Ya la anterior Comisión Europea se empezó a preocupar por el crecimiento económico en Europa, constatando que se había quedado muy por detrás de EEUU, sobre todo desde principios de este siglo. De ahí el extenso informe Draghi, encargado directamente por Ursula Von der Leyen, cuyo objetivo es devolver a Europa a la senda del crecimiento. Hay que tener en cuenta que el hecho de que quien encargó este trabajo repita como presidenta de la Comisión implica que su contenido es muy posible que oriente su acción de gobierno.
Como una primera conclusión, el informe ofrece un buen diagnóstico de la economía europea. El principio inspirador del informe es que la competitividad se traduce en crecimiento económico y que el diferencial a favor de EEUU se debe a la mayor productividad del trabajador americano. Con una población estancada, el crecimiento solo puede venir de una mayor productividad, para lo que es necesario que la inversión en innovación crezca. Europa presenta un déficit de inversión respecto a EEUU y para corregirlo se necesitan 800.000 millones de euros anuales adicionales o, lo que es lo mismo, 5 puntos porcentuales del PIB.
Europa perdió el tren digital que se inició en los años 90s del siglo pasado y hay que recuperar el tiempo perdido. Las razones de este déficit de investigación en innovación son las siguientes:
- Baja inversión privada en investigación y desarrollo.
- Fragmentación del gasto público en I&D.
- “Ecosistema” de innovación descoordinado.
- Sistema financiero poco desarrollado, que no permite financiar estas inversiones.
- Obstáculos regulatorios y burocráticos.
Además, el informe incide en cuestiones que deben corregirse para lograr ese objetivo de crecimiento vinculado a la inversión en innovación. Uno de ellos es el de la formación de la fuerza laboral, que requiere una gama más amplia de habilidades que las básicas (alfabetización y matemáticas) y que debe incluir competencias digitales, verdes, STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), trasversales y de gestión. Todo ello dirigido no solo a los jóvenes que se van a incorporar a la vida laboral sino también a los mayores activos.
Otro de los temas tratados es el de los costes de la energía en Europa, que en electricidad son entre dos y tres veces más caros que los americanos y en gas tres o cuatro veces. Así es muy difícil competir. Este tema exige un análisis más en profundidad.
Hay que avanzar en simplificación administrativa, reduciendo la carga burocrática y regulatoria sobre las empresas.
Europa es la campeona de la regulación, lo cual es contrario a la innovación
También profundiza en la seguridad, entendida en un doble sentido. Por un lado, hay que garantizar el suministro de materias primas básicas, lo que exigirá inversiones y acuerdos comerciales a largo plazo. Por otro, la situación geopolítica exige reforzar la industria de defensa y lograr una mayor autonomía europea.
Respecto a cómo se va a financiar ese aumento de la inversión, el informe indica que se debe hacer con medios públicos y privados. De los primeros indica que hay que seguir el camino marcado por los fondos Next Generation EU, con endeudamiento de la UE.
Como ya se ha comentado, si bien el diagnóstico es correcto lo que falla en el informe es que no se plantea por qué se ha llegado a esta situación de falta de innovación. ¿Qué ha pasado en Europa para que nos hayamos quedado tan atrás?
No es la falta de inversión pública. Como señala el Banco de España, los fondos Next Generation EU no están consiguiendo que aumente la inversión privada, que sigue retrocediendo a pesar de los mismos. Aunque es pronto para decirlo, parece que estos fondos públicos van a las distintas administraciones y a sus empresas dependientes, aumentando la inversión pública.
Respecto al sistema financiero, no es que sea incapaz de financiar proyectos innovadores. Europa es una comunidad de ahorradores, como lo demuestra el fuerte superávit de la balanza por cuenta corriente, pero estos excedentes no se canalizan a financiar la inversión doméstica, sino que van a EEUU, a comprar acciones de empresas innovadoras. Europa carece de proyectos atractivos.
Europa es la campeona de la regulación, lo cual es contrario a la innovación. Una regulación detallista es una importante barrera de entrada y normalmente está hecha a la medida de las empresas existentes, a las que les resulta relativamente fácil adaptarse. Como muestra de este inmovilismo, en nuestro continente todas las empresas con una capitalización bursátil superior a cien mil millones de euros tienen más de 50 años. En EEUU, todas las que tienen un valor superior a un billón de dólares son más recientes y pertenecen a las nuevas tecnologías. La innovación exige un entorno de libertad económica que en Europa no tenemos. En resumen, más mercado y menos regulación.
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