A lo mejor es que todo gobierno debe tener su esbirro sádico, como toda banda tiene su chato de puñetazo, ése que da miedo pelando una manzana. Sánchez tiene a Óscar Puente con el sombrero y el tabique nasal ladeados, y Trump va a tener a Kristi Noem, senadora famosa por matar a tiros a su perrita y a una cabra loca o molesta que también tenía su familia, y contarlo como prueba de carácter y determinación. Yo creo que no es casualidad, que Trump está haciendo el casting para su gabinete igual que aquel primer gobierno de Sánchez, que fue poniendo con mucho redoble, como de hombre bala, a un astronauta para la ciencia, a un escritor para la cultura (aunque fuera un escritor de faja y medallón en los libros, como esos turrones con faja y medallón), y una cosa así entre la política dura y el equipo de Ocean’s Eleven. Trump, con más poderío, ficha a Elon Musk, que es como fichar a Tony Stark (Musk se promociona mucho rodeado de banderas y turbinas), y ahora a Noem, como si fichara a Terminator con peto. Trump, más que un gobierno, está reclutando a los Vengadores. A pesar de todo, Trump tiene una misión mientras que Sánchez sólo tiene aplaudidores.
Los MAGA (de “make America great again”) están buscando su cuadrilla de superhéroes con estrella guateada o sus siete magníficos zambos de caballo que vayan acojonando desde el cartel promocional a burócratas e izquierdistas. Cada uno tiene su especialidad, o sea la tecnología, las pistolas, el cuchillo, el látigo y en ese plan, que así es Estados Unidos desde el circo de Buffalo Bill hasta las series y pelis de acción. Pero no son especialidades simbólicas o decorativas (nuestro Pedro Duque fue más que nada decorativo, que no hacía mucho más que flotar como con escafandra por el Consejo de ministros, incongruente entre muebles luisinos, igual que el comandante Bowman en el final de 2001). Trump, que va de tío Sam, de payaso de rodeo o de maestro de ceremonias del circo de los Ringling Brothers (se me hacen indistinguibles) quiere perfiles especialistas de verdadera aplicación en la gobernanza, que además es lo que da miedo. O sea Musk con Estrella de la Muerte, Noem disparando la escopeta con los pies, Marco Rubio como un Rambo por el Vietnam del mundo entero, Dana White para dar patadas voladoras, o Robert Kennedy Jr. para sustituir toda la sanidad por lejía, mucho más barato.
En España, hasta el perfil más técnico al final sólo está para justificar y aplaudir los cambios de opinión de Sánchez
En España, hasta el perfil más técnico al final sólo está para justificar y aplaudir los cambios de opinión de Sánchez (aunque no sepa ni aplaudir, como María Jesús Montero, que aplaude como Eduardo Manostijeras). Ver aplaudir a esta gente, desde luego, es como ver aplaudir a un meteorólogo o a un dentista, una cosa antinatural, sospechosísima y hasta aterradora. Aunque no sé si esto, tener un Gobierno que sólo incluye a técnicos como manera de disfrazar el caos, como un adorno de lucecitas led del coche de hortera de Sánchez, nos ha condenado o nos ha salvado. Quiero decir que no sé si el caos de Sánchez es preferible a un Sánchez empeñado verdaderamente en un objetivo para el país, en una misión como Trump (Sánchez sólo tiene la misión de salvarse). Un Gobierno técnico para un proyecto de país claro hubiera ayudado en la pandemia y en la DANA, pero lo mismo nos hubiera convertido ya en emirato sanchista o en república de cocoteros, quién sabe. Claro que este Gobierno caótico no ha ayudado mucho en la pandemia ni en la DANA, y aun así también nos tiene a punto de ser emirato sanchista y república de cocoteros.
Trump tiene una misión y tiene un equipo, que uno ya imagina con la música de El Equipo A, o de Los hombres de Harrelson (quizá demasiado funky para el trumpismo), o de los Power Rangers, o a veces de La casa de la pradera. Millonarios con capa y pistola desintegradora, como un villano con sus Minions; senadoras que ejercitan su crueldad como si se ejercitaran con el hula hoop, negacionistas no del cambio climático ni de las vacunas sino de la posibilidad de distinguir lo verdadero de lo falso y la ciencia de la superstición (son tan fanáticos y supersticiosos como los woke); patriotas de Biblia repujada de balas o de balas bendecidas por la Biblia, liberales salvo para la moral y para el dinero público, conservadores salvo para sus propias locuras, y demócratas salvo si pierden en las urnas o en los tribunales.
Ya he dicho que no tenemos aquí nada más parecido a Trump que Sánchez. Sin embargo, Trump tiene su misión, como la tienen Puigdemont u Otegi, y Sánchez no. Trump tiene su misión y quizá está en la más pura categoría de los malvados, la del que cree que es justo. Según Mary Shelley, los hombres, al menos en su mayoría, no eligen el mal porque sean malvados, sino porque lo confunden con el bien que desean. Claro que no por eso deja de ser mal, y uno de los peores, el del fanático. Trump tiene una misión y tiene un equipo, el que maneja el hacha y el que maneja el ordenador, el que pega tiros y el que los justifica, el que fabrica bombas y el que las desmonta. Sánchez sólo tiene a un chato que da miedo, o ni siquiera eso, cuando pela un plátano. Y aun así Sánchez está fuera de todas las categorías políticas y de todas las escalas morales.
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