Iván Redondo no abandona la idea de volver algún día a Moncloa. Como jefe de Gabinete del presidente llegó a tener más poder que la mayoría de los ministros, pero fue su exceso de ambición, al reclamar para sí la cartera de Presidencia, la que provocó su caída.

Redondo no le guarda rencor a Pedro Sánchez. Más bien al contrario. Cada lunes, en La Vanguardia, en su sección The Situation Room, busca la manera de halagarle, tal vez porque piense que él sigue siendo el responsable de que llegara a ser, contra todo pronóstico, presidente de la nación.

Inasequible al desaliento, el ex jefe de Gabinete de Sánchez, iniciaba su artículo este lunes a puerta gayola: "Pedro Sánchez ha superado ya a Mariano Rajoy al frente de la presidencia del Gobierno de España en días totales. Este dato 'no es cosa menor', como diría el samurai gallego...". Más adelante atribuía ese récord a que Sánchez puso en marcha "un proyecto nuevo de país aceptando el marco del pluripartidismo y de la plurinacionalidad". Como si pactar con Podemos y los independentistas fuera una opción y no una necesidad. Bueno, a esto es a lo que llamaría Sánchez hacer de la necesidad virtud.

La loa de Redondo a su anterior y deseado jefe no hubiera pasado de ser motivo de chascarrillo y poco más si no hubiera coincidido con la negociación en la Comisión de Hacienda del Congreso para sacar adelante unas medidas que se quieren hacer pasar por reforma fiscal.

En su debilidad, ya sólo le queda el trilerismo: ofrecer a sus socios una cosa y su contraria

La sesión -que se prolongó durante ocho horas- fue tan caótica, tan absurda y poco rigurosa, que hasta los medios más afines al gobierno han levantado la ceja para afearle la gestión a la vicepresidenta y número dos del PSOE María Jesús Montero.

Juanma Romero ha descrito con detalle en su crónica la función de ayer. Pero les resumo: como hace en tantas ocasiones, el PSOE intentó meter de rondón en la transposición de una directiva comunitaria (elevar al 15% el impuesto mínimo que deben pagar las multinacionales) una serie de normas que enfrentan a sus socios. Fundamentalmente dos: el impuesto a la banca y el impuesto a las energéticas. Los socios de izquierdas (Podemos, ERC, Bildu) quieren llevarlos adelante como impuestos permanentes; mientras que los de derechas (PNV, Junts), quieren que se retiren o que se modifiquen para que puedan ser cambiados en sus respectivos territorios.

La táctica de Montero ha consistido en prometer a unos una cosa y otros otra diferente. Sorber y soplar al mismo tiempo. Y, naturalmente, la cosa no le ha salido bien. El largo receso de cuatro horas impuesto por el socialista alicantino Alejando Soler, que preside la Comisión de Hacienda, tan sólo sirvió para aprobar un dictamen contradictorio que debe votarse el próximo jueves. Podemos, cuyos votos son necesarios para que salga adelante, ya ha dicho que votará en contra. Aunque las afirmaciones de la formación de Ione Belarra hay que tomarlas con precaución, lo que demostró la sesión de ayer es que este Gobierno está viviendo al borde del abismo (una expresión que utiliza Carlos Cué en su artículo en El País).

Lo normal sería que la votación no saliera adelante, lo que significaría que tampoco habría ni techo de gasto ni presupuestos, y que Pedro Sánchez se quedará sin el salvavidas que le garantiza llegar hasta 2027 en la poltrona monclovita.

Así gobierna Sánchez. No son los principios, ni la ideología, ni una hoja de ruta lo que marca su manera de actuar sino el pragmatismo más pueril. Ha cedido ya tantas cosas a sus socios que ya no le queda nada en la mochila para dar y por eso cada votación le va a costar sangre, sudor y lágrimas.

No hay en Sánchez, querido Iván, ninguna concepción ni proyecto de país. Su falta de escrúpulos llega a tal punto, que será capaz de dar entrada a los comisarios de Meloni y de Orbán con tal de meter como vicepresidenta de la Comisión Europea a Teresa Ribera. O sea, darle la mano a la extrema derecha, con los que pactar era hasta ahora anatema, con tal de sacar adelante a su candidata.

Realmente, Iván, lo único que le importa a Sánchez es no perder sus pulsos. Y para eso es capaz de hacer lo que sea. Tú deberías saberlo mejor que nadie.