Juan Lobato no va a ser otro triste u otro huérfano del PSOE madrileño, como Ángel Gabilondo, niño grande abandonado como un abuelo, o Pepu Hernández, maestro sin alumnos o filósofo sin sombrajo. En el PSOE madrileño, ese escobero de Ferraz, se moría uno de viejo o de pena ante la dueña, la señá Ayuso, pero Lobato va a morir de puro sanchismo, entre la lealtad, la mentira y el delito, aunque, eso sí, señalando o disparando (otro señalamiento, otro balazo) a Pedro Sánchez. El hilo de Whatssap o el hilo de vida de Lobato conduce a la jefa de gabinete del entonces jefe de gabinete del puto amo, o sea a esta Pilar Sánchez Acera, luego a Óscar López y finalmente a Sánchez. Y lo que pende de ese hilo no es el futuro de otro muerto del PSOE de Madrid, que ya es como un cementerio de soldados, ni la paz del PSOE en sus territorios o en su congreso, sino el propio presidente. Y es que Lobato nos ha revelado que recibió directamente del gabinete presidencial la orden de sacar esa conversación que la justicia investiga como posible revelación de secretos. Sánchez ya tiene otro soplón, es la semana de los soplones como la semana del Black Friday.
Hasta ahora, las pistas terminaban en ese fiscal general del Estado como un ladrón de joyas con su capa negra y sus collares desmontados, que tenía oportunidad, medios y móvil, pero también niebla alrededor y una especie de coartada suficiente pero sospechosa dada por el chófer. Ahora, las pisadas llegan hasta el mismo torreón de la Moncloa, de escalón en escalón, de secretario en secretario, de bandejita en bandejita, hasta el propio Sánchez ahí como agitando la campanilla furiosa e impaciente de los señoritos. Si aquel papelito que recibe Lobato, con la encomienda de ponérselo a Ayuso en los morros como una súbita herencia de culebrón, es el original, antes de las publicaciones de los medios (tampoco los medios lo han podido sacar de la nada, claro), hasta el fiscal general se nos queda en robaperas, aunque sea robaperas de diamantes con forma de pera. En menos se nos queda el pobre Lobato, apenas el criado que le lleva, con temblorcito de tetera, el huevo pasado por agua al colérico señor.
Todo va desembocando en la Moncloa, donde parece que hay un empleado para cada escándalo, desde los negocios o las visitas de Begoña Gómez a las filtraciones sobre el novio de Ayuso, que aun siendo un aguililla sigue teniendo derechos constitucionales, al menos hasta que Sánchez se ponga una corona de laurel de lata o una gorra caqui. La justicia tendrá que determinar si el papel era cualquier papel o era el papel, pero aunque sólo tengamos algo así como el relato de Colombo, sin la prueba definitiva, sin el reloj atrasado o la colilla machacada que lo demuestren, la explicación que deja esta hipótesis es diáfana: Sánchez, loco de rabia, busca desesperadamente algo con lo que contrarrestar lo de Begoña, sus soldados encuentran lo del novio de Ayuso, MAR les cuela un caballo de Troya o quizá un ratoncito relleno de dinamita, como en algo de Pixie y Dixie; se ordena contrarrestarlo desvelando información confidencial del aguililla y se ataca con eso desde todos los frentes, desde el pobre Lobato, con el papel temblón como el huevito pasado por agua, a los ministros de la secta del bulo como una secta de Baal, pasando por los tertulianos de la escolanía, con marbete y partitura.
Lobato, además, se planta ante todo un señor notario, a García Ortiz empiezan a mirarle bajo los faldones. Es decir, ya piensa en la supervivencia más que en la lealtad
El cui prodest no puede ser más evidente ni más humeante. Lobato, además, se planta ante todo un señor notario, que no hay nada que dé más pereza en esta vida, justo cuando a García Ortiz empiezan a mirarle bajo los faldones, lo que indica que veía posible el delito, temía pringarse y quería protegerse. Es decir, ya piensa en la supervivencia más que en la lealtad, que como decíamos el otro día con Aldama es lo que hace cualquier soplón, da igual que sean soplones con millones o soplones con sólo un papel como un as de picas de película o una partida de nacimiento de culebrón. Ya sólo queda saber si el papelito es el papelito o es sólo una copia del papelito, que igualmente no puede salir sino del mismo sitio. Si es, y el propio Lobato cree que es probable y por eso se va al señor notario, que nadie va al notario para nada como nadie se inculpa para nada; si es, decía, las manchas de sangre ya no conducen a un funcionario descuidado ni a un fiscal con cuello alto y pies de gato, sino al mismísimo colchón de la Moncloa, rodeado de escribas, barberos y esbirros, que es lo que sería lógico aunque no esté probado.
Lobato, por miedo o por venganza (su sillón también temblaba, como el juego de té) nos ha dejado otro camino que conduce a Sánchez, mientras la escolanía de ministros y tertulianos con velita ya no sabe a qué acudir. El mismo PSOE está desconcertado o atrapado, porque si esa conversación de WhatsApp no contiene nada comprometedor, e incluso puede probar por la cronología que no era el origen de la filtración, no tiene sentido el “linchamiento”. Si se fijan en la escolanía, están más que nada con lo del feo a la compañera, como si Lobato hubiera enseñado su foto en tetas; con lo del bulo desmentido y con el hortera del novio de Ayuso y su paralela o su Lamborghini (era un Maserati, pero Sánchez sólo entiende de helicópteros para arriba). O sea, que no debe de haber mucha defensa, puede que todo lo contrario, en esa cronología que decimos. Quizá ya no tienen defensa para nada, sólo el guapo que habla, cada vez más pálido y más increíble. Se iban a quitar de en medio a otro triste del PSOE de Madrid, como un mimo del Retiro, y les ha salido otro soplón, que en la agonía del sanchismo y del año están de temporada, como las castañas.
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