El otro día leía un comentario en una red social que no se puede entender que la seguridad europea, las políticas de defensa de la OTAN y la influencia del mercado económico chino en Europa dependan de un granjero de Oklahoma. Y el comentario me molestó. El granjero de Oklahoma no votó mal a Donald Trump, votó para que le solucionen sus problemas y preocupaciones, y entre estas no está la necesidad de desplegar cuerpos de la OTAN en Bulgaria, ni tampoco en los marcos de cooperación común entre Alemania, Francia y Polonia. Si hay ciudadanos europeos que no están al tanto de la política comunitaria, y ésta les afecta, menos tiene por qué conocerla un granjero de Oklahoma, que ni le va, ni le viene.

Cuando se supo que Trump era el presidente electo, tuve la sensación de que aquello nos había pillado con los deberes por hacer la noche antes del examen. Durante estos ocho años no se ha hablado de política de defensa comunitaria, ni se han establecido canales de colaboración militar, ni se ha reforzado la industria armamentística europea, ni siquiera con la invasión rusa de Ucrania parece que nada haya cambiado.

Todo el mundo parecía suponer que el aislacionismo de Trump no iba a volver, pero ha vuelto. Y, como se dice coloquialmente, entre unos y otros, la casa sin barrer. Hubo una especie de promesa hace ocho años que no se podía depender militarmente de los Estados Unidos en el mismo grado que ahora, ni tampoco económicamente. Se tenía que poner al día la Unión Europea para que ganara quien ganara en Estados Unidos, eso no repercutiera otra vez aquí.

El granjero de Oklahoma no estaba en las reuniones con Von der Leyen y Josep Borrell, ni estaba tampoco en las cumbres entre Italia y Francia, o entre España y otros países europeos. Tampoco votó a las elecciones del Parlamento Europeo a ninguna facción euroescéptica o europeísta. Así pues, si dependemos en mismo grado, o más aun que antes de 2020, de quien ocupe o no la Casa Blanca es que el problema es nuestro como europeos, y no de lo que voten ellos.

Si no se ha hecho casi nada en estos ocho años, dos de los cuales se tienen que situar en un contexto de guerra regional con la invasión rusa de Ucrania, para evitar volver caer en los mismos errores que hace ocho años, no es culpa de los estadounidenses que han ejercido su derecho al voto libremente y, sin casi incidentes destacables, yendo 150 millones de electores a las urnas. Tendremos que ver igualmente cómo se define la política de esta nueva administración de Donald Trump, y cómo nos afectan sus políticas domésticas. De momento, una de las mayores promesas que eran los aranceles a los productos agrícolas exportados es la que más nos afectaría en España.

Trump ha prometido en política internacional lo mismo que en 2016. Algunas cosas las cumplió, otras, por suerte para los europeos, no. Y ahora ha vuelto a la Casa Blanca después de cuatro años de la Presidencia de Joe Biden. Así pues, tenemos cuatro años más para, esta vez sí, hacer los deberes a tiempo, para que, si dentro de cuatro años un granjero de Oklahoma vota a un candidato más aislacionista aún, estemos preparados.

Y hay muchas cosas por hacer. Tenemos cuatro años para impulsar una industria de defensa europea que sea capaz de suplir a sus propios ejércitos europeos. También para aprovechar la diversificación de fabricación militar que está impulsando algún país como Suecia, Corea del Sur o Japón. También la India aquí juega un rol muy importante en la política de desarrollo europeo. Hace mucho tiempo que se considera un riesgo y una amenaza la dependencia económica europea respecto a China. Y no porque se considere a la República Popular como hostil, sino por la elevada dependencia a las políticas económicas chinas. No es viable a largo plazo depender económicamente de un solo actor, o en gran medida de uno solo, como sucede actualmente.

Si la Unión Europea quiere convertirse en un actor global, debe dejar de depender de lo ajeno a ella"

En conclusión, debemos ser conscientes que tenemos cuatro años para pensar una nueva política comunitaria en muchos aspectos, desde la búsqueda de nuevos aliados comerciales, como también de nuevos aprovisionadores energéticos, como también de nuevos socios que faciliten la profunda reforma militar que necesita Europa.

Es necesario tejer alianzas con Estados Unidos, gobierne con gobierne, pero es necesario que un granjero de Oklahoma deje de poner en jaque nuestro marco común con su voto. No porque tenga que dejar de votar, ni porque no tenga que cuestionarse si la política exterior de su país va en dirección correcta o no, sino porque si la Unión Europea quiere convertirse en un actor global, debe dejar de depender de lo ajeno a ella. La cooperación atlántica es necesaria y imprescindible, pero que no por ello hemos de ser dependientes. Y en este punto, es donde es necesario aprovechar este cambio de marco, que empezará en enero, para empezar a hacer los deberes que, como europeos, tenemos pendientes. 


Guillem Pursals es doctorando en Derecho (UAB), máster en Seguridad (UNED) y politólogo (UPF), especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Aquí puede leer todas sus columnas en El Independiente.