Europa no puede presumir de principios morales ante las ofensas de Donald Trump. Hasta bien entrado el siglo XX, Francia o Reino Unido se repartían los países de África y Asia como si fueran tartas de chocolate, a grandes trozos. India no logró desembarazarse de los británicos hasta 1947. Argelia no alcanzó la soberanía que le negaba el general De Gaulle hasta 1962. Y Vietnam no se libró de los franceses hasta 1954. España también hizo sus pinitos en el norte de África, con resultados calamitosos y vergonzosos para nuestra ex colonia. Mientras que Alemania pensó que era absurdo invadir países de fuera del Continente cuando tenía a mano los de dentro (Hitler bautizó su expansionismo como Lebesraum o espacio vital).

Los europeos siempre hemos mirado a los demás por encima del hombro. Pero el colonialismo es invento nuestro. Nos creíamos lo más, hasta que en las dos guerras mundiales que asolaron Europa a principios y mediados del siglo XX tuvimos que recurrir al amigo americano. Tras la Segunda Guerra Mundial sólo quedaron dos superpotencias, EEUU y la URSS. China estaba todavía lejos de ser un jugador de élite en la champions del poder mundial. Y Europa, la vieja Europa, no era más que un montón de escombros que soñaba con recuperar su papel en el mundo.

La guerra de Ucrania, más exactamente la invasión de Ucrania por Rusia, va a cumplir tres años la semana próxima. Triste aniversario. Resulta que Trump ha decidido acabar con el conflicto hablando directamente con Putin, sin contar con Europa, sin contar, lo que es aún más grave, con Zelenski. En el nuevo reparto del mundo –esto es mucho peor que lo que ocurrió en Yalta– Europa no cuenta. Hasta China tendrá voz, pero no Ucrania. Menos aún Bruselas.

Ante esta situación de facto –la cumbre preparatoria entre los dos mandatarios tiene su preámbulo este martes en Arabia Saudí, donde se reunirán Lavrov y Marco Rubio– Macron ha llamado a rebato. Luis Miguel Fuentes la llamaba ayer con su habitual ingenio acido, "cumbre de pitiminí". No estuvieron todos, pero sí los más importantes. Además del anfitrión, Scholz, Meloni, Starmer, la hiperactiva Von der Leyen... y hasta Pedro Sánchez.

¿Era el despertar de Europa? ¿Cabía la esperanza de que la amenaza de un reparto de Ucrania, al margen de Ucrania, espabilara de una vez la 'conciencia europea'?

Sánchez, como otros muchos líderes europeos, prefiere mantenerse en el poder a decir la verdad a sus ciudadanos

No olvidemos que ahora hablamos de fuerza, de armas, de despliegue de hombres, de mucho dinero.

De los convocados, tan sólo Macron y Starmer parecen dispuestos a aportar su parte para que una eventual retirada de Estados Unidos en la defensa de la soberanía de Ucrania no sea el primer paso para que Putin, esta vez sí, llegue hasta Kiev.

Los demás, palabrería. Juegos florales. Grandilocuencia y poco más.

Donald Tusk, primer ministro de Polonia –que gasta casi el 5% de su PIB en defensa–, uno de los más afectados por este cambio en el tablero geoestratégico, lo dijo ayer alto y claro: "No podemos jugar con Trump, hay que gastar más en defensa".

Porque Europa sólo tiene tres opciones: estar del lado de Trump gastando más en defensa; crear un ejército europeo de verdad, no de mentirijillas, lo que significa gastar mucho más dinero que permaneciendo junto a Estados Unidos; o bien, rezar para que Putin se conforme con quedarse con un pedazo de Ucrania y no quiera engullir otro país que considere que debe volver al redil del antiguo Pacto de Varsovia.

Ahora no valen jugarretas ni regates a corto, algo que le encanta a nuestro presidente del Gobierno.

A Sánchez le gusta hablar de la defensa de Europa, criticar a Trump, la agresión de Putin... Pero ¿qué está dispuesto a hacer? ¿Estaría, por ejemplo, dispuesto a buscar el apoyo del PP para aumentar significativamente el presupuesto de defensa, arriesgándose a romper la coalición con Sumar? ¡Ah! Eso sí que no. Lo primero es lo primero.

La cumbre de París –la cumbre de pitiminí– ha sido un fracaso porque la mayoría de los líderes europeos prefiere mantenerse en el poder a decirle a sus ciudadanos la verdad.