La historia se podría empezar a contar por la parte menos relevante, que es la de los medios de comunicación. Fue hace casi un año cuando publiqué un artículo en el que denunciaba la repentina retirada de campañas publicitarias a varios diarios digitales por parte de las empresas públicas. Cité el caso de Red Eléctrica Española, presidida por Beatriz Corredor, afiliada al PSOE desde los 35, más de 500.000 euros de retribución anual. Negaron que fuera cierto. Hoy, hay periódicos que no han recibido ni un euro de estas compañías participadas. Noviembre de 2024.
Todo esto ha sucedido en un año en el que Pedro Sánchez situó a Miguel Ángel Oliver al frente de la Agencia EFE; y en el que ahora maniobra para conseguir un poder absoluto en RTVE. Mientras tanto, 'el Miguel' -el de siempre, el de toda la vida- ‘se lo hace’ por su parte, acumulando contratos millonarios con la televisión pública y diseñando campañas entre bambalinas, como ha hecho toda la vida, para que los focos apunten hacia otro lado -hacia la fachosfera-, pero nunca a él. Todo se andará, pero, mientras tanto, los Rasputines y los visitadores se pegan sus juergas. Entre susurro y susurro, contrato en la pública para la saca.
Avisos a navegantes
Son tiempos de precariedad creciente y de despiste generalizado. Todo el mundo intenta aguantar el tipo, pero, quien más, quien menos, observa cómo los peligros que acechan a su alrededor amenazan con tumbarle. Sucede a pie de calle, donde los ciudadanos se ven obligados, a cada año que pasa, desde 2008, a adoptar una economía de supervivencia…, pero también sucede en Palacio, donde se mira al Congreso y a la UCO con la lógica inquietud de quien percibe avispas a su alrededor. Esto último significa debilidad y, ante ese empeoramiento de las constantes vitales, el Ejecutivo ha pasado al ataque para sobrevivir. ¿Cómo? Con algunos brochazos y golpes de los que se asestan en parte con el cerebro y, en parte, con la entrepierna.
No es casualidad que los grandes grupos de medios de comunicación -con los que ha conversado este medio- hayan puesto el grito en el cielo por el retraso de varias campañas de publicidad institucional en 2024 mientras las empresas públicas retiran dinero de la prensa hostil; y mientras Moncloa bisbisea advertencias a los anunciantes privados que transmiten un mensaje claro. Es el que dice que invertir en determinada prensa equivale a cubrir la democracia de fango y te convierte en cómplice de la desinformación. Entre tanto, según publicó Dircomfidencial el pasado lunes, las centrales de medios denuncian la opacidad que existe desde Moncloa a la hora de asignar determinadas campañas institucionales. Este periódico preguntó el pasado 8 de octubre a José Manuel Nevado -responsable de ese departamento- sobre este asunto. La respuesta está por llegar.
No todo son malas noticias en el sector. A Angélica Rubio le caerá el premio de ser consejera de Radiotelevisión Española, a más de 100.000 euros al año. Hace unos meses, su medio publicaba que el juez Juan Carlos Peinado tiene dos DNIs (el segundo frente son los jueces). A lo mejor el dato lo obtuvo mediante una rigurosa investigación… o quizás se lo filtró la Gestapillo que ha montado esa afiliada en Ferraz. Según El Confidencial, dirigida por una afiliada que ha recurrido a las fuentes más impredecibles y absurdas de Madrid para buscar escándalos contra los enemigos del partido, ergo del pueblo.
Perseguir el dinero
El tercer frente que ha comenzado a explorar Moncloa para fortalecer su posición es uno en el que ya hundió sus pies en el pasado. Es el del dinero, el más peligroso de todos y al que ha atacado con algunas de sus medidas más populistas. Las últimas se recogen en el último pacto fiscal presentado por el PSOE y Sumar, que incluye 11 medidas destinadas a buscar el aplauso de la izquierda más desnortada y fácilmente impresionable, pero que no contempla ninguna reforma estructural, ni mucho menos contribuirá a dinamizar la economía, que es lo único que genera bienestar y prosperidad, pese a lo que sostiene la cháchara gubernamental.
El primer efecto que ha generado este documento ha sido una amenaza que se ha percibido como el temblor que precede a un seísmo importante: Colonial y Merlín han afirmado que sopesan abandonar España ante la perspectiva de que la coalición gubernamental destroce a las -ciertamente, poco exitosas- SOCIMIs.
Este tipo de reacciones pueden tomarse de varias formas. La más común en la izquierda 'tertuliana y sentimental' es la que se reprodujo cuando Ferrovial marchó camino de Países Bajos: la de despotricar contra el capitalismo y contra quienes abandonan el barco, como ratas, ante los intentos del Gobierno de que las grandes compañías aporten lo máximo posible para mantener el Estado, sobre cuyo tamaño nunca se hacen preguntas incómodas.
Ésa es la reacción infantil, la que está condicionada por la propaganda y el catecismo; y la que obvia que el dinero suele volar mucho antes que la pobreza y que, por lo tanto, para aspirar a captar la mayor inversión posible -que es lo que genera prosperidad-, lo suyo es crear un marco fiscal atractivo; y, sobre todo, evitar lanzar mensajes ideológicos y electoralistas que espanten a las empresas. Porque aspirar a que el Estado sea el gran benefactor de un territorio -como parece que pretende Sumar- sólo puede conducir al decaimiento. En este caso concreto, además, pretender -o hacer creer- que el problema de la vivienda se atenúe incrementando los impuestos a las SOCIMIs y el IVA a los apartamentos turísticos es absolutamente ridículo. Propio de un Gobierno que vive en la nube tóxica de los idealistas, pero se ha quedado sin ideas.
Parece difícil que este acuerdo bipartidista prospere finalmente, pero, de momento, hay un par de empresas que lo han interpretado como un aviso a navegantes. Una nueva señal, de las varias que ha lanzado el Ejecutivo de Pedro Sánchez en los últimos meses contra quienes no le vienen bien.
En esas condiciones, el viento suele llevarse de aquí lo valioso, que vuela con facilidad, mientras deja por aquí lo pesado, la quincalla, la ruina futura… y a quienes se lucran del sistema, como las redes clientelares de empresas públicas y derivados. Y a 'el Miguel', que perdura y amenaza con ser eterno, mientras sus muñecos -cada vez más mínimos y andrajosos- se dedican a lanzar barro a 'los otros' para evitar que las miradas se fijen en el suyo.
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