Marruecos cerró la aduana comercial de Melilla en agosto de 2018. El año anterior estuvo marcado por la convulsa situación derivada del procés (proceso catalán) que conllevó a la intervención de la autonomía de Cataluña (el 27 de octubre de 2017) mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Los acontecimientos relacionados con el procés, dada su complejidad y excepcionalidad, relegaron a segundo plano el resto de la actualidad política; solapando un evento que, aunque en menor medida, también reviste cierta importancia en la política doméstica al estar relacionado con el primer partido de la Oposición: El 18 de junio de 2017, Pedro Sánchez se alzó con la Secretaría General del PSOE al abatir a Susana Díaz en las primarias del partido, frenando en seco la carrera que ésta había iniciado (tempranamente) hacia la Moncloa con el apoyo firme de Felipe González, Zapatero y de toda la plana mayor de la formación socialista. El lobby marroquí (encabezado sin disimulo –y casi con orgullo– por Zapatero) aprovechando el declive de Rajoy (salpicado por las causas judiciales de la trama Gürtel e indeciso ante un procés en plena ebullición) se había esforzado al máximo en promocionar a Díaz para liderar el partido y allanar el camino que –en un futuro próximo– la llevaría a la Moncloa. Por consiguiente, cuando Sánchez fue proclamado Secretario General del PSOE, no solo frustró el anhelo de Susana Díaz de postularse para la Presidencia del Gobierno, sino que también echó por tierra los “grandes planes” que Marruecos (a través de su potente lobby arraigado en España) tenía para ella a medio y largo plazo.

En aquel entonces, el Majzen (círculo oligárquico alauí) recelaba de Sánchez. Lo veía como un personaje gris cercano a Podemos y acostumbrado a nadar entre dos aguas (que había emergido después de ser decapitado políticamente por la cúpula de su partido en 2016) del que –todavía– no podía fiarse, hasta saber concretamente en qué dirección nadaba. Cuando (en junio de 2018) Pedro Sánchez logra trepar a la Moncloa (tras el éxito de la moción de censura contra Mariano Rajoy), la reacción del régimen alauí (enojado, probablemente, porque Sánchez estaba ocupando el lugar que él había vaticinado para “su candidata”) no se hizo esperar: Dos meses después, sin consultarlo con las autoridades españolas y sin dar ninguna explicación a tal efecto, decreta unilateralmente el cierre de la aduana comercial de Melilla que venía funcionando desde el siglo XIX. Al mismo tiempo, la presión migratoria sobre el litoral español, que ya en 2017 experimentó un repunte considerable, se intensifica notoriamente.

España sembró dudas sobre sus propias posesiones, y lo hizo, nada más y nada menos que ante una dictadura

Pero la pregunta que uno se hace –porque es de sentido común hacerla– es ¿Qué pretende Marruecos con el cierre de la aduana comercial de Melilla, habida cuenta de que su cierre no solo merma la actividad comercial en las ciudades autónomas españolas, sino que también asfixia económicamente a todas las ciudades marroquíes colindantes con la frontera española? 
La respuesta a esta pregunta no es tan sencilla. No lo es porque para contestarla hay que remontarse a un hecho acaecido en Madrid hace medio siglo: El 14 de noviembre de 1975 se firmó en el palacio de la Zarzuela el denigrante “Acuerdo tripartito de Madrid”, mediante el cual España daba su conformidad al reparto del Sahara Español entre Marruecos y Mauritania. España troceó su provincia 53 en dos partes (como si de una barra de pan recién horneada se tratara) y le entregó la porción (más apetecible) a Rabat y la otra a Nuakchot. A la larga, el “pan caliente” que ambos hurtaron acabaría quemándolos, al igual que sigue quemando, indirectamente, a España (en la frontera de Ceuta y Melilla). Entre las cláusulas (secretas por supuesto, todo lo ilícito debe quedar oculto) de ese ignominioso acuerdo hay una que estipula que “Marruecos debe respetar la soberanía de España sobre Ceuta y Melilla, el peñón de Vélez de la Gomera, islas Alhucemas, islas Chafarinas e islote de Perejil; y abstenerse de efectuar, en el futuro, reclamación alguna al respecto”.
Y aquí está el quid de la cuestión. Al introducir esta cláusula en el oprobioso acuerdo, España puso en tela de juicio su soberanía sobre estos territorios.

Sembró dudas sobre sus propias posesiones, y lo hizo, nada más y nada menos que ante una dictadura que, aunque la fortaleza de la que se jacta estriba básicamente en disponer de un agresivo aparato de propaganda especializado en la manipulación y desinformación, con el que encubre la podredumbre que carcome sus cimientos (y al que destina un elevado presupuesto en detrimento de sus súbditos cuya mayoría generalizada sobrevive como puede bajo los umbrales de la más absoluta pobreza); es conocida por su voracidad anexionista. 
A partir de ahí, España ligó la soberanía de Ceuta y Melilla, para siempre, al futuro de su provincia 53 (que abandonó en 1976). El respeto a la soberanía no se negocia ni se mendiga, se impone. Consciente o inconscientemente hipotecó la soberanía de su propio territorio. Rabat interpretó –a su conveniencia, como siempre– que Madrid le entregaba el Sahara a cambio de que se abstuviera de reclamar Ceuta y Melilla. Todos (España la primera) subestimaron a los saharauis dando por hecho que el Sahara no tiene dueño. Y claro, Marruecos, al darse de bruces con la dura realidad y comprobar que el Sahara (ni por la guerra, ni por el asedio, ni por la compra de voluntades) se puede someter, se revuelve contra España cerrando la aduana comercial de Melilla, dando a entender que la frontera comercial terrestre (que siempre ha estado abierta) puede no ser considerada como tal.

En la primavera de 2021 la dinámica de coerción que el régimen alauí viene ejerciendo sobre España, de forma habitual, alcanza su máximo exponente, mereciendo, esta vez, la calificación de agresión directa a la soberanía nacional: La madrugada del 17 de mayo de 2021, se desentendió de la custodia de la frontera (de Ceuta y Melilla) que tiene con España, permitiendo la entrada de más de 9000 personas (niños, mujeres, jóvenes e incluso familias enteras con bebés), que, en condiciones suicidas –principalmente a nado– llegan a la ciudad de Ceuta.
Simultáneamente (dos días después) el teléfono móvil de Sánchez es hakeado y se extraen de él 2,6 gigas de información. Semanas más tarde, los terminales de varios de sus ministros correrían la misma suerte (constatándose que, en esta ocasión, a diferencia del ataque al dispositivo del presidente, el volumen de información sustraída es menor). El rastro de la intrusión –efectuada mediante el software malicioso Pegasus– apunta a Marruecos.

El Majzen se ha dado cuenta que Sánchez es la “gallina de los huevos de oro” que estaba buscando

A los diez meses del pirateo del teléfono del presidente del Gobierno (el 14 de marzo de 2022) Mohamed VI hace pública una nota –que atribuye a Sánchez– según la cual éste manifiesta su respaldo a las pretensiones de la dictadura alauí de anexionar el Sahara.
Este anuncio marca un punto de inflexión en la relación Marruecos-Sánchez, que no Marruecos-España, ya que es una relación anómala en la que España, gracias a Sánchez, se pliega –sumisa– a los dictados de un régimen medieval corrupto y anacrónico. El Majzen se ha dado cuenta que Sánchez es la “gallina de los huevos de oro” que estaba buscando. Está seguro que con él alcanzará lo que, tal vez, nunca hubiera logrado con Susana Díaz. Desde Palacio, se imparten instrucciones a Zapatero para que movilice al lobby marroquí, de manera que sus principales activos (Miguel Ángel Moratinos, José Bono, Juan Fernando López Aguilar…) dejen todo (lo que sea que estuviesen haciendo) y se centren en el apoyo a Sánchez.
Transcurridas tres semanas de la “nota Real”, Mohamed VI, complacido por el posicionamiento promarroquí de Sánchez, le recibe en Rabat.

El presidente del Gobierno se deshace en halagos hacia la Corona majzení y repite hasta la saciedad que ambas naciones inician una “nueva andadura de entendimiento total: Un auténtico partenariado para el siglo XXI”.
Con su apoyo a las tesis de anexión del Sahara, Sánchez le ha “comprado” al sátrapa alauí la reapertura de la aduana de Melilla y la apertura de una nueva en Ceuta. En realidad, no está claro si se trató de una “compra” o del pago de un “rescate”. Todo indica que se trató más bien de lo segundo. En todo caso, tanto si se trató de una “compra”, como del pago de un “rescate”; la cuestión es que Sánchez se vio obligado a pagar.
Y, una vez más, España (ahora Sánchez mediante) incurre en el mismo error de hace 50 años. Para Marruecos, Sánchez no ha pagado por la apertura de la aduana, sino por lo que “subyace” en el cierre de la misma, que es la negación de la frontera terrestre. Y nadie, en su sano juicio, paga por algo que es suyo, salvo que en su fuero interno duda de que lo sea. Aunque –también hay que decirlo– en lo referente al Sahara, Sánchez ha pagado con puro humo, humo denso y pestilente (lo cual lo define como político y como persona).
Pero lo más llamativo es que, a pesar de las incontables cesiones (la mayoría degradantes), promesas, expresiones grandilocuentes (“partenariado del siglo XXI”) y a pesar de que la adulación de la monarquía alauí, prácticamente, se ha convertido para los miembros del Gobierno, en un reflejo verbal involuntario que no pueden reprimir cada vez que ven un micrófono; la apertura de la aduana no acaba de llegar. Desde hace casi tres años se la espera, pero nunca se materializa. Las excusas del retraso primeramente fueron “el acondicionamiento de las instalaciones y dependencias aduaneras en la parte marroquí”. Gastada esta excusa hasta deshilacharse, ocupó su lugar otra: Pruebas técnicas –por descontado– en la parte marroquí. Pruebas y más pruebas. 
Tal parece que, en vez de la apertura de una aduana, se está ensayando el lanzamiento de un cohete para propulsar una nave a la Luna y, con el fin de preservar la seguridad de los astronautas, es preciso realizar infinidad de pruebas.
Lo que prevalece debajo de esos cínicos pretextos y evasivas es, como hemos señalado arriba (y como algunos medios de propaganda del Majzen incluso se atreven a insinuar) es la reclamación tácita de Ceuta y Melilla.

Marruecos tiene plena certeza de que esta reclamación, jurídicamente, no tiene ningún recorrido; y también es perfecto conocedor de que el uso de la fuerza para adentrarse en territorio español está completamente descartado, porque, aunque finge ignorarlo, no olvida –y la Historia tampoco– el amago de incursión que intentó consumar en la isla de Perejil (en julio de 2002) y que acabó en un auténtico ultraje, tanto para el ejército marroquí, como para Mohamed VI en persona que, irónicamente, justo en esa fecha, celebraba el tercer aniversario de su coronación saboreando esta amarga derrota. 
Sin embargo, cada vez que el Majzen percibe alguna debilidad en el Gobierno de turno, desempolva la vieja “cláusula desliz” del acuerdo de marras (no importa que éste sea, desde hace décadas y a todos los efectos, totalmente nulo) para extorsionar a España y obligarla a seguir siendo su cómplice en el crimen que se cometió el 14 de noviembre de 1975.

Por fin, en los primeros días del nuevo año, el Gobierno anuncia (sin mucho bombo y solo con la “boca pequeña” y “cruzando los dedos” porque sabe que el vecino del sur es imprevisible y con él todo puede torcerse en cualquier momento) que la ansiada apertura de la aduana comercial está fijada para el día 8 de enero.
La mañana del día largamente esperado –que era miércoles– el optimismo prudente que había aflorado al principio, rápidamente fue mutando en claro pesimismo, al saberse que los productos exportados por España iban a ser limitados y los exportados por Marruecos no. También se supo que solo se iba a autorizar la salida de un único camión por día en cada sentido. Al final, ni siquiera esto último se logró llevar a cabo. La única furgoneta que logró llegar a la aduana marroquí a las diez de la mañana, fue denegada con la excusa de que solo se autoriza la entrada de un “camión cerrado”. La empresa española, armada de paciencia, volvió con su furgoneta a Melilla y realizó el cambio. 
El “camión cerrado” que se exigía, permaneció en la aduana marroquí hasta las nueve de la noche y, objetando una normativa confusa y contradictoria, las autoridades marroquíes vetaron su entrada.
En conclusión, lo que se esperaba con tanta expectación, resultó ser una inútil y decepcionante jornada (de 12 horas) presidida –del lado marroquí– por una praxis hostil y chapucera que, lejos de perseguir cooperación y beneficio para ambas partes, se centra en la provocación, la ofensa y la humillación. 
Al día siguiente, el Gobierno, para justificar lo injustificable, se remite, impotente, a lo de siempre: “la aduana no está abierta ni cerrada, sino en pruebas”.
Una semana después, un camión cargado con electrodomésticos, tras una minuciosa inspección (que duró horas, como si se temiera el porte de material radiactivo) e ingentes y engorrosos trámites en el lado marroquí; logra pasar por la aduana de Melilla.
Pasado casi un mes (el 11 de febrero) dos camiones, uno que parte desde Ceuta (con productos relacionados con el sector del motor); y otro que parte desde Melilla (con productos y enseres de hogar); después de franquear los exhaustivos y tediosos filtros del calvario aduanero marroquí, logran completar la expedición comercial. 
En el caso de Ceuta, es la primera vez que un vehículo, con destino a Marruecos, logra traspasar el umbral aduanero cumpliendo con todos los trámites pertinentes.

¿En qué ha quedado el “gran logro” de Sánchez de reabrir la aduana de Melilla y abrir una nueva en Ceuta del que tanto se vanagloria? En nada, igual que el valor de su palabra. Una aduana a cuentagotas no es una aduana. Una aduana es sinónimo de tránsito fluido. Es un rosario y un rosario con una sola cuenta o con ninguna, no es un rosario. Lo que se ha visto es un simulacro. Simular abrir la aduana manteniéndola cerrada. Y ¿Por qué el Majzen se molesta en hacer este simulacro? Porque nota que Sánchez está acorralado por la opinión pública y por la sociedad española en su conjunto, que, cansada, empieza a tildarlo de falsario al alardear de un “gran logro” que nadie ha podido ver; lo cual lo debilita como político, y un político agotado no le sirve al Majzen. Por ello, sale en su ayuda con esta pantomima que, sin dejar de ser un acto de desprecio, es un aviso –a Sánchez– de que debe esforzarse en transgredir aún más la legalidad internacional en lo tocante al Sahara, sobre todo ahora que la Unión Europea está decidida, más que nunca, a “dar al Cesar lo que es del Cesar”, enfocando la causa saharaui desde la óptica legal y ética que se le presume al Organismo Internacional de los 27.
En los últimos cuatro meses, los saharauis tienen al régimen majzení entre la espada y la pared. En la arena diplomática europea, los reveses, a cuál más monumental, se suceden, uno detrás de otro:


1-El 4 de octubre de 2024, las sentencias históricas del TJUE anulan los acuerdos comerciales UE-Marruecos por incluir el Sahara en su ámbito de aplicación.


2-A finales de enero, la Comisión Europea especifica que el acuerdo de aviación con Rabat no incluye el Sahara Occidental.


3-En la misma semana, el Frente Polisario, reconocido como representante legítimo del pueblo saharaui, es invitado al Parlamento Europeo.


4-A principios de febrero, el servicio jurídico del Consejo de la Unión Europea ratifica las sentencias del TJEU que invalidan los acuerdos pesquero y agrícola e insta a su cumplimiento.


5-También a principios de febrero, la justicia europea deja en evidencia a España y Francia al desestimar sus intentos de alterar las sentencias del TJUE que derogan los acuerdos comerciales con Marruecos. Desde octubre de 2024, Madrid y Paris en connivencia con la Comisión Europea, habían estado maniobrando en secreto (a espaldas de sus Parlamentos) en busca de alguna laguna legal que permitiera sortear los fallos del Tribunal Europeo pero, para su bochorno, con su infame proceder lo único que han ganado es retratarse ante toda Europa.

Lo que ha ocurrido en Ceuta y Melilla el segundo y tercer miércoles de enero, así como el segundo lunes de febrero, es un “Gargarat” a la inversa

El Majzen, furibundo y dolido por las severas y continuas derrotas, espolea a Sánchez para arrancarle una ocurrencia o incoherencia (que en su caso vienen a ser lo mismo) con la que, ilusoriamente, poder desviar la atención y tapar su frustración.
En definitiva, lo que ha ocurrido en Ceuta y Melilla el segundo y tercer miércoles de enero, así como el segundo lunes de febrero, es un “Gargarat” a la inversa.
A principios de noviembre de 2020, Marruecos (que desde 1976 ocupa militarmente la parte occidental de la RASD) intentó abrir una aduana comercial en la zona del Gargarat (frontera del Sahara con Mauritania) para que se le reconociera como propio un territorio que había ocupado ilegalmente. Los saharauis, que no estaban dispuestos a aceptar semejante afrenta, le plantaron cara y lo único que consiguió es que el Ejército de Liberación Saharaui retomara la lucha armada (dando fin a un alto el fuego que llevaba 29 años en vigor).
Mohamed VI no se lo esperaba. Nunca pensó que la bravuconada de abrir una aduana para arrogarse una tierra que no le pertenece; supondría volver a la guerra que estuvo a punto de costarle el trono a su padre, de no ser por la intervención de Javier Pérez de Cuéllar (Sec. Gen. de la ONU) que conspiró para conseguirle la tregua que se acaba de romper.

En el Gargarat, Marruecos intentó abrir una aduana y esto es lo que cosechó. Si en Melilla sigue manteniendo un Gargarat a la inversa (cerrando su aduana), eso significa que da por sentado que la reacción que le espera en la frontera sur de España (sobre todo con Sánchez al frente del Ejecutivo), no tendrá la misma contundencia que la respuesta con la que se topó en la frontera sur del Sahara.


Abderrahman Buhaia es intérprete y educador saharaui.