Últimamente he leído varias noticias sobre las universidades que dicen mucho sobre su papel como parte del poder blando (soft power) de España, es decir, de nuestra capacidad de influencia e incidencia en otros países gracias a elementos no coercitivos o económicos sino, más bien, culturales o ideológicos. Me ha despertado especial interés el exitoso –desde el punto de vista financiero– modelo de negocio de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR), un centro educativo privado centrado en la enseñanza on line, con mucha implantación en América Latina, cuya empresa matriz es el grupo PROEDUCA.

Una de las informaciones hablaba de la pugna entre dos fondos de inversión, Blackstone y Advent, para hacerse con una parte de esa universidad y con otros centros educativos en España, Norteamérica, Centroamérica y Suramérica. La cifra que se barajaba como precio por el 25% del paquete accionarial que Miguel Arrufat Pujol retuvo para sí cuando la empresa comenzó a cotizar en el Mercado Alternativo Bursátil (MBA) era de 400 millones, cantidad que me hizo dimensionar lo rentable que puede ser la universidad vista como un negocio.

Buscando información de la salida a bolsa de PROEDUCA encontré una nota que indicaba que, para 2019, la empresa había facturado 111 millones gracias a sus 33.400 estudiantes on line, lo que le permitió, en el año 2022, ofrecer un dividendo de 15 millones. En este momento, la empresa tiene un valor en bolsa de 1.499,94 millones de euros resultante de los 33,60 € que cuesta cada una de sus 45.178.967 acciones.

El dato sobre la rentabilidad anual de la acción, que se ubica en el 93,02%, me hizo entender mejor que el atractivo para los fondos de inversión no está en los dividendos que pueda pagar una empresa cuyo producto es la docencia y la emisión de títulos, sino en el juego financiero y especulativo que el sector de la educación, sobre todo si es on line, está generando.

Mi sorpresa sobre la excelente salud financiera del business educativo fue mayor debido a que he desarrollado toda mi carrera profesional en centros que hacen investigación básica y formación en ciencias sociales, lo que significa, en casi cualquier país donde he trabajado, escasez de recursos. Esto no es algo que afecte sólo a mi disciplina: la investigación y la docencia en ciencias experimentales o en el campo biosanitario es muy cara y, por eso, los recursos siempre son menores que las necesidades. Además, los resultados de las investigaciones se pueden observar a mediano y largo plazo y no todos son monetizables en forma de patentes o productos específicos.

Sin embargo, PROEDUCA encontró la gallina de los huevos de oro en un modelo de negocio que no requiere grandes inversiones en edificios para aulas, laboratorios o grandes aparatos experimentales que son muy caros de adquirir y mantener. Por el contrario, se centra en titulaciones de alta demanda como marketing o negocios y funciona con una ingeniería de procesos que exige altos niveles de productividad docente a los buenos académicos con los que cuenta.

Su gran mérito está en haber sabido ver que existe un mercado de millones de personas que hablan una misma lengua que podía demandar un producto muy simple: estudios para obtener un título español (europeo) desde la comodidad de su casa en Cali, Guayaquil, El Agrado, San Juan de Lurigancho o Saquisilí. Según los datos de su propia web, en el curso 2022-2023, el 32,6% del total de sus estudiantes eran extranjeros y se encontraban en 120 países diferentes, pero muy concentrados en Colombia (44,9%); Ecuador (33,3%) y Perú (6,4%).

En definitiva, la UNIR vende la posibilidad de obtener un título español sin hacerlo en España, es decir, sin tener que sacar una visa, trámite que se ha convertido en un desincentivo para los estudiantes internacionales que quieren estudiar en Universidades presenciales, pues cada vez es más común no obtener "cita previa" para gestionar la visa a tiempo de formalizar la matrícula o de incorporarse a las aulas. No es un problema nuevo, pero se ha agravado con el aumento del turismo y la migración y es necesario que desde las instancias gubernamentales se resuelva, en lugar de pasarse la pelota entre Exteriores e Interior o responsabilizar a la Unión Europea.

El hecho de que representantes de las universidades privadas sean parte de la comitiva oficial de empresarios que acompaña al presidente del Gobierno en viajes oficiales por Iberoamérica, muestra por dónde van las prioridades de los responsables políticos, que no siempre toman medidas para facilitar la tan cacareada internacionalización de las universidades públicas.

Las empresas educativas que se enfocan en América Latina tienen, además de mayor agilidad en la gestión de acciones y recursos, otras herramientas de las que carecemos en las universidades públicas, como un amplio margen de maniobra para ofrecer descuentos de matrícula -que son presentados como becas- o un potente aparato publicitario al que nosotros jamás podremos acceder porque el sistema de contratación pública es analógico y, por ejemplo, hace prácticamente imposible comprar servicios de publicidad en internet directamente con google. Ilustra la diferencia el hecho de que, al documentarme para este artículo, el buscador se enteró de mi interés por la UNIR y ahora, cada vez que abro una nueva web, se llena de publicidad de dicha universidad.

Hay que cuidar más nuestro prestigio y reputación internacional, un intangible que cuesta mucho tiempo y trabajo ganar, pero muy poco perder"

En este contexto, no cabe duda de que desde las universidades públicas hay mucho que hacer, tanto para mejorar su relación con las empresas como para adaptarse a sociedades cambiantes, con estudiantes y mercados laborales cada vez más exigentes. En el primer caso, se supone que los consejos sociales son el marco institucional donde esa relación debe prosperar por el interés general, pero la experiencia es que, en algunos casos, más bien sirven para instrumentalizar las universidades en pro de intereses particulares.

Respecto a los cambios sociales y laborales, queda camino por recorrer para flexibilizar los mecanismos que intentan garantizar la correcta gestión de lo público a todos los niveles, desde las contrataciones de personal o servicios, hasta la modificación de los programas de estudio. El actual sistema se convierte muchas veces en una carrera de obstáculos que desincentiva acometer reformas.

Por último, hay que cuidar más nuestro prestigio y reputación internacional, un intangible que cuesta mucho tiempo y trabajo ganar, pero muy poco perder si hay tolerancia con malas prácticas docentes o de investigación. Estamos en un contexto global donde la información sobre, por ejemplo, las prácticas poco ortodoxas del rector de la Universidad de Salamanca han dado la vuelta al mundo, trasmitiendo la sensación de que las instituciones, y nosotros como sociedad, hacemos poco para saber si hemos sido engañados y fomentamos la impunidad.


Francisco Sánchez es director del Instituto Iberoamericano de la Universidad de Salamanca. Aquí puede leer todos los artículos que ha publicado en www.elindependiente.com.