Cuando aparecieron las primeras informaciones sobre la visita de Delcy Rodríguez a España, la potente maquinaria periodística gubernamental se carcajeaba. Alguno no tenía claro ni el papel que desempeñaba esa mujer en Venezuela, pero como las campanas de Moncloa tocaron a rebato, el pelotón periodístico sanchista porfió automáticamente de lo que leía. Era cosa de 'la jauría mediática', que así llamaban entonces a los digitales inconvenientes.
También menospreciaron el caso algunos de los editores de la prensa liberal-egipcia. Liberal de espíritu y boquilla, egipcia de posición. Mano a la espalda, arqueada en posición contraria al rostro y recibiendo el cheque gubernamental. En aquel momento, algunos de sus directivos respondían a los estímulos que recibían desde el ministerio de José Luis Ábalos con la efectividad de un autómata. El Gobierno dijo que Delcy Rodríguez no había viajado a Madrid y repitieron: "No ha viajado". Unos días después, Ábalos sostuvo lo contrario. Explicó que se enteró del viaje cuando la protagonista estaba de camino y que, por tanto, no le quedó más remedio que intervenir para evitar una crisis diplomática. Alguno le trató entonces como un héroe..., como un avispado negociador. A alguna locutora mañanera le entró un sofoco al comprobar cómo los periódicos de derechas intentaban desestabilizar al Gobierno con mentiras.
Todos esos extraordinarios periodistas esperan estos días un arreón de publicidad institucional y una parte de los 100 millones de euros que ha prometido Óscar López porque el negocio digital no tira. Se quejan de que los anunciantes emigran donde ahora están sus antiguos lectores y sostienen que eso, además de injusto, es peligroso, dado que la gente se intoxica con mentiras. La historia que contaron ellos del Delcygate no lo era. Aquello era cierto al 100%. Ellos son los buenos profesionales, al contrario de todos esos que se dedicaron a desestabilizar durante los estados de alarma con informaciones sobre la trama de las mascarillas. Esos "remaban en la dirección contraria". No eran buenos patriotas.
Todo era mentira
Quienes comenzaron a investigar los contratos con Soluciones de Gestión y Apoyo a Empresas lo hicieron contra viento y marea. Los ministerios no respondían a las preguntas o lo hacían con mentiras. Incluso intoxicaban a algunos capos de las televisiones -capi di capi, con o sin gafas tintadas- para que los desprestigiara en sus programas. A uno de los periodistas que más y mejor indagó, le telefoneó una tarde un (supuesto) abogado que se dedicó a amenazarle durante 15 minutos. “Mentís y vamos con todo contra vosotros”, le advirtió.
Para cuando el Ministerio de Transporte de Óscar Puente presentó este verano la auditoría que retrataba los -presuntos- chanchullos entre José Luis Ábalos y Víctor de Aldama y compañía, los periodistas que habían investigado aquella trama habían recibido decenas de descalificaciones. Hubo compañeros que incluso dudaron de las informaciones que advertían de todos los puntos oscuros que se atisbaban en los informes de cuentas de Soluciones. “Son gente que actúa a comisión”, explicaban, mientras recibían su premio en especie. En forma de tertulias a las que se accede si uno se porta bien.
Comenzaron el pasado febrero las detenciones y esos grandes profesionales establecieron el cortafuegos en Koldo García. Así se lo dijeron. El propio José Luis Ábalos se desentendió de él y confesó sentirse decepcionado y traicionado. Los guardas de seguridad del lupanar mediático donde alternan y desahogan calificaron como “bulos” las informaciones que aludían a la colaboración con la trama de otros miembros del Gobierno. Pasó Salvador Illa por la Comisión de Investigación y reconoció que Koldo fue a verle a su despacho, pero que le mandó a otra ventanilla. Grande Marlaska se desentendió y Francina Armengol, que se refería al guardaespaldas como “cariño”, guardó silencio.
Se defendieron entonces abriendo un caso a Isabel Díaz Ayuso, lanzando una trola sobre la mujer del jefe de la oposición -que compró el medio del 'pobre Miguel'- y difundiendo una carta en la que Pedro Sánchez amenazaba con dimitir, ante la persecución a la que la ultraderecha mediática y judicial sometía a dos inocentes, como son su mujer y él. Marisú lo montaba, los tertulianos lo doraban, Álvaro García Ortiz lo observaba desde los cielos y Pedro Sánchez lo defendía con un ataque sin precedentes a los contrapoderes del Gobierno: los jueces, la prensa y la derecha.
Alto, la Guardia Civil
Aparecieron después dos informes de la UCO en los que se señalaba un chalé, un mujer de compañía, presuntos pagos e implicaciones en México, Venezuela o República Dominicana. Situaron entonces el cortafuegos sobre José Luis Ábalos y Víctor de Aldama; y aseguraron que Pedro Sánchez no tenía nada que ver, pese a que los guardias civiles le habían identificado como 'el 1'.
Uno de los dosieres contenía un papel muy relevante, sobre el que la prensa palmera ha pasado de largo hasta ahora. Es un documento que ilustra sobre el plan que tenía Delcy Rodríguez en Madrid en aquel enero de 2020, en el que apareció por causalidad por aquí, dijeron. En su última línea, incluía una “cena con sorpresa” que la iba a juntar con Pedro Sánchez, según ha afirmado este jueves De Aldama ante el juez.
El presunto cabecilla también ha asegurado que Ábalos y Koldo esconden una fortuna en República Dominicana y que entregó 15.000 euros en metálico a Santos Cerdán en un bar, junto a Ferraz. Ha sostenido que se reunió para hablar de proyectos con Pedro Sánchez, con Begoña Gómez, con Teresa Ribera, con Ángel Víctor Torres y con Ábalos; y que el presidente le trasladó, en referencia supuestamente al desarrollo del 'tren Maya': “Gracias por lo que estás haciendo. Me tienen informado”. De Aldama no es alguien de fiar y deberá probar lo que ha dicho, entre otras cosas, para no ser condenado por la demanda que han anunciado los socialistas contra él.
Pero no deja de resultar curioso que la prensa gubernamental -le quitamos el prefijo -pro porque supone una redundancia- hoy desconfíe tanto de su palabra, al contrario que sucedió en otros casos, más convenientes. Todos esos acusaban a los buenos periodistas de “remar en dirección contraria” cuando todo este caso tan apestoso se comenzó a atisbar. Hoy, porfían de De Aldama -ya libre- mientras se quejan de que los españoles les han dejado de ver y les advierten del riesgo de creerse los bulos que se lanzan por ahí.
¿Y qué es un bulo exactamente?
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