Todo esto tenía que acabar en fango, bulos y ultraderecha, que ya no hay otra cosa al fondo de la Moncloa, donde se ha levantado ya no un búnker con colchón de agua sino una cripta de fantasma de la ópera. Lo decía yo ayer (“que no se pierda el relato, que vuelve a haber fango y violencia”), antes de que en la protesta de Paiporta empezaran a buscar nazis con sudadera de la División Azul como con casco prusiano (quién iba a protestar contra Sánchez sino un nazi de Halloween). De nuevo todo era una conjura que incluía a niñatos bakalaeros de la política, señoras con paraguas de abuela y agentes del mal con cepillo basto. Lo cierto es que aquella visita era casi secreta y había poco tiempo para planear un atentado a cubazos. Como es cierto que Sánchez puede probar a pasearse cualquier otro día, sin avisar, por Paiporta o por donde quiera. Aunque lo más cierto y doloroso es que a la riada de la muerte llegaron, antes que el Estado, periodistas, particulares y en algún caso hasta bomberos franceses, pasmados como todos los franceses. Pero ninguna desgracia es comparable a la desgracia de Sánchez, perseguido por nazis con escoba.
Aquí ha fallado todo o casi todo menos Sánchez, que no sólo no es responsable de nada sino que es una víctima, que la ultraderecha casi le monta un golpe de Estado con aljofifas de fregona y nunchakus de palos de gallinero. Sánchez no sólo escapó de Paiporta con prisa de palomino de gloria, como si fuera Curro Romero, sino que sigue intentando escaparse de todo cuando parece claro que aquí no se escapa nadie, ni Mazón con la pachorra o el tembleque ni el propio Sánchez con la calculadora y las palomitas. Toda la cronología del desastre es un caos, desde el tuit con la alerta roja que en un principio declara la Aemet hasta las 6 de la tarde (la hora que menciona Mazón en una comparecencia), alerta que nunca se desactiva pero nadie parece enterarse o preocuparse de ello; hasta esa Conferencia Hidrográfica del Júcar que detectó que el caudal del Poyo se había multiplicado por nueve pero “no tenía competencias” para emitir alertas. Supongo que sí informaría al ministerio, de quien depende, pero mientras toda aquella información o todo aquel protocolo iban y venían como en góndola burocrática o partidista, llegaba el horror.
Sánchez ya empezaba a escaparse, que él no tiene un Gobierno de progreso para luchar contra los elementos sino contra la ultraderecha, y los nazis con bayeta sucia aún no lo amenazaban. Margarita Robles nos descubriría el principal papel disuasorio del Ejército, que tampoco está para todo, y el propio presidente nos maravillaba con el secreto para encarar una catástrofe de tal magnitud, que es pedirle las cosas debidamente, supongo que a través de esa misma góndola que iba y venía con información obsoleta y lenta correspondencia de palacio o de fantasma de la ópera. Todo era un caos, hasta ese Ejército que llegaba y no llegaba, o llegaba como en capítulos de M.A.S.H., entre la prisa y la ironía. Ante Susanna Griso, el teniente general retirado Juan Montenegro, uno de los fundadores de la UME, explicaba que una vez que se pide la activación de la unidad de emergencia toda la operación depende del Ejército, el único con capacidad para evaluar los medios y acciones necesarios. Esto también lo ha dicho ahora Mazón, aunque, curiosamente, el otro día nos iba contando cómo solicitaba tantos o cuantos efectivos, así a puñados de necesidad o más bien de vergüenza, que no hay que parecer ni incompetente ni alarmista.
Todo era un caos, de la administración autonómica al Gobierno y de las oficinas de meteorólogos a las de los fontaneros de los partidos. Y quizá incluso en el Ejército, que hoy nos hemos encontrado con el jefe de la UME, el general Marcos, asegurándonos que quien les dice qué hacer y adónde ir es la Comunidad Autónoma, contradiciendo a su fundador y dejándonos la seria preocupación de un presidente autonómico dirigiendo brigadas y zapas como si fueran ferias de la tapa. Claro que estos generales pueden ser como aquel de la Guardia Civil que admitió trabajar para “minimizar el clima contrario a la gestión del Gobierno”. Eso de imaginar a Mazón con pérgola, sombrero y catalejo de Napoleón dirigiendo a nuestro Ejército aún me parece más caótico y terrorífico que un presidente del Gobierno metiéndose bajo las sábanas nazis como un niño bajo las sábanas de Spiderman. En todo caso, si los protocolos son efectivamente así no tienen sentido, y si no son así nos vuelven a tomar el pelo. Aunque seguramente se trate de una equilibrada combinación de ambas cosas.
Sánchez, que podría (debería) haber tomado el control, ha preferido ver enmierdarse a Mazón y ahora echa fango al fango y más ultraderecha a esa salchichería de ultraderecha que mantiene a toda máquina
Sánchez, que podría (debería) haber tomado el control, ha preferido ver enmierdarse a Mazón y ahora echa fango al fango y más ultraderecha a esa salchichería de ultraderecha que mantiene a toda máquina, atascada de jueces, medios, ricos, y ahora hasta de paisanos con botas de agua y cepillo de encalar. Esa gente arrasada desde los cimientos de la casa hasta el corazón resulta que ahora sólo piensa en derribar a Sánchez, o sea la democracia, con sus bieldos y sus gorras de pintor, y es lo que importa. Ya está la prensa del Movimiento en ello, y hasta Ferreras, tan indignado el otro día, se ha olvidado de Sánchez con el puente y sólo se mete con Mazón, que a mí me parece cruel y facilón como meterse con Leticia Sabater.
Dejar un escenario de guerra prácticamente abandonado cinco días, con los muertos encurtidos en lágrimas y los vivos enterrados en muerte, y aun así afirmar que se han cumplido las ordenanzas y los protocolos, eso es ser un Estado fallido. Pero incluso en este Estado fallido, en este caos que han propiciado unos y otros, nuestro presidente no puede ser sino una víctima. El relato tiene que continuar porque no hay otro, así que el peligro no es la DANA, ni la incompetencia, ni el cruel interés político, sino los enemigos de la democracia, que ya vieron a esa señora con el paraguas brillante, arcaico y amenazador como una pistola Luger. Y sólo Sánchez puede enfrentarse al verdadero monstruo, el monstruo que importa, y que ahora es una cosa entre Darth Vader con palo de escoba y un vecino vestido de pescador siniestro, como en Sé lo que hicisteis el último verano.
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