La presentadora del noticiario del Canal 24 Horas de Radiotelevisión Española anunciaba este sábado por la tarde que los aviones caza de la Patrulla Águila habían sobrevolado Valencia. En solidaridad con los afectados por la gota fría, sus pilotos dibujaron los colores de la bandera nacional en el cielo. Recordó la imagen a aquellas viñetas en las que un náufrago, barbudo y desesperanzado, observaba el paso de una avioneta por encima de su cabeza tras varios años atrapado. Lanzaba entonces una bengala, pero no servía de nada.
España es hoy esto. Acciones para la galería, gestos vacuos y una adultez tardía o adolescencia perpetua que incluso en estos momentos impide a los ciudadanos tomar conciencia de la situación que se vive en Valencia. Prevenir un desastre natural es imposible, pese a lo previsibles que puedan ser las inundaciones históricas en esta zona. Minimizar sus efectos no lo es. Reaccionar a tiempo es fundamental. ¿Por qué no se hizo? He aquí la cuestión. Desde luego, existían indicios y datos suficientes para intuir que el cielo podía caer sobre las cabezas de miles y miles de ciudadanos.
Se culpa estos días a la Agencia Estatal de Meteorología de no haber avisado de la venida del diluvio. Es radicalmente falso. Su primer gran aviso lo lanzó el viernes 25 de octubre. “Todavía existe gran incertidumbre sobre la localización exacta de los mayores acumulados, pero es posible que en puntos de la vertiente mediterránea se den chubascos y tormentas fuertes, o muy fuertes, y localmente persistentes, más probables durante el martes 29. El inicio del episodio de mayor adversidad podría adelantarse a últimas horas del lunes”, expuso.
Al día siguiente, otro comunicado abundó en la cuestión en otra nota informativa en la que todavía reconocía la incertidumbre sobre la magnitud del temporal.
El domingo 27, el comunicado fue más específico:
El lunes 28, habló de lluvias muy fuertes, aunque, según se aprecia, la predicción no afinó en la cantidad de agua que podía caer, que superó los 600 mm en algunos puntos. Los mapas aparecían con alertas naranjas y rojas.
Tanto la AEMET como la Confederación Hidrográfica del Júcar disponían de abundante información sobre el temporal y, por tanto, también los servicios de emergencias valencianos. ¿Por qué se infravaloró la amenaza? Es una gran cuestión que seguramente se explique en varios factores. Aquí se puede culpar a un político que estos días se ha demostrado como alguien completamente incapaz y desacertado en la toma de decisiones, como es Carlos Mazón, quien durante el martes afirmó que el riesgo se reduciría a partir de las 18.00 horas. Quien lo escuchara -y no creo que lo hiciera mucha gente-, pudo infravalorar el riesgo. Mientras, la AEMET advertía de que los ciudadanos no se acercaran a los barrancos y a los cauces de los ríos, ante el riesgo de desbordamiento.
Merece la pena hacer aquí una crítica a los medios que no puede ser menos que despiadada. Porque la prensa y las televisiones -siempre irresponsables, tantas veces desacertadas- han convertido las alertas meteorológicas en un género informativo. No hay día en el que no anuncien el apocalipsis a través de episodios adversos históricos, olas de calor incandescente y temporales de película de terror.
También ha contribuido a esto la congregación climática, que lejos de abordar el -existente y preocupante- calentamiento global con estoicismo y prudencia, traslada cada día hondas preocupaciones a corto plazo. No hay verano en el que no hablen de miles de muertos por el calor ni precipitación (o ausencia) sobre la que no hablen de forma hiperbólica. Así que es normal que los ciudadanos se confundan a la hora de evaluar las alertas. De tanto advertir sobre la llegada del lobo, a Pedro se le comió la bestia sin que nadie atendiera a sus gritos.
Lo que sucedió después
Escribir estas afirmaciones entraña cierto riesgo hoy en día, dado que existen temas sobre los que conviene pasar de largo para no meterse en problemas. Uno de ellos es éste. Lo que sucede es que conviene retratar a los irresponsables porque suya es una parte de la culpa en casos como el que nos afecta. Ahí se encuentran los activistas y los periodistas, sin ninguna duda.
Si estos sucesos muestran la existencia de imperdonables errores de reacción temprana, todavía es más descorazonador el observar la respuesta que se ha producido después de la tormenta. Tal es así que habrá quien piense -y a lo mejor acierta- que las autoridades todavía no son conscientes de la magnitud de lo sucedido y de las consecuencias humanas y económicas que deberán afrontar. Los primeros auxilios han sido escasos donde han llegado e inexistentes en otros puntos donde están por llegar. La situaciones de vida o muerte requieren de acciones rápidas y coordinadas. Eso aquí no ha existido.
Resulta muy ilustrativo, en este sentido, este vídeo sobre el bombero francés a cuyo equipo le mandaron volver por donde había venido. También el hecho de que, a estas alturas, no se haya celebrado un Consejo de Ministros Extraordinario; o que el Gobierno no haya tomado el mando de una emergencia nacional para la que el Ejecutivo valenciano se ha mostrado incompetente. Por desbordamiento, por falta de medios o por ausencia de liderazgo.
Recuerdo que, tras leer el fantástico El hijo del chófer, un buen amigo catalán, directivo de una empresa audiovisual, me explicó que en una buena parte del litoral mediterráneo florecieron los nacionalismos e independentismos porque la Corte estaba a varios cientos de kilómetros, lo que generaba cierta pereza mutua. Eso explicó el surgimiento de redes de poder y colaboración que inflaron a caciques locales de influencia sorprendente, casi espiritual. También causó sensación de abandono y de desapego.
Esos sentimientos deben ser comunes estos días en las calles de Valencia, donde habrá quien se pregunte el motivo por el cual el Estado no ha puesto todos los medios a su alcance para rescatar a los cadáveres, drenar las zonas inundadas, restablecer el tendido eléctrico, asegurar suministros, levantar pasos, retirar chatarra o afianzar la seguridad en lugares donde bien pudieran darse casos de pillaje.
Urge una respuesta
Habría mucho que discutir sobre el alcance de lo sucedido. Sobre los planes hidrológicos y urbanísticos; sobre la responsabilidad o irresponsabilidad de unos y otros; o sobre la forma en la que se han escondido algunos de los que deberían estar ahora a pie de calle. Pero lo que urge en este momento es la respuesta... y la de las autoridades valencianas es torpe, mientras que la del Gobierno, especuladora.
No hay duda, a estas alturas, que hay una España peronista cuyo deslumbramiento con la figura de Pedro Sánchez merecería un estudio psicológico, pero quedará para la historia lo sucedido el miércoles por la mañana, cuando, con la catástrofe recién sucedida, el PSOE y sus socios parlamentarios decidieron seguir adelante con la votación del asalto al Consejo de Administración de Radiotelevisión Española.
Es cierto que mantener los aparatos propagandísticos es fundamental para quitar hierro a este tipo de tropelías y justificar la continuidad en el cargo, pero, en ocasiones, aunque sea en éstas, que son de primera magnitud, convendría ser un poco más aseado a la hora de atracar al Estado. Justo después de convalidar ese Real Decreto, Moncloa declaró tres días de luto. Lo primero es lo primero.
"Las muertes evitables"
No se ha hablado estos días entre la tropa de periodistas afines a Moncloa de la interpretación de la prensa extranjera sobre lo sucedido en este país, pero Liberátion tituló su fotografía de portada con una frase demoledora: Las muertes evitables. Se infravaloró el riesgo como ahora se minimiza el alcance de lo sucedido. Por eso, Pedro Sánchez pronuncia frases infames como la de la rueda de prensa de este sábado: "Si necesitan ayuda, que la pidan".
Merece la pena traducirla: Tenemos en Valencia un marrón tan grande que quien mejor especule, mejor podrá repartir las culpas en el adversario, así que entre actuar y hacer el don Tancredo, casi es mejor lo segundo. Eso mismo se podría decir en Génova 13, donde se empeñan desde el viernes en distribuir un informe que prueba -dicen- que demuestra que el único inútil aquí es Pedro Sánchez.
¿Responderá ese documento a la siguiente pregunta? Apuesto que no. ¿Por qué Carlos Mazón no ha cedido el mando a estas horas? Debería hacerlo tanto por incapacidad manifiesta como para retratar la maldad de un Gobierno que estos días no actúa para ayudar a los valencianos, sino para tener razón.
Parece mentira, pero en Valencia se han superado los niveles de manipulación e ignominia que se registraron en la pandemia. Todavía no hay un dato oficial de heridos y el de fallecidos lleva dos días sin actualizarse. No existe un cálculo oficial de años ni, en realidad, un plan sólido para hacer frente a la tragedia. Mientras, RTVE muestra imágenes a pie de calle, de puntos concretos, pero no ayuda a esclarecer lo sucedido desde el miércoles. Por incapacidad o porque no conviene. ¿Qué ocurre, Pep Vilar? ¿Hacemos un España Directo de 24 horas al día? ¿O ya directamente copiamos a Íker Jiménez -de cazar alienígenas a glorificar a Baños y a Gisbert- y a Nieves Herrero en Alcácer?
El paripé del domingo
En mitad de este esperpento -que debería hacer dimitir a los dos gobiernos-, aparecerán hoy las autoridades, incluida el Rey, para conmiserarse por los afectados. Se marcharán a los pocos minutos, tras realizar un paripé, y en Moncloa y en el Palacio de la Generalitat seguirán preguntándose cómo hay que actuar para resultar lo menos perjudicados que sea posible ante la evidencia de su incapacidad para afrontar esta situación.
En Moncloa y en el Palacio de la Generalitat seguirán preguntándose cómo hay que actuar para resultar lo menos perjudicados que sea posible ante la evidencia de su incapacidad para afrontar esta situación
Tienen los ciudadanos un precedente cercano que puede ilustrarles sobre lo que está ocurriendo aquí: es la pandemia. Ahí se actuó tarde por filibusterismo, se ocultó la verdad con discursos propagandísticos escandalosos y se centró la culpa en unos u otros líderes ante la evidencia de que no existió un plan de acción eficiente. Mientras tanto, Koldo, De Aldama y Ábalos hacían de las suyas.
Al tiempo que eso mismo suceda aquí. España, 2024 país fallido, periodismo mamón, ciudadanía tardo-adolescente. Éste es nuestro Annual contemporáneo, pero los dirigentes, los medios y la inconsciencia colectiva sobre el declive contribuirán a neutralizarlo.
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