El objetivo de la subida arancelaria norteamericana es múltiple. Intenta equilibrar su balanza comercial, pero también busca obtener ingresos fiscales y utilizar los aranceles como instrumento de presión o negociación frente a terceros países, como sucede con Méjico o Canadá que lo vinculan a un mayor control de la inmigración. De hecho, el arancel sobre Méjico, se ha suspendido temporalmente después de anunciado, en un marco de negociación bilateral entre ambos países. Entre los destinatarios principales de los nuevos aranceles, destaca China, ya que los norteamericanos están preocupados de su especialización en determinados en sectores de importancia geopolítica como el acero, los paneles fotovoltaicos o su dominio del mercado de las denominadas tierras raras, que a su vez explican el nuevo interés por Groenlandia.
La apuesta por el proteccionismo parece que se va a concentrar contra los países con los que Estados Unidos tenían mayor déficit comercial (China, Canadá, Méjico y la UE), aunque los BRICS pueden sufrir también notables aumentos en aranceles, especialmente aquellos que no comercien en dólares. Es verdad que hasta ahora los aranceles que soportaban las importaciones estadounidenses eran inferiores (3%) a los que se enfrentaban sus exportaciones en el exterior (6%), entre otras razones porque son una de las naciones más desarrolladas del mundo. Pero con este cambio de rumbo, y de ruptura del marco de liberalización que ha regido el comercio mundial en las últimas décadas, se abre un nuevo riesgo geopolítico de desencadenar guerras arancelarias con la consiguiente contracción del comercio y el crecimiento mundial.
Existe una elevada incertidumbre, dado que no se sabe si se implementarán los anuncios realizados o si se están utilizando para negociar. Además, en función de cuales fuesen los aranceles aplicados, cabría esperar una respuesta por parte de la Unión Europea, si los aranceles son elevados, o podría decidir asumir los costes de las medidas, si los aranceles son bajos, sin entrar en mayores guerras comerciales. Se ha estimado que el crecimiento de la UE que está en torno a ocho décimas anuales podría perder del orden de hasta cuatro o cinco décimas si se materializan estos problemas arancelarios.
Conviene aquí, recordar la importancia de Estados Unidos en las relaciones comerciales de la Unión Europea, ya que es el primer país receptor de exportaciones de la UE (20%) y el segundo país proveedor de las importaciones de la UE (14%). Dentro de la UE, el principal importador es Países Bajos, mientras que el mayor exportador es Alemania, por lo que cabe pensar que será el país más afectado por los posibles incrementos de las tarifas arancelarias. Se piensa que los mayores riesgos serán sobre los sectores que actualmente lideran nuestras exportaciones a USA, que son los productos farmacéuticos y vehículos de motor. Por el contrario, los principales productos que importa la UE de EE.UU. son petróleo, productos farmacéuticos y gas natural.
Si nos atenemos a la experiencia de 2018 cuando Estado Unidos impuso también aranceles, entonces por el riesgo de inflación, se impusieron en mayor medida en bienes intermedios y de capital y no tanto en los bienes de consumo que afectan directamente al IPC. Entonces, dichos aranceles impactaron en su mayor parte (se exportaron sus efectos) a una reducción de los precios de exportaciones, cuando no a depreciaciones de las monedas de los países que exportaban a Estados Unidos, a la vez que una relocalización de las actividades a terceros países como Méjico no afectados por dichos aranceles entonces. Pero no necesariamente se van a repetir estas acciones ahora de nuevo, aunque sea necesario recordarlas a modo de reflexión.
Las medidas anunciadas presentan también un riesgo inflacionario, que si bien puede moderar la intensidad y duración del choque arancelario, a cambio ya está rebajando la expectativa sobre las bajadas de tipos de interés en Estados Unidos. Mientras que, por el contrario, estas rebajas de tipos pueden ser más intensas en la Eurozona si el crecimiento de la región se resiente por las políticas de aranceles al comercio. Todas estas medidas también implicarán una apreciación del dólar, que ya se está produciendo y un aumento del riesgo que han anticipado las bolsas, sobre todo las de países emergentes y China.
Los problemas mayores para España serán indirectos y a medio plazo, por la vía de la desviación y contracción del comercio de terceros países con mayor exposición a los nuevos aranceles"
Los efectos directos en España de las medidas anunciadas Gobierno serían en principio relativamente limitados y menores que en el promedio de la Unión Europea, ya que EE.UU sólo supone el 5% de las exportaciones españolas y el valor generado en España de las exportaciones de bienes que se realizan a Estados Unidos se sitúa en aproximadamente el 0,6% del PIB español en 2023. EE.UU.es el sexto país en el ranking de exportaciones de España. Los problemas mayores para España serán indirectos y a medio plazo, esto es por la vía de la desviación del comercio y contracción del comercio de terceros países con mayor exposición a los nuevos aranceles de USA, pero a los que a su vez exporta España, por lo que los efectos no serían entonces desdeñables, ya que España exporta a terceros países más del 40% de su PIB.
De cualquier modo, las consecuencias finales dependerán de cómo España y la Unión Europea adapten sus estrategias frente a este nuevo entorno global. En este contexto, es crucial que España apueste por diversificar y reforzar sus lazos comerciales con otros socios internacionales y mejore su competitividad para mitigar las posibles vulnerabilidades derivadas del eventual giro proteccionista surgido. Es un error el apostar por subir aranceles al comercio, y la duda es si el cambio anunciado es de carácter estratégico y transitorio, o por el contrario estamos apostando por un nuevo paradigma para las relaciones comerciales globales, abandonando el libre comercio, que tan buenos réditos nos ha dado en términos de prosperidad y modernización económica en el mundo.
Gregorio Izquierdo Llanes es director general del Instituto de Estudios Económicos y profesor de Economía Aplicada de la UNED
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