La declaración del ex ministro José Luis Ábalos ante el Tribunal Supremo no aportó ninguna luz sobre la trama de corrupción que, hasta ahora, investigaba la Audiencia Nacional apoyada en la información aportada por la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil.
Ábalos descargó en su asistente Koldo García las decisiones importantes sobre la compra de mascarillas por parte del ministerio del que él era titular y dijo que a Víctor de Aldama, el comisionista de esa operación y de otras muchas, nunca le pidió nada, aunque comió con él tres o cuatro veces.
Por su parte, Koldo García, en entrevista a El Confidencial, en lugar de revolverse contra su antiguo jefe, alaba su declaración, concluyendo que "ha dicho la verdad". "Entiendo que esté un poco enfadado con mi persona", admite casi avergonzado. El martes declara Koldo ante el mismo instructor, Leopoldo Puente, que Ábalos y un día después de que lo haga Víctor de Aldama. Veremos lo que dice entonces. Me temo que se mantendrá en esa línea de negar que cobró alguna comisión, pero que asumió un papel que no le correspondía, para respaldar con su testimonio lo afirmado por el ex ministro y ex secretario de Organización del PSOE.
Si había alguna duda de la existencia de un pacto a tres bandas Ábalos/Koldo/PSOE antes de la declaración del ex ministro, ahora podemos afirmarlo con seguridad. La defensa tanto de Ábalos como de su asistente, en conexión con el PSOE (aquí el personaje clave es Santos Cerdán), han decidido negarlo todo, protegerse y echarle toda la culpa al "nexo corruptor" Víctor de Aldama. Ayer, en la sede del PSOE se respiraba alivio. Ábalos está a un paso de ser rehabilitado.
Sin embargo, crear una realidad ficticia, como la que el jueves dibujó Ábalos, resulta muy complicado cuando hay tantas pruebas e indicios de su falsedad.
En el propio relato del ex ministro de Transportes hay una contradicción tan flagrante que lo convierte en inverosímil. Ábalos declaró que utilizaba a su asistente casi como a un botones. Incluso le mandaba a comprar tabaco o medicinas. Pero, al mismo tiempo, le permitía tomar decisiones del más alto nivel, y, por lo que declaró, en algunos casos sin su consentimiento.
Ábalos nos quiere hacer creer que el asistente a quien mandaba a comprar tabaco era la misma persona que cortaba el bacalao en el ministerio
En el informe de la UCO remitido a la Audiencia Nacional el pasado 9 de octubre se recogen con mucho detalle las andanzas de Koldo García. Y no se trata de indicios, sino de pruebas. Veamos algunos ejemplos. El 17 de agosto de 2020, Koldo envió un audio de WhatsApp al entonces presidente de Canarias (hoy ministro de Política Territorial y Memoria Democrática), Ángel Víctor Torres, en el que le habla con total familiaridad: "Ángel, mira, perdona que te moleste...". En dicho audio, le informa de que ya se han cobrado los 5 millones de las mascarillas y aprovecha para recomendarle a una empresa, Megalab (también parte de la trama capitaneada por Aldama), que se dedica a hacer PCR. Y le informa: "Tiene conocimiento el ministro". ¿Qué ministro? Ábalos, por supuesto.
El 16 de octubre de ese mismo año, la presidenta de La Rioja, Concepción Andreu, le pasaba por WhatsApp a Koldo el contacto de su consejera de Sanidad, Sara Alba Corral, contacto que éste transmitió después a Aldama, para hacer negocios con dicha autonomía.
Pero antes, el 17 de agosto de 2020, Koldo se puso en contacto a través de WhatsApp con la entonces presidenta de Baleares (hoy presidenta del Congreso), Francina Armengol, para proponerle la contratación de tres empresas de la trama: Eurofins, Megalab y Fertinvest. Armengol le pasó a Koldo el contacto de su consejera de Salud, Patricia Gómez Picard, a lo que éste contestó con un cariñoso: "Vale cariño te mantengo informada".
Son sólo algunos ejemplos de la capacidad que tenía Koldo para acceder a políticos del máximo nivel y, lo que es todavía más sorprendente, conseguir siempre sus objetivos.
Y ahora viene la pregunta clave: ¿Cabe pensar que un asistente, sin cargo en el Ministerio de Transportes, mantuviera un trato tan directo con presidentes de distintas autonomías (eso sí, todas controladas por el PSOE), si estos no supieran que detrás estaba el todopoderoso Ábalos? No tengan ninguna duda de que cuando Ángel Víctor Torres, Francina Armengol o Concepción Andreu recibían una llamada de Koldo García, sabían que quien les estaba hablando era la mano derecha del ministro y secretario de Organización del partido.
Es cierto que Koldo se vino arriba al ver cómo se doblegaban ante él personas tan importantes. Incluso llegó a atribuirse un papel relevante en el rescate de Air Europa. Aquí reproduzco una conversación con Aldama que resulta casi enternecedora: "Hay cosas que nunca podré decir pero estoy muy contento de lo que es capaz un ser humano sin estudios y hacer que empresas y gobiernos se entiendan". Antes de esta autoloa, Koldo había escrito: "Soy la ostia".
Koldo García no se contentaba con aparentar. También tenía su corazoncito. A parte de su sueldo, Ábalos le tenía colocado como consejero de Renfe y de Puertos del Estado (cargos para los que se desconocen sus cualidades). Y, por supuesto, Aldama le pagaba todos los meses 10.000 euros libres de impuestos. Según la UCO, su hermano Joseba hizo algunos viajes a República Dominicana para recibir dinero en efectivo para Koldo. Una familia muy unida.
No creo que Ábalos sea tonto. Pero quiere hacernos pasar a todos por tontos. Su versión ante el juez de que el piso en la Plaza de España, donde vivía su amiga íntima Jesica, lo pagaba Koldo porque eran amigos, es tan increíble como su tesis de que él nunca recibió mordida alguna de los negocios que Aldama conseguía gracias a su mediación, directa o indirecta, a través de su asistente.
Nos esperan días interesantes en el Supremo. Aldama ya ha aportado algunos datos que apuntan al ex ministro como el mayor beneficiario de una trama de corrupción que contaminó varios ministerios durante años. Consuela saber que, además del juez, además de la UCO, el fiscal jefe de Anticorrupción, Alejandro Luzón, está cumpliendo con su papel y no se traga el cuento del ministro que no sabía nada y su asistente plenipotenciario. Veremos cuánto aguanta el pacto de la omertá.
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