Puigdemont aparece de vez en cuando como un cuco de reloj, de ésos con plumaje étnico, cabaña alpina y acompañamiento de vaca con cencerro o lugareño con serrucho. Puigdemont aparece entre puntual e inesperado, entre automático y primitivo, entre habitual y fuera de lugar, entre latoso e inofensivo, porque hasta Puigdemont es ahora inofensivo para Sánchez. Todo lo de la cuestión de confianza que exige ahora Junts parece antes que nada un gran sarcasmo, como si pudiera haber en el mundo, incluido el propio PSOE, alguien que tenga confianza en Sánchez, el mago del engaño con pantaloncito macarra y mangas de ángel. Junts quiere su cuestión de confianza, que a uno le parece como la exigencia ambigua o tramposa de celebrar unas bodas de plata o quizá un divorcio con ujier del Congreso (los ujieres tienen algo de curas dando una comunión pobre, de agua y tos, a los diputados). O hay cuestión de confianza, o habrá ruptura, insiste Junts. Pero el problema de las amenazas de Junts es que Sánchez no necesita a nadie, ni para hacerse ceremonias ni para hacerse el amor.
El matrimonio de la legislatura, morganático o antinatural, no era el de Sánchez con Yolanda, que sólo son una pareja como de patinaje sobre hielo, sino el de Sánchez con Puigdemont, que era un matrimonio por puro interés, o sea el fundamento del matrimonio (el amor es un invento, primero, de petrarquistas mirones, luego de ilustrados ociosos y ya, por fin, de románticos enfermizos). Como buen matrimonio de interés, no es cierto que Sánchez no se haya esforzado por complacer a Puigdemont. En realidad lo ha intentado todo, hasta desnucar el Estado de derecho con su código penal ad hoc, su amnistía ad hoc y hasta la financiación ad hoc, aunque esto sea más un arreglo con Esquerra. Todo ese ad hoc (éste debería ser el apodo de Sánchez, ahora que se dispone a perpetrar otra reforma ad hoc para proteger a su familia de los procesos penales en curso) no ha sido sino la demostración de que efectivamente quería mantener ese hogar sagrado, mercantil y como calvinista con los indepes.
Hay una teoría, esa teoría como del escamoteo eterno o la chufla eterna de Sánchez, que asegura que nuestro presidente ha estado jugando con Puigdemont, como con todos. Que ha estado toreándolo, mareándolo, dándole largas, tomándole ese pelo ovejero que es muy tomable, casi irresistible, como tocar el ante o el plástico de burbujas. Pero si eso fuera cierto, no habría tenido necesidad de todo ese ad hoc que iba con el nombre de Puigdemont como un pañuelito bordado o una esclavita de oro. Lo que ocurre, primero, es que Puigdemont lo quiere todo, incluso lo imposible, y Sánchez se ha topado con lo imposible, por ejemplo legislar la arbitrariedad absoluta (imposible de momento, eso sí). Y, segundo, lo que ocurre es que los casos judiciales lo han cambiado todo. Había un Sánchez ambicioso, ególatra y peligroso antes del caso Begoña y de su desmayito con resurrección, y otro Sánchez mucho más ambicioso, mucho más ególatra y mucho más peligroso después de aquellos cinco días de resquemor y sopitas.
Sánchez quería hacer feliz a Puigdemont, incluso quería seguir sacando leyes y presupuestos, seguir gobernando o simplemente reinando entre la progresía de suscripción
Sánchez ciertamente quería hacer feliz a Puigdemont, creo que incluso quería seguir sacando leyes y presupuestos, seguir gobernando o simplemente reinando entre la progresía de suscripción, que son como beatas de domingo a las que no les interesa ni el cura ni la teología, sólo la seguridad, la satisfacción y la santa compañía de su domingo. Pero después de Begoña todo ha cambiado. A Sánchez ya no le importa Puigdemont, con moción de confianza ni con malos pelos. No le importa el Congreso, no le importan los presupuestos, no le importa no gobernar, no le importa la aritmética (ni siquiera la que podría armarle una moción de censura, que él sabe que nunca se armará). No le importa porque sabe que su supervivencia no depende ahora de eso. Para sobrevivir, no a sus socios acreedores ni a su partido sólo levemente amoscado, sino a la acción de la justicia, necesita tomar todo el poder, todo el Estado. Todo lo demás, santas mayorías, cónclaves de la Mesa del Congreso, ceremonias con lentos y serviles ujieres como querubines con palangana; todo eso, en fin, resulta ante el nuevo Sánchez algo antiguo y teatral, como si fuera la República de Cromwell.
Puigdemont aún aparece, aún trina, aún intenta hacer política e incluso hacer sanchismo, ese sanchismo que se basaba en la concesión, el relato y el olvido. Pero ahora sí creo que su matrimonio se va al garete, no porque prospere su cuestión de confianza o su amenaza, sino porque los próximos días pueden ser como ese domingo cruel y triste en que toda la familia se da cuenta de que un conyugue no necesita al otro y entonces da igual que el otro sí lo necesite. Lo más interesante de esta moción de confianza absolutamente irónica y absolutamente ignorada por Sánchez es que nos deja claro que Sánchez ya no está en ese juego. Igual que la insistencia en mantener el “relato” propagandístico incluso ante los jueces nos deja claro que tiene la intención de pasar por encima de ellos.
Esa moción de confianza era como casarse otra vez ya de viejitos, pero Sánchez no necesita casarse otra vez, que ya se casó hace mucho consigo mismo, como esos pirados de internet (Begoña es en realidad compañera o cómplice, el único amor de Sánchez es su propio reflejo). Tampoco le pueden obligar al divorcio más que con cianuro, así que el héroe del 1-O pía para nada. Sánchez ya está en otro escenario, mucho más terrorífico que el matrimonio de interés y velcro con Puigdemont. Creo que Sánchez es consciente de que nada dentro del juego democrático puede salvarlo de lo que se le avecina, y lo que prepara es su divorcio por cianuro no ya de Puigdemont, sino de la democracia.
Te puede interesar
Lo más visto
- 1 El Gobierno adjudica la mutua de los jueces a la espera de Muface
- 2 La defensa de Nacho Cano indica que los becarios de 'Malinche' tenían que entrar como turistas porque si no se les habría impedido la entrada
- 3 El precio del tabaco vuelve a subir: estos son los nuevos precios
- 4 El fiscal que investiga al novio de Ayuso, al juez: "No he filtrado ni de este proceso, ni de ningún otro en los 19 años que llevo ejerciendo"
- 5 La mujer que plantó 5.000 árboles en el Retiro sin que nadie se enterara
- 6 La verdad de los hechos y el relato de García Ortiz
- 7 La fiscal Superior de Madrid, al juez: "Había que desmentir la información falsa... sin dar ningún dato de González Amador"
- 8 El sistema español que salva a las casas del fuego en un incendio
- 9 Asisa y Adeslas reaccionan a la propuesta de Muface