Koldo García descendía de un taxi -de techo alto londinense- este martes a las 10 de la mañana para declarar en el Tribunal Supremo. Lo hacía en el mismo día en que Luis Bárcenas obtenía la libertad provisional tras pasar varios años en prisión. La coincidencia choca, pero no sorprende. Si alguien inventara una máquina del tiempo que permitiera desplazarse entre las diferentes épocas, se podría viajar entre unas y otras saltando de chorizo en chorizo. Del duque de Lerma a Bárcenas. De Bárcenas a Roldán; y de Roldán a Serrano, militar de los de 'todo por la patria', pero quien cuidaba en especial sus intereses particulares. Así proyectó una carretera entre Andújar y su finca de caza para llegar más pronto, mejor y sin mancharse los bajos del pantalón.

Es difícil saber cuántas veces ha pensado Koldo durante los últimos meses en el momento en el que fue detenido, pero la escena es de las que se tatúan en la conciencia y manchan la reputación con tinta china. Tampoco debería dejar indiferentes a los españoles. La casa del 'grandullón' -escolta, guardaespaldas, portero, asesor, consejero- fue asaltada por varios guardias civiles a finales de febrero. Iban equipados con pistolas, cascos y escudos; y anunciaron su llegada a voz en grito mientras la imagen se grababa con una cámara, situada en el salón. ¿Quién graba en directo la imagen de su casa?

García no fue cualquiera. Fue uno de los custodios de los avales de Pedro Sánchez en Ferraz y uno de los cuatro que se montaron en aquel Peugeot para recorrer España y convencer a su militancia. Una vez llegaron al Gobierno, fue asesor de José Luis Ábalos y consejero de Renfe Mercancías. El día en que le apresaron, su mujer advirtió a los policías que en la casa había una niña de 3 años. Recordaba aquello al episodio de Los Soprano en el que el FBI rompe la paz mañanera para registrar la casa del mafioso palmo a palmo. O al capítulo en el que su hijo pequeño pregunta a su hermana: "¿A qué se dedica papá?".

Existe el riesgo de que los televidentes que observan estos días el vídeo piensen que es ficción, al igual que la imagen del líder de Desokupa a las puertas del Tribunal Supremo, en ejercicio de la labor de escolta de Víctor de Aldama, ese personaje siniestro que siempre mira al mundo de perfil y con un gesto soberbio que recuerda al del Bruto, de Miguel Ángel. Curioso símil. Ambos personajes surgen de la putrefacción. De la lenta degeneración de un lugar. De la pérdida del rumbo de un país entero.

Bruto donde Iker

Sólo así se puede considerar héroe a un tipo como El gominas-apodado así por el Guardia Civil al que (presuntamente) sobornó- por su capacidad para poner en apuros al Gobierno. El pasado jueves, aparecía en el programa de Iker Jiménez en un sillón, lanzando avisos a José Luis Ábalos y saludos al conductor de la nave del misterio y a su mujer. Lucía erguido y desafiante. Bruto de nuevo. En el plató, le representaba otra vez el tal Ramón Bermejo, tipo misterioso, dizque comunicador, quien colaboró en su día en el proyecto de Dígame. El de Emilio Rodríguez Menéndez. Dani Desokupa y el abogado que posee en su despacho -visto por el que escribe- una colección de bastones y de dagas. 

Aldama señaló a Koldo García y a José Luis Ábalos por cobrar comisiones y beneficiarse de las coimas de una trama de corrupción en la que él sólo perseguía el lucro, pero en la que llegó a sentirse como "una caja registradora". Ellos han negado todo en su declaración. Nadie conoce a nadie. Ni idea de los hidrocarburos, de los sobres que presuntamente llegaron a altos cargos de Ferraz, de los chanchullos con las mascarillas… o de los pisos que Bruto ponía a disposición -dice- de Ábalos y del ministro Ángel Víctor Torres para que mantuvieran encuentros con terceros y terceras. De Bárcenas a los “apartamentos de señoritas”. Del “volquete de putas” de Marjaliza y Granados… a las loas a De Aldama cuando algún despistado se le cruza por la calle. De La Garduña a la escolta de Desokupa.

Tendrían cierta gracia los presuntos chanchullos de esta gente si no se hubieran desarrollado con dinero público o en plena pandemia, cuando los españoles morían por cientos cada día y había quien estaba pensando en cómo trincar comisiones con las mascarillas. Ábalos no sabe nada. Él hizo todo según “el procedimiento reglado”. Incluso lo de duplicar en 38 minutos, y sin razón explicada, el importe del contrato de material sanitario que le concedió a Soluciones de Gestión y Apoyo a Empresas. Ni siquiera sabían en el ministerio que Aldama estaba detrás de esa empresa. Ya es mala suerte…

Tampoco -entiendo- que tenían constancia de que organizó la llegada de Delcy Rodríguez a España… o de que el programa que prepararon incluía una cena -según De Aldama- con Pedro Sánchez, Salvador Illa, María Jesús Montero o el propio Ábalos. Ni siquiera estaría claro que el presunto corrupto de la trama -héroe de Horizonte- movía barras de oro entre Caracas y Moscú con escala en Zambia. Aquí nadie sabía nada. Todos callan y cuesta fiarse de cualquiera de ellos. Por lo que dicen, por sus trazas, por quiénes son y por lo que revela las investigaciones de la UCO.

Mientras, los españoles les ven desfilar en el Tribunal Supremo o apresados en su casa -chándal azul, con ribete blanco, Paulie Gualtieri- entre escudos, pistolas y gritos. “Hay una niña, hay una niña de 3 años”. Qué España tan tenebrosa.