El Gobierno ha decidido atacar con toda su artillería al PP por votar en contra de un decreto que contemplaba la subida de las pensiones y ayudas al transporte público. Aunque, en realidad, el voto del PP hubiera sido insuficiente para tumbar la norma. De hecho, la clave de la votación del miércoles fue que Junts se alineó con el PP y Vox, a pesar de que el PSOE intentó hasta el último minuto atraerse los siete votos del partido de Puigdemont. Pero a Junts se le toca, de momento, de refilón porque, al fin y al cabo, forma parte del bloque de investidura y la legislatura depende de sus votos. Obuses contra el PP, pellizcos de monja para los independentistas catalanes.

Sánchez atribuyó al PP "política destructiva" que causa "dolor social". Quiere que los ciudadanos carguen contra la oposición por unas medidas que el Gobierno podría sacar adelante sin ningún problema. Tanto el PP como Junts han ofrecido sus votos para que se restablezca la subida de pensiones y las ayudas al transporte. La situación ha llegado al absurdo en el caso del PSOE de Madrid (ya se nota la mano de Oscar López), que le ha pedido a Díaz Ayuso que no compense a los madrileños por la pérdida de la subvención del Estado al transporte público. ¡Que sufran los madrileños por haber echado el PP abajo el decreto del Gobierno!

La táctica del 'decreto ómnibus' (vehículo que han utilizado todos los gobiernos) es una mala práctica legislativa. Se meten en el mismo paquete normas diversas, como si fuera un cajón de sastre en el que cabe todo. Normalmente se hace para colar algo desagradable con un envoltorio atractivo. Aquí se trataba de hacerle un favor al PNV. Pero ¿qué tiene que ver el palacete de Paris, cedido a PNV, con la subida de las pensiones? Nada.

Lo que le duele a Sánchez no es que los pensionistas vean recortadas sus pensiones en febrero, o que los ciudadanos con menos recursos pierdan la subvención al transporte público, porque, insisto, si eso fuera así tiene la solución y los votos en su mano para remediarlo. No. Lo que saca de quicio al presidente es que ha sufrido otra dolorosa derrota parlamentaria que hace evidente su debilidad.

La derrota en el Congreso evidencia la extrema debilidad del presidente: ¿puede mantenerse en el poder un Gobierno incapaz de gobernar?

Puigdemont ha encontrado la fórmula para hacer valer sus siete votos en el Congreso. Mientras Sánchez no ceda a sus pretensiones (cuestión de confianza, traspaso de las competencias de inmigración a la Generalitat y encuentro con el presidente en Waterloo), Junts no le prestará su apoyo. Y no va de farol. La amenaza, tras el fracaso de la última reunión bilateral en Ginebra (con Zapatero como invitado estrella), se ha concretado sonoramente. Ayer, Puigdemont se permitió el lujo de sacudirle al Gobierno en X por no haber implementado una salida urgente tras su derrota en el Congreso. "Los jubilados y los usuarios les importan un rábano... Sólo son herramientas al servicio del desgaste del otro... Practican lo de cuanto peor (para la oposición), mejor (para el Gobierno, no para la gente)". Hasta Feijóo hubiera suscrito estas afirmaciones.

El enfado de Sánchez es burdo postureo y tiene poco recorrido. Aunque los medios afines al Gobierno hicieron de altavoz para atribuir al PP y a Junts la mala nueva para pensionistas y usuarios del transporte público, al final, la gente acabará responsabilizando al Gobierno del desaguisado. Una coalición que se sustenta sobre el fortalecimiento del "escudo social" no puede condenar a millones de ciudadanos sencillamente porque le viene bien al presidente culpar de ello a la oposición. Habrá seguramente una rectificación en breve.

Lo peor de la derrota parlamentaria del miércoles es que pone en evidencia que la legislatura depende cada vez más del humor del prófugo de Waterloo. Y la pregunta subsiguiente es: ¿puede mantenerse en el poder un gobierno incapaz de gobernar?.