La rehabilitación de Manuel Chaves y José Antonio Griñán (ex presidentes de la Junta de Andalucía, condenados por el Supremo por los ERE y exonerados parcialmente de culpa por el Constitucional) era toda una declaración de intenciones sobre el significado del 41º Congreso del PSOE.

La nueva Ejecutiva socialista no es más que la continuación de la que ya había, porque era difícil superar en fidelidad al líder a los que ya formaban parte del órgano de dirección de partido. Un añadido a reseñar: la incorporación de la delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Pilar Bernabé, tan responsable como Mazón de no haber instado a declarar la emergencia nacional el día 29 de octubre, lo que hubiera evitado algunas víctimas y aliviado la sensación de abandono en el que se encontraron los cientos de miles de ciudadanos afectados por la DANA. Otro gesto, coherente con el aplauso cerrado a Chaves y Griñan, que refleja la esencia del Partido Socialista bajo el mandato de Pedro Sánchez.

En la cúpula se mantienen María Jesús Montero (a cuyo jefe de gabinete Víctor de Aldama ha declarado que le pagó 25.000 euros), y Santos Cerdán (a quien el comisionista afirma haberle dado 15.000 euros). Ellos han sido los puntales de la legislatura que se inició tras las elecciones del 23-J de 2023. Ella, negociando cesiones fiscales con los independentistas; él, viajando a Bruselas para cerrar el apoyo de Carles Puigdemont, a cambio de la amnistía, a la investidura de Sánchez. Con ese bagaje, ¡cómo no iban a estar en el núcleo duro del presidente y secretario general del partido!

Hasta Esther Peña –es difícil encontrar un perfil más sectario y menos convincente– sigue como portavoz.

No hubo ni una sola mención a los casos de corrupción que investiga la Justicia, pero el secretario general tuvo el respaldo del 90% de los delegados

Al margen de los nombres, que siempre suele ser lo más importante de este tipo de eventos, la ponencia política tampoco pasará la historia. Con reseñar que el modelo de financiación aprobado contenta tanto a Salvador Illa como a García Page está todo dicho. ¿Para esto hacía falta un Congreso?

Luego quedan, claro, los mensajes, los canutazos. Y ahí es donde el PSOE se revuelve contra todo lo que queda fuera de su ámbito de influencia. El fango, el fango que va desde el PP a Vox, desde los digitales (sin distinción), a los jueces. Tendrían que medir un poco más su victimismo, porque cada vez les queda menos gente que meter en el saco de los bulos y las mentiras. Desde que llegó Sánchez al poder hay que ver lo que ha aumentado el número de mentirosos en nuestro país. Ahí estuvo bien el presidente de Castilla La Mancha, que reclamó "menos victimismo y más autocrítica". Ja.

El nombre de Juan Lobato sólo estuvo en labios de los periodistas. Tan sólo García Page se refirió a él con aprecio. Para la mayoría, era esa persona de la que usted me habla, alguien a quien borrar de la memoria. Mientras, Oscar López ya ejercía de candidato a liderar el PSOE de Madrid y la jefa de su Gabinete, cuando él era jefe de Gabinete del presidente, Pilar Sánchez Acera, se paseaba por entre los delegados del Congreso huyendo de preguntas incómodas. Ni siquiera dio razón de por qué había dimitido de su cargo de consejera de Paradores Nacionales justo el día en el que Lobato declaró en el Supremo. Será casualidad.

Sánchez, como era de esperar, salió elegido con un apoyo del 90%. A la búlgara. Este es el partido que ha construido, un partido en el que, ni siquiera en las peores circunstancias, se levanta la voz, se escucha la crítica.

Concluyó el secretario general el cónclave sevillano con un discurso eufórico, en el que apeló a los militantes a ganar en 2027 (en un lapsus dijo que el partido ya ganó las generales en 2023), aunque las últimas encuestas muestran a un PSOE alicaído, que no supera los 110 escaños, mientras que la suma de PP y Vox alcanza los 190. Menos el CIS, es natural.

Situó Sánchez como principal reto para los próximos años combatir a la extrema derecha (Vox) y a la "derecha rehén" (PP), a las que atribuyó todo tipo de males y acusó de querer echar abajo todas las conquistas sociales que han llevado adelante los socialdemócratas en las últimas décadas.

No dijo ni una sola palabra sobre los casos que investiga la Justicia y que han llevado a la imputación de su esposa, Begoña Gómez, o de su hermano, David; y también eludió referirse a la imputación del fiscal general del Estado. ¿Quién se acuerda ya de José Luis Ábalos, de su asistente Koldo García o del conseguidor Víctor de Aldama, comisionista que ha puesto en vilo al Gobierno y cuyo nombre sobrevoló el congreso como la amenaza de una feroz tormenta que no ha hecho más que empezar a desatarse?

Este 41º Congreso del PSOE no será recordado por su aportación ideológica, ni siquiera por las medidas que se acordaron (la promesa de esa Empresa Nacional de la Vivienda ya veremos en qué queda), sino por haber reafirmado con un apoyo casi unánime la dirección de un secretario general que lo ha rendido todo a la conquista del poder. En esto sí tuvo razón ayer Núñez Feijóo: "Los que le apoyan con sus votos, se han convertido en sus cómplices".