Ábalos y Koldo lo niegan todo, Aldama presenta unos apuntes de carpintero, con códigos y números como de remesas de clavos, y ya hay ganas de enterrar el caso con esos mismos clavos de ataúd o de barril. La verdad, sin embargo, es que el caso está empezando. Algunos nos quieren convencer de que esto es un telefilm de después de comer, y que tienen que salir ya el mayordomo con hacha o la dama de invernadero con veneno de adelfa, a la primera insinuación con las cejas, antes de la siesta, o no hay película ni digestión. Quieren que nos olvidemos de la pasma, de la UCO y de los jueces, que cuando no son fachosfera son apenas antiguos magnetófonos de negro y plata, dirigiendo no una investigación sino un karaoke de señores avinados. Aldama es cierto que se vino arriba pronto, con su cosa de gorrón de feria picado con el camarero o con una china de clavel. Pero en realidad él no tiene que demostrar nada sacándose del bolsillo o de la peluca esas pruebas de último cuarto de hora de telefilm. Basta con que pueda encaminar a los investigadores.

Aldama, aunque vaya de gira mediática entre el orgullo, la venganza y la vergüenza, como Bárbara Rey, de momento no tiene o no ha enseñado el puñal con cuajarón ni la confesión en zumo de limón. Pero ya digo que esto no es una película de hora y media para dormirse con el gato, y además es seguro que sigue negociando porque el pillo siempre sigue negociando, hasta con el verdugo. Aldama, aunque pueda mentir, no tiene muchas razones para hacerlo. Es más, cada mentira o cada distracción reducen su ventaja y sus esperanzas y lo reconducen a la pota de guisantes y pelos en el trullo. Otra cosa es que tampoco tenga un cofre con la colección incontestable y repulsiva de pruebas, como trofeos de psicópata o exvotos de capilla. Supongo que uno no puede andar corrompiendo por ahí pidiendo selfis con los billetes y recibos por las mordidas. Tampoco se le exigía mucho más que caligrafía de tendero, cuentas de la vieja y sentido común a aquellos papeles de Bárcenas. Aldama no tiene que ser un santo varón, ni una máquina de la verdad, ni el albacea de toda la corrupción de España, basta con que proporcione información útil para esclarecer el caso.

Aldama no tiene que ser un santo varón, ni una máquina de la verdad, ni el albacea de toda la corrupción de España, basta con que proporcione información útil para esclarecer el caso.

A Aldama no le conviene mentir, pero tampoco le hemos cogido todavía una mentira, más allá de cierto pavoneo así como inflado de fachaleco. Ni siquiera era mentira lo de la CIA y el FBI, que parecía que lo siguiente iba a ser sacarnos un ovni. A Aldama, simplemente, se le exigía que nos llevara directamente al torreón del asesino, con farol y música de órgano, para quitarle la careta como en algo de Scooby-Doo, y eso casi nunca pasa así. Por el contrario, a Ábalos y a Koldo, que ya han hecho alianza como de piratas, dejando los mismos silencios y guiños de tuerto, y hasta al Gobierno y al propio Sánchez; a ellos, decía, sí les hemos pillado ya gruesos embustes o medias verdades sobre hechos y conocimiento de hechos. De todas formas, ya digo que seguimos o nos quieren tener en la película o en el juego de mesa, intentando adivinar quién dice la verdad o quién se esconde detrás del grosero disfraz de monstruo del pantano o de fantasma con zurcidos. Claro que se puede seguir jugando, si es lo que más entretiene ahora al personal.

Lo más gracioso de que Aldama mintiera sería que el propio Aldama dejaría de ser inmediatamente el “delincuente confeso” que dicen el coro de campanilleros del Gobierno y hasta el mismo Sánchez. Si no ha habido corrupción, entonces no puede haber corruptor. Y si Ábalos, Koldo y los demás señalados son inocentes, Aldama también lo es. ¿Por qué estaría entonces inculpándose un inocente? Es más, Aldama no sólo sería inocente sino que sería otro exitoso empresario, de ésos que surgen alrededor de Sánchez como por imposición de manos o por simple emanación de su carisma. Sánchez es tan inspirador que una cursillista puede acabar en una cátedra, un portero de puticlub puede acabar de factótum gubernamental y un aguililla como Aldama puede acabar de embajador plenipotenciario por ahí, o de engrasador en la planta noble de Ferraz. Y todo esto sin que haya habido más que negocios limpios y un patriotismo como de jamón serrano. ¿Por qué querría Sánchez y su Gobierno desmarcarse de este valioso e inocente activo? El caso es que Aldama no puede ser culpable si todos los demás son inocentes, y si no todos los demás son inocentes entonces el caso no sólo no está muerto, sino que no hay forma de que acabe bien para el PSOE.

Ábalos y Koldo lo niegan todo, Aldama sólo tiene un papel hecho un gurruño, como una nota de ditero, y una voz rota por las radios o por los sótanos, como un Garganta Profunda cazallero, hablando no ya de mordidas de particulares sino de financiación ilegal del PSOE. Aldama señala sin pruebas o señala hacia dónde hay que buscar las pruebas, pero no se puede ser tan vago o impaciente como para pretender que un testigo de cargo lleve toda la película. Que Aldama mienta y todos los demás sean inocentes no tiene sentido, porque significaría que su estrategia es inculparse a pesar de ser inocente, de ser todos inocentes. Que todos sean inocentes excepto Aldama es una imposibilidad lógica, porque significaría un corruptor sin corrupción. Y cualquier otra opción, o sea cualquier opción lógica, es una condena para el PSOE, que además sigue sin poder explicar qué hacía Aldama en sus fotos, en sus negocios y en sus torreones.

Sí, a veces la corrupción simplemente parece corrupción, como el asesino que parece asesino, sin sorpresas, giros de guion, ni pelillos o iluminaciones de último momento. Pero esto sólo es jugar, y la justicia no juega. La justicia sólo está empezando, así que mejor dejar de sentirse decepcionados o aliviados porque aún no haya salido el muerto con araña en el ojo o el criminal con sangre en las botas. O a lo mejor sí han salido y todos lo saben, lo que pasa es que está feo hacer espóiler.