No habían pasado muchos años desde el 23-F cuando apareció en el paseo marítimo de Benidorm un producto, en barro y pintura acrílica, que representaba a Antonio Tejero. Mentiría si afirmara que sólo existía un modelo, dado que en algunos casos las asas ejercían de orejas y, en otras, de brazos. También era diferente el tamaño del tricornio, la frondosidad del bigote, la anchura el uniforme; o los adornos del vientre -distintos en cada caso- y, especialmente el caño, que solía ser más abultado de lo normal, quizás para que el agua conservara una temperatura más fresca.
Lo que parecía una broma socarrona -incomode a sus visitas ofreciéndoles agua-, resulta que era un acto de exaltación fascista de primer orden. Un mini-atentado democrático. Un pecado venial, pero pecado, de los que le impiden a alguien aspirar a ilustre o respetado. Hacer mofa o befa con un episodio oscuro de nuestra historia equivale a quitarle hierro. Fabricar botijos de Tejero era algo similar a fundir una estatua ecuestre de Nerón. Estábamos rodeados de canallas y no lo sabíamos. “Debimos insistir más en la Transición para evitar estas cosas”, dijo un tertuliano de LaSexta el jueves.
El problema no se ha corregido. Nada más lejos de la realidad. Hace no mucho, un descerebrado ha tenido la idea de reivindicar el fascismo mediante la realización de un vídeo con inteligencia artificial en el que aparece Aitana cantando Cara al sol con tono suave e íntimo. Cualquiera con dos dedos de frente está capacitado para detectar el montaje, pero, ciertamente, aquí el problema no son los crédulos y el impacto negativo que generan en el PIB. La cuestión que debe preocupar es el fascismo y sus nuevas formas de exaltación, como la que implica dulcificar un himno militar fascista. ¿A quién se le ocurre hacer una broma en internet que puede dar lugar a confusión?
Terror en LaSexta
Ese tipo de estrategias -hacer del falangismo y su superchería penosa algo friendly- han provocado un reverdecer del sentimiento franquista en los jóvenes. Así lo alertaba este jueves Conspiranoicos, que es un programa que emite LaSexta en la misma franja de Horizonte, en un acto de contra-programación que resulta tanto o más evidente que el de David Broncano con Pablo Motos, pero que en este caso tiene algún matiz particular. ¿Qué pensarán en Moncloa de que Atresmedia ponga un competidor hostil a Iker Jiménez, en el que han llegado a señalar la rusofilia de Rubén Gisbert o de Marshall Baños? Qué cosas pasan.
El programa de la cadena verde mostraba varios ejemplos "preocupantes" sobre el renacer de la ultraderecha, por ejemplo, el que hayan surgido vídeos en TikTok de un gato que tiene un bigote parecido al de Hitler; o que haya algunos desubicados que se refieran al despreciable genocida alemán como “el pintor austriaco” para “burlar la censura del algoritmo”. Los periodistas de este espacio alertaban de los actos de exaltación a Franco en las redes sociales, que se sustancian en documentos como uno en el que su rostro aparece pintado en el firmamento mientras suena la canción ¿En qué estrella estará?.
Mientras se sucedían las imágenes de exaltaciones franquistas -como un fondo de escritorio de la bandera avícola o una app que convierte todos los iconos del teléfono en rojigualdas-, uno de los contertulios estallaba y afirmaba: “Es que el PP es un partido con muchas reminiscencias franquistas que busca el voto franquista”. Otra, sorprendida, negaba la mayor; a lo que su compañero de mesa añadía: “¿Pero tú has escuchado el discurso de Ayuso?”. Al poco, aparecían otra vez los memes franquistas y se repetía eso de "esto en Alemania sería impensable".
Los fastos para Franco
Mezcla LaSexta churras con merinas y eso no es casual. De hecho, se percibe cierta sincronización con la línea argumental del Gobierno, que pretende volver a sacar a Franco a pasear para intentar apartar la vista de otros temas candentes, relacionados con su debilidad parlamentaria, sus corruptelas y derivados. Tal es así que Pedro Sánchez ha anunciado que, en 2025, con motivo del 50 aniversario de la muerte del bicho, organizará un centenar de actos en España para poner en valor los logros de la democracia y -entiéndase- poder así desviar a los jóvenes de su desvarío franquista.
De vez en cuando conviene atorrar con la ultraderecha para evitar que la gente se olvide del problema, mayúsculo. No hay nada mejor que recordar a Franco durante 100 días para olvidarle definitivamente. En éstas, El País publicó por hace unos días un barómetro de 40db del que se ha destacado un dato, y es que el 24,9% de los jóvenes de entre 18 a 24 años son de Vox, frente al 20% del PSOE y el 11,2% del PP. La juventud es muy de derechas, ¿por qué será?
La respuesta sencilla es la que ofrecen los medios pro gubernamentales: todo esto es cosa de las redes sociales y de las campañas de intoxicación y bulos que realizan en ellas los ultras, que contribuyen a inyectar en los jóvenes el amor por un dictador, cosa estúpida y absurda, por cierto... pero digamos que la cosa tampoco está para tirar cohetes.
La bala en la recámara
Ese mensaje implica ponérselo demasiado fácil a quien gobierna, y eso no es causal. Porque supone lanzar balones fuera, culpar al muerto y a sus nostálgicos y evitar tratar los temas que preocupan a los jóvenes, que son los que generan en su alma desilusión y desencanto; y los que les llevan a escuchar las voces mesiánicas de los rebeldes, los nostálgicos, los radicales y los tontos. Pero, sinceramente, con un mercado laboral roto, un inmobiliario inaccesible, una realidad demográfica infranqueable y un poder adquisitivo raquítico, a lo mejor el análisis debería comenzar por aquí... y no por Franco.
O a lo mejor simplemente se podría abordar la cuestión de la rebeldía juvenil desde un prisma más completo; y advertir que las cabezas las confunden lo mismo los ultras infectos que quienes lanzan argumentos tan mesurados como el que afirma eso de “la mitad de la población nos mata” o el de “un hombre es un violador en potencia”. Con los ultras ocurre algo curioso: siempre lo son los de al lado, pero nunca los míos.
Entra dentro de lo normal, en cualquier caso, que un joven contemporáneo se sienta confundido cuando observa que está condenado a ser un paria, mientras sus padres tuvieron la opción -con trabajo duro, pero la tuvieron- de comprar el paquete casa, coche, hijos, educación, vacaciones con un salario. A lo mejor habría que empezar a reconocer que su situación es mucho más complicada, que existe una evidente degeneración de las condiciones de vida y que eso forma parte de un contexto internacional complejo que no solucionaría un caudillo redivivo o cuatro falangistas (idiotas rojipardos) trazando las políticas públicas.
Sea como sea, atribuirle todo el mérito de la resurrección del abuelo Patxi a un diputado bocazas de Vox, a los memes y a la memez juvenil es injusto. Porque desde la izquierda patria ha existido siempre un interés desmedido y casi erótico por la figura del dictador, a quien no dejan morir por cuestiones electorales. Como no se le puede volver a enterrar, desenterrar y enterrar de nuevo, en 2025 se le recordará de cien maneras. ¡Cien!
Los medios de la cuerda del PSOE ya están allanando el terreno para que no parezca extraño o excesivamente oportunista. Así que incluso fabrican programas en los que alertan del peligro que entrañan los memes, dado que resucitan al caudillo y una época que, en realidad, estuvo exenta de gloria y de decencia. Mientras tanto, en la competencia, Víctor de Aldama lanzaba alabanzas a Íker Jiménez y le daba recuerdos para su familia.
Qué España más estúpida la de nuestros días, empeñada en resucitar fantasmas y en adorar a los fantasmones. Ojalá volviera la del botijo de Tejero, cuando todo eso sólo causaba carcajada y la gente tenía más claro que a los desubicados y desnortados era mejor no hacerles caso ni contestarlos.
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