Este es uno de los temas en los que más profundiza.
La política energética de la anterior Comisión se centraba en la descarbonización. Había que conseguir la neutralidad en la emisión de los gases de efecto invernadero en la UE lo antes posible, poniendo hitos temporales con el objetivo de llegar a 2050 sin emisiones netas.
En toda la actuación de la Comisión y en muchos países de Europa está implícita la idea de que para reducir la contaminación lo mejor es disminuir el consumo de energía. En esta línea tenemos los siguientes indicios:
Fiscales. Los países europeos siempre han sido muy propensos a fiscalizar la energía, tanto la eléctrica como los productos derivados del petróleo. Ha sido una fuente muy importante y sencilla de recaudación, pero que beneficiaba a los distintos países. La UE ha ido desarrollando normas fiscales específicas que pretenden gravar a las empresas contaminantes de forma que la polución se incorpore como un coste adicional, lo que en economía se llama “internalizar las externalidades”. Una externalidad es un coste (o beneficio) de producir o consumir un bien o servicio que no se refleja en el precio. En definitiva, el objetivo es introducir como coste fiscal los efectos de contaminar. Nos vamos a centrar en dos singularidades de la UE:
- Uno de los caminos es el llamado ETS, acrónimo de emission trading system, que existe desde 2005, mediante el que se conceden derechos de emisión a las empresas y actividades más contaminantes. Son derechos negociables, de forma que si una empresa ha reducido sus emisiones por eficiencia o reducción de su actividad puede vender los derechos sobrantes, que comprarán otras empresas que han aumentado sus emisiones. Como se pretende que para 2030 las emisiones se reduzcan el 62% respecto a las de 2005, el número de derechos en circulación se reduce cada año.
- Otro tiene que ver con el automóvil y entra en vigor en este 2025. El transporte es el responsable del 25% de las emisiones, por lo que es el destinatario de gran parte de estas medidas. Para el sector del automóvil se prevé la prohibición total de vender vehículos de combustión en 2035. Como paso intermedio, en 2025 la polución del mix de coches vendidos de cada comercializador no puede exceder de 93,6 gramos de CO2 por vehículo, cifra muy baja, que con los datos de 2023 solo cumplirían los especialistas en coches puramente eléctricos. Ni siquiera Toyota, con una gama completa de coches híbridos, conseguirían llegar a esta cifra. Las multas son de 3.000€ por vehículo. Las distintas marcas tienen que cambiar sus estrategias comerciales, reduciendo drásticamente la oferta de sus productos más contaminantes.
Aunque no tiene que ver con la UE, la eliminación de la energía nuclear en algunos países como Alemania y ahora España está dentro de esta estrategia decrecentista. Siendo una energía no contaminante, sorprende el dogmatismo trasnochado que está detrás de esta medida.
Finalmente, en un mercado tan intervenido como el eléctrico, en países como España funciona un sistema de fijación del precio intervenido que iguala el coste de la producción eléctrica más cara, es decir del gas. Solo en días muy soleados y con fuerte viento el ciclo combinado no entra en funcionamiento, fijándose el precio solo por las renovables y, en su caso, por la nuclear. Siempre es la energía más cara la que marca el precio.
El informe Draghi supone una enmienda a la totalidad de la política energética europea, culpándola de una parte significativa de la pérdida de competitividad
El informe Draghi supone una enmienda a la totalidad de la política energética europea, culpándola, aunque sin decirlo expresamente, de una parte significativa de la pérdida de competitividad del continente. Europa solo será competitiva si reduce drásticamente el precio de la energía, aumentando su consumo. La anhelada digitalización es consumidora de grandes cantidades de energía. No tiene sentido fijarse unos objetivos de descarbonización obligatorios cuando el resto del mundo los tiene indicativos o no los tiene en absoluto, como es el caso de los dos mayores contaminadores, EEUU y China, siendo además Europa responsable de una parte pequeña de la contaminación del planeta.
Todo el tema energético tiene una mala imagen en Europa. No vemos sus ventajas en forma de precio, ya que este sigue siendo caro, sin que nos beneficiemos de las renovables. En prensa salen noticias de pérdidas de negocios, como es el caso de una gran naviera danesa que abandona el puerto de Algeciras y se traslada a Marruecos, donde no tiene consumo de derechos de emisión.
Nos obligan a comprarnos coches eléctricos que no queremos, porque son caros, con poca autonomía, con tiempos excesivos de recarga y eso siempre que encuentres una estación. En general, siendo la industria del automóvil la más importante en muchos países como España, la política industrial europea hacia este sector es simplemente aberrante. Difícilmente podremos encontrar un caso más claro de tirarse piedras contra su propio tejado. Como muestra, su valor bursátil: entre 2021 y 2024 Stellantis (conglomerado europeo de marcas como Peugeot, Citroen, Opel, Fiat, etc.) ha bajado el 25% y el grupo Volkswagen el 37%.
Una muestra más del error que supone sustituir el mercado por las decisiones de unos burócratas.
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