Víctor de Aldama va trayendo muy poco a poco sus pruebas, sus papeles llenos de dineros y dedazos como sábanas llenas de pesetones, o incluso puede que lleve las mismas sábanas con pesetones de esos pisos con “señoritas” que dice él. Lo de las señoritas, como lo de los pesetones, es un eufemismo ennoblecedor de lo innoble, o degradador de lo noble, que ya nadie llama señorita a las señoritas, sino a otra cosa. Tampoco nadie sabe ya qué es un pesetón, que era la prueba sucia y cándida de la pasión, como los contratos amañados y con borrones pueden ser la prueba sucia y cándida de la corrupción. El pesetón era esa condecoración del amor furtivo y presuroso, sin tiempo para romanticismo ni detergente, esa mancha que se quedaba allí, como en un santo sudario del vicio, en el camastro, en el sofá o en ese pequeño utilitario nupcial sin sacramento, con cura de los 40 principales. Aldama gallea y larga, pero las pruebas son escasas o ambiguas, como a veces eran ambiguos los pesetones. Aunque la cosa promete, porque se puede descubrir la corrupción, como la juventud, más por el rastro de la pasión que por el rastro del dinero.

Aldama poco a poco va encontrando pruebas o gurruños, y ahora ha aportado al Supremo, después de lo que me imagino como una gran aventura arqueológica entre cofres, papiros y osarios, unos papeles con anotaciones de Koldo García sobre, supuestamente, contratos de la Dirección General de Carreteras ya preadjudicados. Todo esto está muy bien y sabemos que encaja perfectamente con lo que conocemos del caso y con la arquitectura de la corrupción española, que es simple e inmutable como el cocido. Y, sin embargo, yo creo que lo realmente determinante e interesante sería encontrar pruebas de lo de las señoritas, porque aquí el dinero de la corrupción se puede esconder o enmarañar, pero el vicio que deja la corrupción es más difícil de ocultar. Quiero decir que va a ser mucho más complicado encontrar a todos los implicados en un mismo documento con firma y sello que encontrarlos en un mismo pisito con grillete de peluche y torniquete de calzoncillo blanco.

Lo de los ERE, o lo de las tarjetas de aquellos directivos de Empleo de la Junta de Andalucía, se iba casi todo en coca y putas porque yo creo que era como repartir entre los pobres y los izquierdistas ese lujo de coca y putas de los ricos y los fachas

Nuestra corrupción es de mesón y canalillo, de cordero y cordera, de lechazo y lechazo, de mariscada de muslos rosas, de señor barrigón con barragana, de salto del tigre como el salto de un cochinillo a la fuente. Sobre todo en el PSOE, que es muy tradicional para estas cosas, con su patriarcado de la pana que les hace celebrar los éxitos como labriegos, con porrón, embutido y moza. Lo de los ERE, o lo de las tarjetas de aquellos directivos de Empleo de la Junta de Andalucía, se iba casi todo en coca y putas porque yo creo que era como repartir entre los pobres y los izquierdistas ese lujo de coca y putas de los ricos y los fachas. O sea, un poco resarcimiento de clase y un poco memoria histórica también, algo que había que hacer desde lo público, por supuesto, para equilibrar las desigualdades. Seguro que hay una explicación ideológica para que los mártires del progreso y la igualdad se vayan de putas como si se fueran a ver a Miguel Ríos. Pero el caso es que las celebraciones de sus éxitos, sus excesos o sus impunidades les salen así como paleolíticas, comiéndose un mamut y llevándose luego una hembra por el moño.

Lo de seguir el dinero está muy bien para los americanos, pero aquí nuestra particular Garganta Profunda, que podría ser literal, diría más bien que sigamos a las señoritas. Después del pacharán y el cubateo, el español de éxito, el español de pelotazo, el español poderoso, el español que sigue siendo de exhibición cojonciana, el español normalmente ligado a la política, porque aquí todo es política, se va a mojar el churro español y a enarbolarlo como bandera del triunfo (van a tener razón con eso del patriarcado, que yo creo que si Begoña fuera Begoño habría dejado muchas más pistas). 

O sea, la investigación debería comenzar en los asadores y seguir el rastro de migas y babas, porque en esto de los grafos con entramados de empresas, las hojas de cálculo con la tinta acabándose, los apuntes a mano de los analfabetos y los listados de listín, se pierde uno enseguida y además no sabemos si pueden ser inventados o estar falseados. Pero si se sigue la pista de las señoritas igual encontramos a todos los implicados en el mismo pesetón, puro ADN de crimen y vicio. O al menos se puede simplificar la cosa.

Aldama presenta más papeles, chorreantes pero escasos o incompletos, como un poemario rescatado del váter, y también capturas de pantalla de Koldo, como si fueran fotos borrosas de un adulterio. En realidad Aldama no tiene que presentar pruebas, las pruebas las buscará la policía a partir de esos papeles chorreantes o pringosos o de sus propias investigaciones. Mientras, eso sí, se nos va revelando la conocida arquitectura de nuestra corrupción, arquitectura de asador de servilletón y de puticlub con guindas de neón y pezón. Yo creo que lo de las señoritas lo tendría que aclarar y documentar Aldama antes que nada, si acaso es verdad, que ésa es otra. Agujeros en la trama, relaciones inexplicables, saltos del pueblo a Madrid, o de ministerio a ministerio, o de ministerio a una consejería, todo eso quizá podría entenderse ubicando a los personajes no en el mismo papel ni en el mismo chat, sino en el mismo pisito con sombrero vaquero, bozal con tachuelas o pañal de ranitas. A Aldama lo llaman el “nexo corruptor”, ya saben, pero todavía más nexo y más corruptoras podrían ser la señorita Amber, la señorita Bianca o la señorita Shanghái.