A Pedro Sánchez van a tener que montarle algo bonito para el congreso del PSOE, algo como lo de la India, con flecos y pañolones, con carrozas de ganchillo y espumillón de belén, con elefantes de loza y flores de trapo, como un salón de la abuela o un concejal rey mago. Yo creo que todo el PSOE es ahora como una despedida de soltero, entre la fiesta salvaje y forzada y la tragedia inaplazable. Sánchez necesita eso, fiesta y conejitas, colegas y niebla mental, besos pagados y champán en el zapato, sentirse el rey de la casa y de la noche con la corbata en la frente y sal en los ombligos. Más cuando en el altar no lo espera una novia con margaritas en el pelo sino un pelotón de jueces y soplones que está rodeando a su familia, a sus colaboradores, a sus ministros y a su partido. Mientras el PSOE le monta a Sánchez la piscina de bolas o la piscina en bolas, todos estarán pendientes de lo que declare en el Supremo Juan Lobato, al que han echado por no aceptar, al menos sin rechistar, lo que podría ser la orden directa de la Moncloa de participar en un delito.

En Sevilla, en el Palacio de Congresos, donde aún recuerdo cómo coronaban a Susana Díaz como a una Virgen barroca, preñada de oros templarios y rezos de pobre, devorada por los micrófonos como por las flores; allí, Pedro Sánchez se va a montar él mismo la exaltación, la apoteosis, el desagravio, el guateque, el columpio, como un niño rico con amiguitos comprados. Allí lo van a bordar de besos y mentiras, como hacen las abuelas y las criadas, mientras de reojo todos miran las noticias, los autos de los jueces, los salivazos de los soplones y de los escocidos, los indicios y las pruebas que lo van acorralando en su colchoncito, donde resiste o sólo se refugia en posición fetal. El PSOE aún aplaude a Sánchez cuando entra en el Congreso con seda en los muslos y tirón de ingle, como un torero, y también lo van a aplaudir en Sevilla, por supuesto, como si fuera una infanta de boda u otra Virgen preñada o incendiada por el Espíritu Santo o el manierismo. Pero en el PSOE también están empezando a pensar que una cosa es aplaudir con los ojos cerrados, como hace María Jesús Montero, igual que un bebé de trona, y otra cosa hundirse con Sánchez en su borrachera loca.

Lobato es el primer socialista que no se limita a señalar que Sánchez no es un buen socialista, o no es socialista, o a lo mejor ni siquiera es político, sino que deja claro que no va a pringar en un delito

El congreso del PSOE no es que vaya a ser pacífico, que es lo que se tenía planeado, sino macabro, con la gente forzando la alegría, como en una conga, entre flases de agonía y destrucción. Lobato creo que va a ser más importante para el PSOE que Page, criticón de velador y ensaimada, y hasta que Aldama, que no deja de ser un villano de guiñol. Lobato se dio cuenta de que una investigación que llegaba hasta la Fiscalía General del Estado, que de repente era registrada como el chalet de un narco de mi pueblo (sólo faltaba el fiscal general en calzoncillo blanco y con colgante de Camarón), era algo muy serio. Igual que se dio cuenta de que ese papelito goteante que le ordenaron sacar desde la Moncloa podía ser de origen delictivo y eso lo convertiría a él en cómplice. Lobato es el primer socialista que no se limita a señalar que Sánchez no es un buen socialista, o no es socialista, o a lo mejor ni siquiera es político, sino que deja claro que no va a pringar en un delito ni por el partido ni por el líder, que en realidad ahora son la misma cosa y en Sevilla lo vamos a ver.

El congreso del PSOE no va a ser ni pacífico ni político, sino aterrador. En el plenario con desfiles de muñecos, en las mesas con ponencias de pega y en los puestos con merchandising milagrero, como puestos de Lourdes, sólo van a estar pendientes del móvil, que en cualquier momento puede aparecer otro soplón, o caer otra bomba, o hasta descolgarse por allí los GEOS. Ahí tenemos ya a otro nuevo personaje, la empresaria Carmen Pano, otra a la que le da por inculparse sólo por fastidiar a Sánchez, y que asegura que llevó 90.000 pavos envueltos en plástico a la segunda planta de Ferraz, donde se los cogieron como si fuera un pedido de bocatas. Mientras, se espera a la empleada de la Moncloa que no es que le llevara a Begoña Gómez la agenda de visitas, ni los encargos de flores, ni las citas en la peluquería, sino que pedía dinero a las empresas para que le subvencionaran a la presidenta cursillista sus aires de grandeza académica. Y lo que vaya saliendo de Lobato, y de Aldama, y de la UCO, y de la Moncloa, que van a terminar llamando hasta a la que pasa el plumero. Y lo que vaya saliendo de los pringados que ya no quieren pringarse más, menos por un muerto viviente, por muy torero que sea. 

En Sevilla habrá fiesta ruidosa, falsa y triste, como esas bodas ruidosas, falsas y tristes. A Sánchez, por supuesto, no lo veremos temblar. Podrán imputar a su señora, a su hermano, a su fiscal general, a sus ministros, a sus cargos de partido, a sus manos derechas (que ya son varios o varias); podrán imputarlo a él mismo, y no sólo no se irá sino que no cejará. Sánchez dirá lo de siempre, como un pregonero, en esa Sevilla que clava y desclava a sus cristos y a sus políticos en una ceremonia cíclica y bulliciosa. Sánchez dirá lo de siempre y el PSOE aplaudirá entre faroles y lutos, entre lujos y llagas, entre cenas y entierros. Lo que ocurre es que alrededor de Sánchez también empiezan a pensar en la supervivencia, que no es sólo el primer interés de los soplones sino de los políticos. El gran tema del congreso, con tembleques y susurros, será si todavía se vive más con Sánchez o es mejor ir abandonando la nave antes de que lleguen el sucesor, el votante o la policía. Más vale que le monten algo bonito, por si es su último congreso como su última cena de mesías, de rey, de hombre libre o de torero vivo.