Elon Musk es como un bebé jefazo, millonario en chupetes, pedorretas y juguetes, que yo creo que sigue buscando, en sus empresas primero y luego en el mundo entero, la teta perdida, la teta primordial, la teta mamífera y universal que le dé cariño, confort, seguridad y sueño. Los multimillonarios bebés son un peligro porque los bebés son caprichosos, crueles, egoístas y bobos; no distinguen el juego de la realidad, el deseo de la necesidad, el placer de la brutalidad ni su pie de la comida, y hora Musk tiene el mundo en su manita o manaza (la descomunal manita de los bebés) igual que un gatito que no sabemos si terminará aplastado o chupado. Elon Musk, con berrinches y pucheros, con antojos y moquitas, con camisetas de patito y una matanza de robots desmembrados a su alrededor, en realidad ni es empresario ni político, es sólo un heredero en una trona que juega con la tarta, con la criada, con los conejitos, a veces destrozándolos. Yo creo que no sabe de nada, ni de negocios ni de política ni de ciencia ni del mundo, que lleva toda su vida jugando en la bañera, con pompitas de risas y pedos. Pero diría que sólo espera la toalla de la madre y la siesta en una teta.

Elon Musk no es Bill Gates ni Steve Jobs, no empezó en un garaje con olor a espray dieléctrico y a miedo a las chicas, sino en una cueva o cúpula de Tío Gilito. No es el self-made man americano, sino más bien un señorito jugador, y como tal lo suyo no ha sido tanto crear como apostar, aunque sin duda con suerte. No suele ser común que alguien infantil, impulsivo, agónico, iracundo, inseguro e inestable como él triunfe en los negocios. Por ejemplo, ningún empresario con cabeza habría renunciado a una marca como Twitter para llamarla X, esa cosa que no sólo suena entre adolescente mutante y cine de tetas, sino que nadie sabe cómo decir ahora tuit, tuitear o tuitero con la X y por eso sigue diciendo tuit, tuitear y tuitero. Es como si comprara la Coca-Cola y la llamara El Menda. Pero Musk tiene que proyectar su ego y su fantasía en todo, y la X son sus alas de tebeo y su superpoder de niño solitario. Musk sigue siendo el niño que se viste de astronauta o se empijama de Batman, que a lo mejor es lo que le falta, convertirse en Batman. Quizá es lo que está intentando ahora.

Igual que no veo a Musk como empresario sino como señorito en el casino (su última apuesta afortunada ha sido Trump), también me cuesta verlo como un político o un ideólogo al uso. Lo veo más bien como un fetichista de las banderas capote, las águilas totémicas y el brutalismo gigantista o el gigantismo freudiano de los orbes, las ojivas, los mentones, los coros y los arcos, que no sé si es ultraderechismo, fascismo o sólo horterada. Claro que en un niño nunca diríamos fascismo u horterada, sino niñería. Yo diría que este tipo de personas, que no pueden entender el mundo porque nunca han estado en el mundo, sino en la bañera o en la teta, no son capaces en realidad de tener ideología, o hablan de ideología cuando quieren decir otra cosa, interés, capricho, proyección, ego. Por ejemplo, imaginen a Pedro Sánchez con el dinero de Musk. De todas maneras, aunque su ideología sea otra cosa, delirio, carencia, capricho, aburrimiento, sí pueden influir, y mucho, en el mundo. Otros aciagos ociosos fueron Marx o Lenin, ya ven. 

Musk yo creo que quiere ser Batman en pijama, sea fascismo o niñería. O sea, que no está en política por negocio ni por ideología sino como aspiración infantil de venganza y notoriedad

Musk yo creo que quiere ser Batman en pijama, sea fascismo o niñería. O sea, que no está en política por negocio ni por ideología sino como aspiración infantil de venganza y notoriedad. Yo creo que Musk apoya a la ultraderecha europea, que tampoco es monolítica, o sea que hay desde neonazis a ultraliberales (no hay nada más contrario al fascismo que el liberalismo, aunque sea ultra), sin pararse a pensar ni en lo que son. Diría que la apoya más bien desde la iconoclasia, o sea desde el rechazo a una izquierda europea o mundial que no es que le quite el dinero o los negocios, sino que le quita sus juguetes. Musk siente que le quitan sus sueños, su heroísmo de hombre bala con barras y estrellas, su iconografía de Capitán América (o quizá Tony Stark), su lucha maniquea o comiquera contra el mal representado, siempre facilonamente, por lo diferente, por lo extranjero, como los malos de Roberto Alcázar. Siente incluso que le quieren quitar su libertad de expresión, sus calentones en X, que además de sonar risiblemente redundante nos hace imaginar un chocante Óscar Puente multimillonario. Musk incluso puede tener algo de razón, que hasta Zuckerberg, otro bebé millonario pero más dócil y menos apostador, ha acabado renunciando al control centralizado, al tribunal de sabios o de tricoteuses en Meta, para adoptar las notas de la comunidad al estilo X. Pero todo en Musk me sigue pareciendo más psicológico que ideológico, más lastimero que malvado.

Musk chapotea entre cohetes, caquitas y disfraces de rodeo. A pesar de todo me sigue pareciendo un niño en pijama o en patucos, esperando la teta, la atención o que lo despeinen con cariño. Una vez tuiteó (o como se diga ahora) una foto suya con capa de bandera y resol ario con la que uno no sabía si temblar o reírse. Yo le respondí, o me respondí, tuiteando una foto de Patriota, el escalofriante Superman fascista y psicópata de la serie The boys. Uno ve a Elon Musk entre el fascismo iconográfico y el niño perdido, quizá ese cruel niño omnipotente de En los límites de la realidad. Musk, y muchos otros además de Musk, están entre el ultra y el niño de teta. El niño, claro, necesita educación moral como la sociedad necesita educación democrática. Pero aquí nuestro Trump o nuestro Patriota es Sánchez y lo vamos a ver dando homilías contra el franquismo… Sí, hace falta educación, pero ya no hay tiempo. El péndulo irá bruscamente de lo woke al ultraderechismo más loco a menos que volvamos a ser adultos casi de repente, al salir de la cómoda bañera partidista, de la tibia toalla con teta y logo.