Andan por aquí las redes, los hondísimos tertulianos de cámara y los grupos de Whatsapp del colegio revueltos con el regreso de Donald Trump a la sede americana, incómodos con esas palabras de fuego que salen de su boca, con esas maneras de jefe de planta de unos grandes almacenes con la que nos hostiga, con la retórica tempestuosa y chabacana del Presidente electo y su grey, a la que acompaña el ruido metálico de los cencerros de los cabestros.
Brama la intelligent sia europea contra esa agenda política imprevisible y contra el trolley preñado de insultos, ataques de boina y aranceles con el que regresa The Don a la Casa Blanca, avisando a los norteamericanos de lo que se les viene encima, de su desgraciado porvenir y de la gravedad del momento, como si las gentes de aquel país que mayoritariamente lo votaron hace unos meses hubiesen acudido a las urnas bajo los efectos de un narcótico entontecedor, de una pócima para la autodestrucción diferida, pues -criaturas- no saben lo que han hecho.
Las fotos de Meloni, de Milei o del niño Barron, ayer, en la sacrosanta capilla del poder de los Estados Unidos; las camisetas bronco-climáticas del “Drill, baby , drill” que lucían, ufanos, los conmilitones del MAGA o el inmediato perdón presidencial a los búfalos y a los confederados que ensuciaron los mármoles del Capitolio, inquietan y duelen al mismo tiempo en esta elegantísima Europa, y ya sabemos que no habrá paz en los próximos 4 años para nuestros moderados a tiempo parcial, ni sosiego para los universalistas, los ecumenistas y los buenos de salón, a quienes nos espera un confinamiento angustioso y gritón desde nuestra baldosa, con una mano en la frente y la otra en la pistola de agua.
Llega la armada de bandoleros y majas a Washington y el viento helado del Potomac nos ha dejado sin palabras, solos en el escaño de nuestra moral y refugiados en los fustes de nuestra virtud, como aquellos entusiastas oradores del Cartismo o la Reform League que peroraban desde aquel rincón de Hyde Park, afónicos frente a las masas desarrapadas, sin que su oposición al cierre de los comercios en domingo, su mordaz crítica al Imperio o las arengas contra el capital y los patronos alterasen en modo alguno el día a día y las miserias de la capital londinense
Le andamos buscando en el viejo continente los tres pies, las sombras y las costuras a la agenda de garrote, bitcoin y algoritmo del Directorio bravucón y venal de tecno- amiguetes del Presidente electo
Le andamos buscando en el viejo continente los tres pies, las sombras y las costuras a la agenda de garrote, bitcoin y algoritmo del Directorio bravucón y venal de tecno- amiguetes del Presidente electo – con mención especial a ese omnímodo Elon Musk pasadito de vueltas y a los bíceps como quesos de bola del primo de Zumosol que se ha comido a Jeff Bezos-, pensando quizá que, mentando a Tocqueville, a Rousseau o a George Washington o que invocando con la ouija el espíritu de Wilson, de Roosevelt oel azúcar de las novelas de Hemingway lograremos erigir un escudo protector con el que zafarnos de esta pandilla de macarras de recreo, un ventilador que ayude a hacer escampar el negro augurio que se cierne sobre nuestra civilización, aunque -anda- no vayan a cerrar Tik Tok.
En ausencia de campeones continentales de la inteligencia artificial o de descarriados magnates tecnológicos a los que perdonar su disidencia y desafección – Pallete o Marc Murtra no llegarán nunca a dárselas de un Mark Zuckerberg de rizo permanente y escapulario- la Europa institucional desempolva la peluca y el rapé arrastrada, a empellones, a este teatro global de la geopolítica pragmática y fanfarrona, sin un liderazgo fuerte y aglutinador que nos sirva de parapeto frente a estos vientos atlánticos, pues, por más que uno levante la vista, no encuentra, pese a las sonrojantes autoproclamaciones caudillistas para la galería que ya vamos viendo, una copia digna de Merkel en ninguna cancillería europea, pues después de Ángela todo han sido estadistas de cartón piedra.
En esta hora de cínicos en la que Julio Camba, Josep Pla o Chaves Nogales, matarían por asumir las corresponsalías americanas, el viejo continente regresa a las tablas con sus Altos Comisionados, sus Reglamentos y sus good manners, empachada de burocracia y de esas Agendas Digitales que mientras hablan de soberanía tecnológica, instan a adquirir, con cargo al presupuesto público, los bienes y servicios ‘techies’ que inventa y provee esa misma legión de plutócratas americanos o chinos a los que ahora despreciamos por su grosera ordinariez, su carta de inmoralidad y su desconocimiento del contenido de los atlas y de los versos de los poetas, sin más pertrechos para la lucha que viene que un desmayado rearme moral frente a la indignidad, al que ya sabemos que tendremos que acompañar, -ay- de otros equipos y recursos esenciales para nuestra supervivencia.
Mientras nos lo pensamos y crecen los heraldos y apologetas del caos entre los columnistas de nuestros diarios, mientras los expertos en esclusas del Canal de Panamá y los embajadores de Groenlandia se reagrupan en la plaza para la próxima cacerolada, un sindicato del crimen organizado se dispone a darle la vuelta al calcetín de nuestra convivencia y a saquear, a su manera, el mundo, y uno pensaría que quizá para este período que se abre ante nuestros ojos, más nos convendría cerrar las escuelas diplomáticas y reclutar a nuestros ministros plenipotenciarios entre los Peaky Blinders o entre los despojos y cesantes de la Isla de las Tentaciones, pues tal parece ser el canon de lo que nos espera.
Emborronado el mapa de los afectos de las relaciones trasatlánticas, bien haremos en cubrir nuestra cabeza con un sombrero ant ibesos como el de que lució ayer esa Melania Trump en efigie capitolina, sabedores ya de que, como en los partidos broncos de los torneos de barrio, la patada más baja que nos van a dar golpeará por encima de nuestras rodillas. So help us God.
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