PSOE ya manejaba los hilos de la radio-televisión pública con la colaboración de algunas de sus principales estrellas, entregadas a la causa sin especiales reparos morales. Ahora, Moncloa intenta ir más allá y ha diseñado un real decreto ley que garantizará a los socialistas el control de los telediarios hasta 2030. También el del Consejo, donde contará con una mayoría importante.

Por si los vocales salieran levantiscos, la norma reforzará la figura del presidente, que podrá designar a los altos directivos sin necesidad de someter esta decisión a votación en el órgano de gobierno de RTVE. Esto le permitirá rodearse de palmeros y despejará el camino de vuelta a alguno de los directivos que se fueron y que, hasta ayer, tenían vetado su reingreso. Quien quiera entender, que entienda.

El punto más inquietante del decreto está en su apartado 6 - g), que modifica la normativa actual para precisar que los consejeros (sólo) tendrán la competencia -y la obligación- de pronunciarse sobre los proyectos que presente el presidente y que “estén sometidos a la aplicación de la Ley de Contratos del Sector Público”. Esto último no aparece en la ley actual, lo que deja en el aire el hecho de que los contratos con productoras audiovisuales se sometan a votación a partir de ahora en el Consejo de RTVE, señalan altos directivos de la casa.

Los empresarios de confianza

¿A quién podría beneficiar esto, en caso de que se mantenga esta redacción? Sin duda, a las productoras afines, que podrían negociar directamente con el nuevo presidente sus acuerdos con la corporación, sin necesidad de que un órgano colegiado los ratifique. No se me ocurre ningún empresario mediático que necesite contratos con RTVE para financiar sus proyectos alternativos. Algunos, en fase de construcción actualmente, concesión gubernamental mediante.

Está claro que todas estas cosas no son sospechosas ni mucho menos pueden provocar críticas. Ya se sabe que Pedro Sánchez defiende la prensa libre, prefiere que los medios de comunicación públicos sean independientes… y sitúa sus intereses personales por detrás de los del resto de los ciudadanos. Él es el español 47.999.999. Tan sólo se da importancia y se hace grabar documentales y derivados porque cree que podrían interesar.

A RTVE le garantiza un presupuesto de 1.200 millones de euros al año. Habrá quien piense que cuesta demasiado cara la propaganda y que a lo mejor sería mejor cerrarla, visto lo visto. Y habrá quien vea que garantizar su independencia requiere medidas impopulares. Siempre hay gente que observa la realidad con un prisma certero y siempre hay quien se deja engañar.

Sea como sea, conviene resumir la situación para intentar entenderla mejor: el Gobierno nombrará a un presidente afín en RTVE mientras Óscar López reparte una licencia de TDT a 'los brujos visitadores' y 100 millones de euros para digitalizar los medios. Entre medias, se redirigirá el flujo de publicidad institucional y se intentará reducir la que le llega -por varias vías- a la prensa crítica. Sin duda, todo esto demuestra que el presidente cree en la libertad de expresión, siempre que se ajuste a determinados parámetros que le convienen. Los que se han visto en su documental.