Cuando la tormenta Helene arrasó diferentes estados de EEUU mucha gente levantó la ceja: no era normal que una tormenta tuviera tal fuerza. Después de Helene vino el huracán Milton, que arrasó Florida. Incluso se afirmó que no había escala posible para medir su fuerza, ya que era superior al nivel cuatro, pero menor del nivel cinco, que físicamente no se puede dar. Dos huracanes excepcionales, que si se dan es con décadas de diferencia, sucedieron casi de forma consecutiva. En 2022, la Unión Europea incluyó entre los riesgos y amenazas a las infraestructuras esenciales las condiciones climáticas extremas, y a pesar de que se estaba pensando en el largo plazo, lo ocurrido en Valencia, Castellón o Albacete nos tendría que hacer pensar si estamos más cerca del futuro esperado.
Debemos ser conscientes de que las amenazas ya no solamente son un grupo de personas que quieren hacer daño. También existen factores como las altas temperaturas, condiciones climatológicas extremas como los tifones, las inundaciones o las nevadas masivas, que irán a más a medida que pasen los años. Estamos en una nueva etapa, en un nuevo marco donde los malvados existen, pero nos pueden hacer mucho más daño los diferentes elementos de la naturaleza, y debemos prepararnos para ello. Por esa razón debemos empezar a ser conscientes como ciudadanos de que la seguridad total no existe, y no estamos preparados, ni lo estaremos, para afrontar cualquier amenaza que haya y perturbe nuestro día a días. Hemos de pensar en la resiliencia.
La resiliencia es la capacidad de reducir y adaptarse a los efectos negativos de las situaciones adversas. Y cuanto mayor sea la resiliencia, menor será el tiempo de volver a la situación previa a la alteración. Esto es imprescindible para entender el marco actual comunitario: no somos todopoderosos, pero si sabemos cómo responder a la alteración que cause un ataque o un derrumbamiento será menor si estamos preparados a que la situación se pueda dar. Y así pues existe una combinación entre la prevención y la resiliencia, entre la situación previa y la situación posterior. Esto es imprescindible en el momento de luchar contra las condiciones climatológicas extremas porque no son evitables, pero sus efectos sí son mitigables. Un ejemplo de ello es el caso de Estados Unidos, donde ha habido desde hace varios años un cambio paradigmático en las políticas de prevención, los ciudadanos son informados previamente de las condiciones adversas y se facilita que obtengan los recursos necesarios para hacerles frente.
Esto es un cambio importante en los planteamientos europeos de seguridad, donde el ciudadano se queda pasivo y el Estado provisiona. Ahora, si embargo, la situación está cambiando a nivel comunitario y estatal, y ya hay voces que afirman que el ciudadano debe tomar un rol activo. Como ciudadanos debemos colaborar, y no ser reticentes. Los avisos en los dispositivos móviles, las alarmas físicas en zonas industriales, los planes de actuación municipales y su publicación para que se puedan consultar, las indicaciones de las administraciones sobre los pasos que hay que dar, todo forma parte del cambio de paradigma de la prevención de la seguridad europea. Son políticas públicas pensadas en actuar antes, durante y después, y con la misma importancia en todas sus etapas.
Una ciudadanía bien informada será fundamental para hacer frente a las nuevas amenazas. Saber cómo responder si su pueblo, ciudad o barrio no tiene luz durante días. La necesidad de tener un botiquín en casa, y ser formado correctamente sobre su uso. Como también el hecho de que al desplazarnos contemplemos rutas alternativas por si nos sorprende una tormenta. Guardar comida en conserva. Tener linternas a mano, más que velas, y pilas de repuesto. Son cuestiones básicas que pueden ahorrar angustia.
También que se establezcan canales oficiales informativos libres de desinformación. Y una serie de números de teléfono de contacto que la gente conozca, como es el 112 en nuestro caso. Hay países que úun no tienen unificado en un único número de emergencias. Se debe avanzar para que solo exista uno y sea fácil de memorizar y marcar.
Para hacer frente a las nuevas amenazas climáticas habrá un papel más activo del ciudadano, pero también un mayor papel del Estado y de la Unión Europa"
En conclusión, debemos ser conscientes de que cada vez tendremos que asumir un papel más activo como ciudadanos, ya que el Estado no llegará a todas partes tan rápido como lo podamos necesitar frente a unas condiciones climáticas que cada vez nos harán exigir más a nosotros mismos. En muchos casos, si s está bien informado y se sabe qué hacer, la tragedia es evitable. Pero esto no significa, ni debe significar, que todo lo que ocurra a partir de ahora será ya problema de los ciudadanos.
Es y será competencia de la administración y el Estado formar adecuadamente a sus ciudadanos, establecer mecanismos de conexión con ellos y conocer las necesidades básicas que hay que cubrir en caso de cualquier emergencia. Sí, habrá un papel más activo de los ciudadanos en el futuro, pero también habrá un mayor papel del Estado, y en el caso de la Unión Europea, compartimos amenazas comunes. Avanzamos hacia una convergencia de marcos de actuación, como también de estandarización sobre lo que entendemos por amenaza climática, preparación, prevención, resiliencia, entre otros conceptos.
Guillem Pursals es doctorando en Derecho (UAB), máster en Seguridad (UNED) y politólogo (UPF), especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Aquí puede leer todas sus columnas en El Independiente.
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