Lo más normal a estas alturas es entregarse a la desesperanza. Que sea lo que Dios quiera, pero, llegados a este punto, a lo mejor conviene cerrar los libros, evitar leer los periódicos, no escuchar a nadie y lanzar el televisor por la ventana. Si le cae a alguien encima, que le zurzan. Fatales casualidades del destino soportamos todos. El mundo es arena movediza e incertidumbre.

Probablemente, además, la víctima sea uno de ellos. Son mayoría. Están en todas las partes y seguramente incluso formemos parte de ese conjunto. No los adjetivaremos porque se (nos) ofenden (-emos). Les cuesta reconocer lo suyo. Siempre piensan que eso es cosa de los demás, pero en realidad ellos lo son. Algunos han vitoreado a Víctor de Aldama estos días atrás cuando le han visto en la calle. Incluso le han pedido fotografías.

Lo reconocía el otro día en el plató de Iker Jiménez su portavoz, un tipo que se vende como 'consultor de comunicación' y que se llama Ramón Bermejo, denominación propia de vino de mesa. Estos días, es la voz de Aldama delante de los micrófonos. El que se encarga de transmitir que su cliente, representado, o lo que sea, tiene un cargamento de pruebas contra gente poderosa y que está muy decepcionado con todos ellos.

Abusaban de él, ha llegado a sugerir. “Le consideraban casi como una caja registradora”, ha dicho, mientras hablaba de que pagaba en sobres a Ábalos, a Koldo y a Santos Cerdán. No parece inverosímil que existan indicios sobre las corruptelas ministeriales porque la propia Guardia Civil ya cuenta con unos cuantos que son palmarios. Aldama no es 'el pequeño Nicolás' -como le definió Félix Bolaños- y este caso apesta a cosas que harían caer a cualquier gobierno democrático. Ahora bien, este ‘empresario’ tampoco es alguien de fiar; ni mucho menos el español que viene a guiar al pueblo hacia la verdad. Sólo quiere evitar la cárcel, pese a que la merece. Si pretendiera esclarecer toda la verdad, a lo mejor hablaba de República Dominicana o explicaba todo lo que sabe sobre el inquietante Jorge Brizuela.

"No es trigo limpio"

Es evidente que no es alguien de fiar... O, mejor dicho, es evidente para todos salvo para periodistas incautos -o jetas- y ciudadanos que se han entregado a sus encantos. El propio agente de la Benemérita al que corrompió -siempre presuntamente- porfiaba de él y aseguraba que “no es trigo limpio”. Le llamaba 'el Gominas' y sabía que, tarde o temprano, le podía traicionar. Aldama les 'contrató' para que proveyeran a la trama de teléfonos móviles que fueran difíciles de pinchar, supuestamente, para repartirlos entre los miembros de la trama y conseguir así comunicaciones seguras.

Realizaron maniobras un tanto comprometidas, como la de 'trincar' abultadas comisiones a partir de los contratos de mascarillas que firmaron varios ministerios durante el primer estado de alarma. Los españoles se morían por cientos cada semana y ellos se propusieron enriquecerse. Existen documentales interesantísimos que se emiten en La 2 a la hora de la siesta, en los que jaurías de mamíferos carroñeros atacan a las presas que corren menos porque cojean. Lo peor es a veces les pegan unos cuantos mordiscos antes de que mueran, lo cual hace la experiencia especialmente angustiosa o cruel.

Forme o no parte de esta especie de carnívoro, Aldama también aseguró en la Audiencia Nacional que entregó un sobre con dinero al director de gabinete de María Jesús Montero para intentar conseguir un poco de aire de la Agencia Tributaria, dado que una de sus empresas, llamada Pilot Real Estate, estaba en apuros y necesitaba un respiro. Si es verdad esto que cuenta -y de esto no hay más prueba que el testimonio de un tipo imprevisible- implicaría una nueva estafa al ciudadano y una nueva muestra de que, en estos días, el contrato social implica aceptar que a uno le tomen por imbécil los caraduras que le rodean.

Los vendemotos

Aldama se incriminó delante del juez y eso confirma que a lo mejor es otro caradura. Un caradura al que le piden fotos y no dudo que hasta selfies, que son el equivalente al autógrafo contemporáneo. Ríete de mí más fuerte, pedirán algunos. Y digo algunos por ser optimista, dado que quizás sean mayoría. Son una fuerza motora... una locomotora hacia el precipicio. Compran motos y crecepelos, amarres y conspiraciones; contratan chamanes e hipotecas a 50 años... y demuestran fe ciega en auténticos impresentables a los que quizás acaben de conocer.

En último término, incluso a entregarse a un mesías o a un justiciero. "A algo hay que agarrarse", dicen, mientras depositan todas sus esperanzas en tipos como Aldama, pensando que después de tantos años con negocietes de dudosa legalidad -entre movimientos de oro para Venezuela-, está dispuesto a salvar al país, y no sólo a sí mismo. Hay que reconocer que este 'empresario' es listo. Al contratar a su representante y aceptar la invitación de Iker Jiménez, ahora hay quien le ha situado a la altura del héroe que necesita el pueblo.

Es curioso que todo esto haya sucedido tan sólo unos días después de que Begoña Gómez se diera un baño de masas en el Congreso del PSOE, al que asistieron también unos cuantos que también serían merecedores del adjetivo que no conviene especificar. Este país no tiene remedio: todo lo grave y lo lesivo deriva en un circo. Comenzamos por condenarlo y, al final, nos reímos de ello.

Cada vez hay que hacer más esfuerzos para no caer en la más absoluta desesperanza ante este panorama, en el que auténticos indeseables -sin referirme a nadie en concreto y sin dejarme a nadie por el camino- son considerados poco menos que como víctimas de conspiraciones o como héroes nacionales. La ignorancia y la imbecilidad -ése era el adjetivo- nos han comido vivos.