Había gran expectación ante la declaración en el Supremo de Víctor de Aldama. En primer lugar, porque él mismo, cuando salió de prisión, tras su testimonio ante la Audiencia Nacional, y para contrarrestar el escepticismo de algunos de los aludidos por él, dijo que había pruebas de sus acusaciones y que estaba dispuesto a hacerlas públicas. Además, su presencia ante el juez Leopoldo Puente venía precedida por la del ex ministro José Luis Ábalos que, el pasado jueves, le dejó por mentiroso y descargó en su asistente, Koldo García, las sospechas de cobro de comisiones.

Lejos de responder a esas expectativas, Aldama se limitó a entregar al juez un pantallazo con unas notas manuscritas de Koldo, en las que, supuestamente, figuran algunas de las empresas que pagaron mordidas a la trama por la adjudicación de obras licitadas por el Ministerio de Fomento durante el periodo en el que Ábalos ocupó dicha cartera.

Al margen de ese aporte documental poco valioso, se limitó a dar cifras sobre el dinero que él le dio personalmente al ex ministro (175.000 euros); a estimar la cuantía de las comisiones que, también supuestamente, pagaban las constructoras (entre el 1% y el 1,5%), y, quizás lo más relevante, a revelar que una parte de las mordidas era para financiar al PSOE. ¿Pruebas? Ninguna. Según declaró Aldama, eso era lo que le dijeron a él Ábalos y Koldo. Punto. Como guinda de su relato, dijo que alquiló tres pisos en Madrid para que Ábalos, Koldo, y el ministro Ángel Víctor Torres mantuvieran en ellos encuentros privados, algunos "con señoritas".

Sobre el pago de 15.000 euros al secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, volvió a insistir en lo ya dicho en la Audiencia (que se los entregó en un bar próximo a Ferraz), y sobre el jefe de Gabinete de la ministra María Jesús Montero, indicó que la relación con él -incluida la demanda de una mordida- fue siempre a través de Koldo.

El "nexo corruptor" no aportó pruebas de las mordidas ni de que el PSOE recibiera parte de las comisiones

En resumen, no ha aportado ninguna prueba sólida que respalde sus tremendas acusaciones.

Hasta para ser corrupto, hace falta ser creíble. Sobre todo, cuando se está ante un tribunal.

El hecho de que el juez Leopoldo Puente le haya impuesto a Aldama medidas cautelares (le ha reiterado el pasaporte y le obliga a comparecer cada dos semanas ante la Secretaría de la Sala Penal del Supremo) supone que su testimonio no ha resultado demasiado convincente. La duda es si realmente el calificado por la UCO como "nexo corruptor" carece de pruebas o bien si no ha querido, de momento, mostrarlas al tribunal, lo que no es precisamente una prueba de su deseo de colaboración con la Justicia.

La frustrante declaración de Aldama no significa, sin embargo, que no haya caso. Hasta ahora, lo más sólido lo ha aportado un voluminoso informe de la UCO entregado a la Audiencia Nacional el pasado mes de octubre.

Perece claro que Aldama utilizó su relación con Koldo, y posteriormente con el ex ministro Ábalos, para lograr sustanciosos contratos públicos que le reportaron a él y a sus socios jugosas comisiones. También, que Aldama fue durante unos años un asiduo visitante del Ministerio de Transportes (antes Fomento), y que hizo favores a sus compinches. Hay un enriquecimiento de Koldo que sólo se justifica por ingresos inconfesables y, como mínimo, al ministro Ábalos la trama le pagó el piso de una amiga íntima y estuvo a punto de comprarle un chalet en Cádiz.

Ahora, la UCO tendrá que seguir las pistas que ha puesto sobre la mesa el comisionista. Veremos lo que se hay en sus móviles y en otros dispositivos que ahora se están analizando.

El caso, por tanto, sigue siendo peliagudo tanto para Koldo, como para Ábalos y, subsidiariamente, para el Gobierno.

Da la impresión de que Aldama, tras lograr un acuerdo con la Fiscalía, que avaló su puesta en libertad, se ha creído el rey del mambo. Ha decidido tirar por elevación, metiendo directamente al PSOE en el ajo, sin una sola prueba. Ha tenido alguna aparición pública, en la que se muestra muy seguro de sí mismo, y ha exhibido algunas de sus amistades, como la del responsable de la empresa Desokupa, Daniel Esteve, no sabemos con qué fin. No parece ser una buena estrategia de defensa.

Para derribar a un Gobierno, como parece que persigue Aldama, hacen falta algo más que conversaciones de WhatsApp y testimonios de terceros. Por ahora, Aldama no es más que un listillo que pretende convertirse en héroe.