Antes de que a Óscar López le pueda llegar el p’alante de MAR, esa especie de eslogan de La Casera o de Joe Rígoli que ha encontrado él para el desfile judicial del sanchismo, ya va p’alante a la manera monclovita, o sea con promoción y chorrafuerismo. Era la jefa de gabinete de López la que hemos visto en los wasaps, pasándole a Lobato el papelito de la muerte, como la mancha negra de los piratas. Por encima de esta señora, que se despertaba en la Moncloa como un recluta del coronel Jessup (“¿ordenó usted el código rojo?”), entre la bandera, el fusil, el delito, la obediencia y el café con mala leche o gotita de cianuro; por encima de ella, decía, sólo estaba el propio Óscar López y ya Pedro Sánchez. Siguiendo no ya el sentido común, sino el escalafón, el que viene detrás, con su cosa de señor que le lleva el paraguas al jefe, es López. Pero a Sánchez esto le da igual y lo va a nombrar nuevo líder o sepulturero del PSOE de Madrid, ese osario entre botellines ayusers. Nadie hace un congreso como el del pasado fin de semana para aceptar la realidad, claro.
El sanchismo sigue adelante así, metiéndose todos en un crucero varado, a ponerse collares de cocos unos a otros, y devolviendo luego a la gente a una realidad confundida con el sueño, con la resaca o con la sitcom clásica, en la que todo vuelve a la normalidad incluso después del episodio más loco. López ya iba a ser el sustituto de Lobato antes de que se descubriera lo del papelito con cianuro (el cianuro era más para él que para Ayuso), y así debía seguir siendo. Igual que Santos Cerdán tenía que seguir siendo ese secretario de organización como con delantal de carnicero que es él, y María Jesús Montero, con su cosa de hermana de Marge Simpson, tenía que seguir siendo vicesecretaria general de chunguerío y mojigangas. Es lo que se llama estar en negación, y para eso suelen ayudar mucho las ceremonias de exaltación, redención o purificación. Fíjense que estos prendas cantaron La Internacional (Sánchez cantando La Internacional era como ese nuevo consejero heavy de TVE que ha prometido el cargo con chupa y pelucón y parecía que juraba lealtad eterna a la litrona).
Sánchez piensa que si él olvida o ignora todos los demás olvidan e ignoran, y que con un congreso makinero ha pasado a todo el PSOE y a todo el país como por la burundanga
Sánchez piensa que si él olvida o ignora todos los demás olvidan e ignoran, y que con un congreso makinero o un telediario llevado por los electroduendes ha pasado a todo el PSOE y a todo el país como por la burundanga. Óscar López también es sanchismo con burundanga, aunque quede raro, como un señor notario con burundanga, que a lo mejor al notario de Lobato no le llegó suficiente dosis y por eso estamos ahora así. López ni siquiera es consciente de esos wasaps de su subordinada, de ese papelito ni de ninguna operación de Estado contra particulares pelagatos. Sólo recuerda al novio de Ayuso riéndose mucho en su Maserati, escuchando a Taburete entre botellines con la cara de camafeo de su novia y la propia cara de camafeo de su novia en el hombro con jersey en los hombros. Por supuesto, esos trabajadores de la Moncloa que se levantan con la corneta y el cuchillo también volverán a su escritorio con cactus sin saber muy bien si han filtrado el café o información confidencial, si han mandado un ramo de rosas o un botijo con cianuro, como un botijo con anís, a la señá Ayuso o a quien sea.
Óscar López va promocionándose, o quizá desmoronándose, sin dejar de parecer un vendedor de máquinas de escribir que ya no hay (dije el otro día que era como el Bolaños del futuro, pero es más un Bolaños del pasado, como un abuelo de Bolaños con sombrerera o bigotera, quizá con la Olivetti en esa sombrerera en la que venían las Olivettis). Así es la promoción sanchista, que enseguida se pasa del sotanillo de la Moncloa a los ministerios y de los ministerios a los primeros auxilios o quizá a la extremaunción orgánica. No debe de ser demasiado importante un ministerio, que de repente te puede tocar ir a Europa para hacerte fotos con el Atomium o ir a estrellarte contra Ayuso como contra la Cibeles. Pero todo el sanchismo es un olvido venenoso, y lo menos escandaloso es que Óscar López, el jefe de la jefa de gabinete sólo a un escaloncito de “El 1”, salga de ese congreso, como todo el PSOE, igual que de un after, acusado por el sol, sucio de luz como no se puede estar más sucio, dispuesto a seguir como si no pasara nada.
Sánchez ha olvidado todo lo que vieron nuestros ojos, el insomnio de Podemos, el no pacto con Bildu, los feos indultos a políticos y las feas puertas giratorias, la amnistía constitucional / inconstitucional, el feminismo antipunitivo, la saga / fuga de Puigdemont, el Sáhara libre / regalado, los millones prometidos para volcanes o viviendas y los millones quemados en las vacas de los ERE, y también las actas notariales salpicadas de cianuro por sus empleados. Con mucha más razón ha olvidado cosas que no hemos visto, o que no han ocurrido, o que habiendo ocurrido no le incumben. O sea, Delcy aterrizando / flotando; la señora que recibía en la Moncloa, como en un palacio filipino, lo mismo a floristas que a patrocinadores; lo que cuentan de un fiscal general arrastrándose por los suelos, buscando papelitos como un pendiente de Lola Flores; o las mordidas al pelotazo, a la señorita y al asado de su número dos y de los que venían detrás.
El sanchismo es olvido y chorrafuerismo, es así como va p’alante, un poco vomitona a vomitona y chupito a chupito. Aunque olvidar a Óscar López no va a ser ni lo más duro ni lo más importante. Yo es que ya ni me acuerdo de si era otro funcionario con paraguas, otro ministro que se fue montado en globo u otro poeta que se heló en Madrid con sus dos velas de mocos, como un tigre de dientes de sable. Y a los españoles y a los jueces creo que les pasa lo mismo. O sea, que nadie se acuerda de nada, si acaso del culito salsero de Sánchez. Y eso es demasiado potente para ser fango y bulo. Tiene que ser burundanga o lobotomía.
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