Trump, más un capataz de rancho que un emperador con el cáliz lleno de cocacola, va a llevar Estados Unidos como una hacienda y va a tratar a Europa como a una pordiosera, que a lo mejor es cierto pero a algunos eso les pone. A Abascal, por ejemplo, lo ve uno ya como perfumado de heno ante la presencia lejana, dominante, solar y centáurica de Trump, y enseguida le saca las uñas de campesina a quien se atreve a despreciar al jefe. Esteban González Pons, figura movediza en el PP y ahora vicepresidente tercero del Parlamento Europeo, ha llamado a Trump en un artículo “macho alfa de una manada de gorilas” y “ogro naranja”, cosa que a Abascal le ha dolido como un insulto al padre o al Corazón de Jesús. Tampoco a Feijóo le ha gustado demasiado, según parece (a Feijóo todo le hace temblar, es como un visillo o como el señor con gola de encaje que hay tras el visillo). Yo creo que Abascal y Feijóo siguen cabalgando sus contradicciones como pueden (en eso sólo les gana Sánchez), pero cabalgarlas en la grupa de Trump va a ser especialmente difícil y ridículo.
Trump nos pone al nivel de los BRICS y no piensa tanto en salvar Europa como en ponerles aranceles a los jamones y las olivas heráldicos de España y del propio Vox
Trump va a lo suyo, pero eso de “America first” parece que no les ha quedado claro del todo a algunos por aquí. Trump nos pone al nivel de los BRICS (no se confundió sino que nos catalogó, quizá con razón) y no piensa tanto en salvar Europa (nos va a vender a Rusia) como en ponerles aranceles a los jamones y las olivas heráldicos de España y del propio Vox. Trump va a coger ese campo de galgo y silbo que tanto dice defender Vox poniéndose pana basta recién comprada; va a coger nuestras glorias cereales, queseras y trashumantes, que son como glorias cervantinas; va a coger nuestras glorias históricas y culturales, que a Trump le parecerán glorias de farero; va a coger todo eso, va a enfrentarlo a sus negocios e intereses económicos o simbólicos y lo va a dejar seguramente hecho alpechín o serrín. Como va a hacer con toda Europa, esa vieja Europa que todavía se cree metrópoli, Sacro Imperio y cuna de la civilización y del rodete clásicos, pero hace mucho que sólo es colonia o protectorado. Y aun así parece que Abascal seguirá defendiendo a Trump como al padre, y Feijóo seguirá temblando, como tiembla pase lo que pase.
Esta gente que va como en busca del padre ideológico perdido, como Marco con el mono, a mí me parecen verdaderamente huerfanitos de ideología y dignos más de un musical que de un partido. A unos les da por Chávez (a Yolanda le parecía el Gran Libertador), paradigma del dictador que se cuela en la democracia por sus rendijas de salamandra, o por Mujica, paradigma de cómo el guerrillerismo se puede convertir en orgullosísima pobreza pelotillera que quiere salvar el mundo con liendres pero sólo salva su vanidad. A otros les da ahora por Trump, pero el caso es agarrarse a alguien ensotanado como un ayatolá. A mí me parecen trucos de secta, eso de buscarse un mesías entre borriquitos, entre guerreros o entre nublados. Ni siquiera tiene que ser un mesías coherente, basta con que sea un mesías triunfador. Lo que quieren copiar los discípulos no es la política ni la doctrina, sino el triunfo. Que el triunfo se les contagie con el halago de corte o haciendo fila en la corte para besar el poder como se besa la fístula de un monarca.
Trump es triunfo y poder, algo que enseguida hace amigos, imitadores y hasta amantes molineras por aquí. Pero la verdad es que Trump, como todos los populismos, es un caos, una pura contradicción que sólo se sostiene por la fe o por el interés. Lo llaman ultraliberal pero no cree en el libre mercado, es un proteccionista que está ahí con sus aranceles como el guardia municipal con su multa, y alguien que aspira más al monopolio que al trato. Habla de la libertad de expresión pero ataca a la prensa, habla de justicia pero ataca a los jueces, habla de la democracia pero rechaza el imperio de la ley, habla del pueblo no como ciudadanía sino como montonera (recuerden que llamó a tomar el Capitolio, o sea a dar un golpe de Estado). Es un iliberal, es un depredador, es un ventajista. En realidad, es lo más parecido a Sánchez que uno conoce. Sánchez no es su oposición, es su imagen especular y empequeñecida. En cuanto a Abascal, es sólo alguien que busca el éxito en el pajar de la política, como se suele buscar el éxito en los pajares.
La guerra entre Vox y el PP no es por Trump ni por González Pons, no es guerra ideológica, cultural, diplomática ni literaria. Es la guerra de siempre por el espacio electoral, que ahora Abascal siente calentado por Trump como un jergón. El PP se lo pone fácil porque no terminamos de saber cuál es el espacio electoral de Feijóo, siempre entre la prudencia y el susto, igual que no terminamos de saber si el PP apoya o censura el artículo de Pons. A González Pons yo lo entiendo y le doy la razón, poniéndose uno, eso sí, las gafas literarias, que en un artículo la tentación de hacer metáforas gorileras con Trump puede ser la misma que la de hacer metáforas de moza o mozo de pajar con Abascal. Recomendaba Abascal, tan respetuoso con la libertad de expresión como Trump, que Pons se pusiera a “escribir novelillas eróticas” (tiene libros publicados, pero ignoro si son novelas eróticas o si a Abascal les han parecido pecaminosas sólo porque aparecen en el Índice del Yunque). De todas formas, yo creo que la novelita erótica está más en ese español subido como Pocahontas al caballo del colono o del cowboy.
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