El 10 de enero parece ser un parteaguas en la crisis venezolana. Con su "toma de posesión" Nicolás Maduro pretende completar el robo de la soberanía popular del 28 de julio. Pero el acto viene ensombrecido por la masiva represión, por la persecución política y por el despliegue del aparato armado para impedir la manifestación
ciudadana.

Los eventos de este 9 de enero, con movilizaciones en las calles de Venezuela, rechazando el arrebato de Maduro y ratificando el apoyo popular tanto al presidente electo Edmundo González Urrutia, como a María Corina Machado, incrementan las dificultades de la dictadura.

La soledad del régimen

Los resultados reales de las elecciones presidenciales, que pueden revisarse acta por acta en internet, evidencian que el chavismo ha perdido el apoyo popular que alguna vez tuvo, siendo derrotado en todo el país, incluyendo aquellos centros electorales donde votan los militares.

Esta soledad se extiende a un progresivo aislamiento internacional. No sólo la Unión Europea decidió no acompañar a Maduro en su ratificación en el poder. Las ausencias de Gustavo Petro, presidente de Colombia, y del brasileño Lula Da Silva, son significativas. Ambos líderes, referencias de la izquierda latinoamericana, no reconocen la supuesta victoria de Maduro. Exigieron la publicación de las actas y siguen teniendo una posición crítica sobre el deslizamiento autoritario. Serán otros quienes estén este viernes con Maduro. Lo acompañarán dictadores como Daniel Ortega, quien tiraniza Nicaragua, y Miguel Díaz-Canel, quien preside en Cuba el régimen autoritario más prolongado de América Latina.

Cadena de errores

Las decisiones postelectorales de Maduro han profundizado el carácter autoritario del régimen. Pudo optar por reconocer el resultado, iniciando negociaciones que brindaran una oportunidad al chavismo para recomponerse. Pero escogió el arrebato, avanzando en el cierre de los escasos espacios democráticos. Cerca de dos mil personas fueron apresadas tras las elecciones.

Mientras el Consejo Nacional Electoral controlado por el gobierno anunciaba resultados falsos, el aparato represivo secuestraba dirigentes, testigos de mesa y ciudadanos que osaban levantar la voz en defensa de la voluntad popular asaltada. El régimen huyó hacia adelante para imponer una mentira, cuando todo el mundo sabe lo que ocurrió en Venezuela. Esto mete una carga explosiva en el movimiento chavista, convirtiéndose Maduro en su sepulturero.

Cuesta de enero

Este viernes 10 de enero es la fecha marcada para la toma de posesión del presidente de la República en Venezuela. A medida en que se acercaba la fecha varios elementos empezaron a cambiar, incluyendo el contexto internacional, más allá de la victoria de Donald Trump en EEUU.

Edmundo González Urrutia, como presidente electo, asilado en España, inició una gira anunciando que piensa tomar posesión del cargo en Venezuela. Dentro del país es Machado quien empezó a realizar llamados a movilizaciones.

El 7 de enero se incrementó la persecución. Tres destacan entre los secuestrados. El yerno de González Urutia es el primero. Se llevaron también a Enrique Márquez, excandidato presidencial que había tomado posiciones, en el marco de la institucionalidad y de la ley, para desnudar las irregularidades de todo el proceso electoral. También apresaron a Carlos Correa, defensor de los Derechos Humanos. Esta persecución no es muestra de fortaleza sino de nerviosismo.

Para el 9 de enero se anunciaron movilizaciones en varias partes de Venezuela. El gobierno de Maduro despliega su cuerpo armado para sembrar miedo. A pesar de ello muchos ciudadanos respondieron, salieron a la calle, haciendo frente al poder. La reaparición pública de María Corina Machado fue la noticia del día, pero estas manifestaciones demuestran que los venezolanos no han perdido su voluntad de lucha ni su cultura democrática.

¿Y después del 10E?

El régimen de Maduro ha perdido su base popular, es una minoría aislada y rechazada. Es un régimen paria que se queda con pocos aliados. Es un gobierno incapaz de proveer bienes y servicios a sus ciudadanos. Sin pueblo, sin dinero, sin apoyo internacional, se hace cada vez más dependiente del aparato represivo. Pero ningún gobierno se sostiene exclusivamente a través de la fuerza, requiere consensos entre sus esenciales para gobernar.

Hoy parece que estamos más cerca de un autoritarismo consolidado que de una transición a la democracia. Pero su gobernabilidad es frágil"

No hay una fecha específica para la resolución de la crisis venezolana. El bloque de poder no da muestras de dividirse, sino que parece encontrarse compacto ante la adversidad, manteniendo el control de la Fuerza Armada. Hoy parece que estamos más cerca de un autoritarismo consolidado que de una transición a la democracia. Pero su gobernabilidad es frágil, tiene graves problemas de legitimidad y grandes dificultades para gestionar la economía, habiendo destruido todo el aparato productivo.

Estamos en medio de un capítulo largo y oscuro, aunque probablemente es el capítulo final. La decisión de robarse las elecciones y de sostener el poder sobre la represión es una condena que arrastra a Maduro, y sepulta al chavismo, el tiempo corre en su contra..., aunque todavía sea larga la lucha.

Ysrrael Camero es historiador y representante de Un Nuevo Tiempo de Venezuela en España.