Existen una serie de cuestiones que debemos repasar para que no haya lugar a equívocos. Los pobres son víctimas, sin distinción de su circunstancia y de su forma de ser. Para que nos entendamos: no hay ningún pobre que lo sea por su culpa. La responsabilidad es siempre del capital, dado que es innegable que no existe riqueza que no se haya construido sin expoliar a los desfavorecidos. Parece mentira que en pleno siglo XXI haya que aclarar estos conceptos, pero la historia no puede explicarse sin tener en cuenta que del mismo modo que el noble explotaba al campesino y el burgués al obrero, los millonarios contemporáneos -los tecnofascistas- abusan de los proletarios y los esquilman. En lo económico y en lo moral. Bueno, en lo moral desde la perspectiva del materialismo histórico.

Te ofrecemos este marco de pensamiento como cierto e incuestionable; y como única vía posible hacia la verdad. Los descreídos y los poco inteligentes tomarán caminos erróneos y atajos incomprensibles, como los obreros que se dicen de derechas. Los despreciaremos porque no merecen otra respuesta por nuestra parte. No hay piadosos en el terreno de los negacionistas del progresismo, única locomotora hacia la igualdad. La lucha por la justicia se debilita cuando en el cuerpo social surgen elementos subversivos que no compran nuestros mensajes.

Por eso despreciamos a Karla Sofía Gascón, pese al cambio de discurso que adoptó en los últimos años. Hemos luchado durante años por ella y han sido muchas mujeres trans las que han dedicado su vida -y se han sacrificado- para que las personas de esta colectividad puedan aspirar a ser iguales y, sobre todo, libres. No podemos tolerar que piensen, opinen y actúen en contra de los preceptos que defendemos. Hemos luchado mucho por su reconocimiento y por su independencia. ¿Acaso hay derecho a que se desvíen de nuestra hoja de ruta después de las batallas y desvelos que hemos pasado en este tiempo?

Di lo que quiero o calla

Sucede algo similar con otras minorías por las que hemos movido cielo, mar y tierra, como las mujeres, las LGTBI o las raciales. Resulta descorazonador que gocen de tanta libertad gracias a nosotros, pero que ahora no piensen como nosotros queremos. Hay que ser un traidor para ser un inmigrante y votar a la derecha. Hay que ser rematadamente estúpido para no apoyarnos, con todo el esfuerzo que hemos hecho para que la sociedad española avance y haya llegado a unos puntos de desarrollo intelectual y de los derechos humanos nunca antes visto. Así, sin tapujos: hay que ser un verdadero imbécil para no enarbolar nuestra bandera. O la mía, para ser más concretos, dado que la de algunos de mis conmilitones tiene cierto tufillo tránsfobo y fascistoide.

Así que a mí me parece bien que Karla Sofía Gascón no vaya a ir a la gala de los Premios Goya ni a participar en la promoción de Emilia Pérez. Defiendo su ostracismo precisamente porque tengo la firme convicción de que las personas trans han de ser libres e iguales y ella no ha demostrado el compromiso necesario. Haciendo una comparación inválida -por religiosa-, pero útil, ha pecado y por tanto no es hija digna de Dios.

¿Tiene algún sentido arriesgarse a que se exprese contra lo que yo considero que debe pensar un trans? Si quiere aspirar a ser libre, debe ver el mundo con la óptica adecuada, que es el del progresismo. No el de Carmen Calvo, por supuesto, sino el mío. El bueno, barricada contra el fascismo y garante de los derechos de este tipo de minorías, víctimas por ser como son. Sujetos pacientes y débiles a los que proteger y a los que guiar hacia el bien. Yo creo en la igualdad, pero en un tipo de igualdad que da por supuesta la lucha de clases y la necesidad de proteger y pastorear a quienes todavía no tienen reconocidos todos los derechos, incluido aquí el de expresarse. Yo quiero que se les garantice este último, siempre y cuando no derive en opiniones que rayen con el fascimo, que pisoteen derechos o que alimenten el monstruo de los tecnócratas.

¿Para qué iba a publicar Karla Sofía una biografía o a asistir a entregas de premios en las que replicar sus argumentos contra lo que yo pienso? Podría haberse expresado de una forma islamófoba (es cierto que criticó todas las religiones, pero a lo que vamos…), haber comentado algo en contra de mi partido o, qué sé yo, haber dicho “hala Madrid”. Por eso no merece la pena. Bien cancelada está, aunque no exista la cultura de la cancelación.

Si queremos aspirar a ser libres, es necesario que se callen para siempre todos los que afirman cosas que no me vienen bien. El ministro Urtasun está de acuerdo conmigo. Por algo será. El bien y la verdad navegan siempre en el mismo bando. Los otros son lóbregos y totalitarios.