Una psicóloga llamada Silvia Álava apareció en el programa de Intxaurrondo el martes por la mañana. Aconsejaba a los espectadores que evitaran hablar de política en la cena de Nochebuena y, en la medida de lo posible, que renunciaran a criticar el físico de sus acompañantes. Lo segundo siempre es un alivio para las criaturas más castigadas por la genética, pero lo primero podría llegar a causar cierta contrariedad en quienes, como servidor, llevaban días afilando los cuchillos para intentar incomodar a los familiares durante el encuentro.
Quienes conocen a las personas de este perfil, suelen remitirles tarde o temprano la carta de la madre de Schopenhauer a su hijo, de 19 años, para advertirle de que era un pelmazo. Decía lo siguiente: “Durante los días que tengan lugar mis reuniones puedes quedarte a cenar conmigo, con tal de que te abstengas de tus penosas disputas, que se me hacen molestas, así como todas tus quejas sobre este estúpido mundo y la miseria humana, porque todo ello me hace pasar mala noche o tener malos sueños, y a mí me gusta dormir bien”.
Fue otro periódico de izquierda -pero, sinceramente, no recuerdo en cuál- el que publicó un artículo en esa misma fecha que ofrecía una serie de consejos y argumentos para neutralizar al cuñado de derechas, reconvertido en fascista en estos años de polarización extrema de la sociedad española, en los que el inofensivo marido de tu hermana se ha convertido en alguien peligroso tras muchas horas de exposición a Horizonte y a la nube de diarios ultras que se encuentran a la derecha de El País.
Digamos, por tanto, que existía cierto desacuerdo entre los medios del escuadrón de élite del Gobierno sobre lo que hacer en “esa fecha tan señalada”. Había quien apelaba a la contención y quien llamaba a las armas. Yo decidí inhibirme, pese a que pasé días velando armas. Así que me concentré en el despegue de la costra del langostino y en el recorrido emocional por Valdepeñas antes que en rebatir a la prima en situación pre-revolucionaria.
El rey y la crispación
Hubo quien optó por lo contrario: fue el rey. Tuvo la desfachatez el monarca de hablar de crispación y eso provocó algún que otro atragantamiento. Porque se inició a partir de ahí un debate político en el que portavoces socialistas y populares -en los micrófonos y en las mesas de Nochebuena- se acusaron de generar ese sentimiento entre los españoles y de debilitar los pilares de la democracia con su frentismo. Irene Montero señaló a Felipe VI por ser reaccionario y por fomentar el “machismo y el racismo”; mientras que el otrora partido de Íñigo Errejón, representado ahora por Elizabeth Duval, le afeó el no haber hecho ninguna mención a la violencia contra las mujeres.
Ese mismo argumento lo replicó la contertulia Marta Nebot en el programa de Intxaurrondo el jueves por la mañana. Ella y otra periodista progresista se emplearon a fondo contra el monarca, con gesto visiblemente cabreado. Por lo que sea, pasaron de puntillas -ni lo mencionaron- sobre la cuestión de que Sumar acuse a alguien de ocultar u omitir ese tipo de actitudes, cosa, sin duda, que debió suceder como consecuencia de los nervios del directo.
Pero eso no fue lo más grave. Hubo otra omisión todavía más escandalosa. Se olvidaron de aclarar el 24 de diciembre -cuando aconsejaron no hablar de política- que la tregua tan sólo debía extenderse durante 48 horas, pero que a partir del 26 era otra vez perfectamente recomendable rajar con lengua viperina y bombardear sin piedad a los de la trinchera contraria.
Porque hubo quien pudo pensar que tras ese llamamiento a la paz y a la concordia todo iba a cambiar y las tertulias mañaneras e iban a renunciar a esa ideología facilona, reivindicativa y borriquera, que no deja más remedio al espectador que posicionarse y, a los periodistas que quieran pasar por caja, de interpretar un papel. P'aquí o p'allá.
Al escuchar desgañitarse a Nebot yo me sentí estafado porque había preparado una serie de temas para la cena de Nochebuena que al final no expuse, en cumplimiento de lo que pidió Silvia Álava. No sólo renuncie a burlarme de los defectos físicos de quienes me acompañaban -no soy el único; contemplen las gafas y la nariz del escaparate de Caramelos Paco-, sino que tampoco hice referencia al ‘caso Koldo’, a Carlos Barrabés, a Begoña Gómez, a Álvaro García Ortiz o a los múltiples dedazos que hemos detectado en estos años, desde el de Miguel Ángel Oliver hasta el de Óscar López. No piensen que iba a escorarme: tenía preparada una relación de los amiguetes y compañeros de Soraya Cheney de Santamaría o de José María Aznar; e incluso alguna hilarante referencia a los Pujol o al "volquete de putas" de Granados o la toma al asalto de Telemadrid o las llamadas a la corresponsalía de Hong Kong de Nacho Villa en Castilla-La Mancha Televisión. Había para todos, pero me callé.
Reconozco mi profunda molestia por haberles dejado ser los únicos que atorran, confunden y polarizan en Nochebuena. En 2025, también voy a reclamar ese papel.
Tampoco me expresé sobre los contratos de Jésica en Ineco y Tragasasec, sobre la Corte de los Aldama y los Pepiños, sobre la ‘tocata y fuga’ de Puigdemont en Barcelona este verano, sobre el ‘concierto’ pactado con ERC o sobre la ley de amnistía. Quise evitar también poner matices a eso de que somos el motor económico de Europa, a las publicaciones que aseguran que con un sueldo de 41.840 euros al año alguien es considerado como de clase alta (más allá de las justificaciones estadísticas); o a las que inciden en que el sistema de pensiones es sostenible o que la contención de la inflación no ha sido tenida en cuenta por los españoles, de ahí que se muestren más pesimistas. Tenía incluso una pregunta, por comparación, sobre los hermanos Garzón que no diré.
Pude atorrar a mi familia con todos esos temas, pero lo evité porque lo pidieron en el programa de Intxaurrondo. Para mi sorpresa, el día 26 ellos comenzaron de nuevo con su zumbido incesante. Me sentí estafado e incluso humillado. No sólo porque confié en que su afán era el de cambiar y comenzar a tender puentes entre las dos fallas en las que poco a poco han dividido a la sociedad (hemos dividido todos los medios y portavoces), sino porque, en realidad, el año pasado, incluso reclutaron a Jenifer Hermoso para la previa de las campanadas... porque querían zumbar con su ideología hasta el último segundo de 2023.
Ahora bien, lo de esta Nochebuena no lo voy a olvidar. Después de esta traición navajera, estoy convencido para dar una turra insoportable el año que viene. Pienso dejar a Schopenhauer como un creativo de Mr. Wonderful y a Intxaurrondo, como a Desmond Tutu. Reconozco mi profunda molestia por haberles dejado ser los únicos que atorran, confunden y polarizan en Nochebuena. En 2025, también voy a reclamar ese papel. Hay que estar listo. Al final, siempre se lo apropian. Lo buscan todo el rato.
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3 Comentarios
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hace 3 horas
Pues menos mal que no ha sacado Usted a relucir los supuestos contratos fracionados para evitar licitaciones realizados cuando del anterior y actual Presidente de la Xunta a la empresa de la que es directora su hermana y cuya Comision del parlamentito dominada por la mayoria de su partido ha vetado toda comparecencia así como a la empresa del hermano de su mujer. Cosas del nepotismo…Se ha evitado Usted que le hubiera caído una lluvia de langostinos sobre su cabeza.
hace 7 horas
Eres el maestro de la ironía, me encanta, con nadie me río más. Que se preparen tus cuñaos el año que viene, no tengas piedad está vez. ¡A por ellos!
hace 7 horas
Es tu profesión pero vaya aguante tienes que tener en perder tu tiempo viendo la TV.en general,
en particular Bulovision española