Como todo lo que rodea al presidente del Gobierno, en el affaire de Telefónica hay una mezcla obscena de intereses públicos, de intereses del Estado y de intereses particulares. La defenestración de Álvarez Pallete es, en definitiva, una muestra flagrante de abuso de poder. Un gesto al margen de lo que debe ser la gestión profesional de una empresa. Un acto tan burdo que se llevó a cabo en el mismísimo Palacio de la Moncloa.
El Gobierno tiene todo el derecho a considerar a Telefónica como una empresa estratégica, que lo es. Y tiene mecanismos suficientes para proteger esos intereses superiores que tienen que ver con la defensa nacional. Si la acción de oro no es suficiente, el Gobierno puede exigir (como ha hecho el Ministerio de Defensa) una serie de requerimientos estrictos para que cualquier accionista -en este caso la saudí STC- tenga vetado su acceso o su capacidad de decisión sobre aspectos relacionados con las comunicaciones sensibles.
Incluso la entrada de la SEPI en el capital de Telefónica podía tener sentido si esa decisión hubiera sido consensuada con el primer partido de la oposición, lo que hubiera convertido su blindaje en una operación de Estado. No olvidemos el contexto internacional en el que nos movemos. Mientras la tensión aumenta, el valor de Telefónica como activo estratégico sube en paralelo.
Ese fin último, proteger a una compañía estratégica, con el que se puede estar de acuerdo, ha quedado, sin embargo, empañado por un comportamiento al margen de las normas de buen gobierno corporativo y propias de un gobierno autoritario.
¿Dónde queda el papel del consejo de Telefónica? ¿Dónde el papel de los llamados 'consejeros independientes'? Preguntas que dejaba en el aire en estas mismas páginas Juan Manuel Santos-Suárez.
El modus operandi en Telefónica ha sido el habitual en otros casos: el fin justifica los medios. Pero la corrección en los medios es algo por lo que debería velar la CNMV. Y, en última instancia, la junta de accionistas.
El hecho de que un consejero (Javier de Paz) haya sido capaz de ganarle el pulso al presidente de la compañía por partida doble gracias a sus conexiones políticas habla por sí sólo de cuál es el esquema de poder real de la compañía. Lo hemos visto también en el nombramiento del consejero por parte de la SEPI (Carlos Ocaña). Lo que prima es la cercanía al presidente. Lo demás es secundario.
El nombramiento de Marc Murtra evidencia el peso cada vez mayor de Salvador Illa en el PSOE
Pero si todo ello es grave, más lo es la utilización de una compañía que, al menos en teoría, sigue siendo privada para alcanzar fines que nada tienen que ver ni con su negocio ni con su estrategia, sino con los deseos particulares del presidente del Gobierno.
No contento con que Telefónica se convirtiera en uno de los financiadores del software de sostenibilidad del que presuntamente se benefició su esposa, pretendió que la compañía participase activamente en la ofensiva para la defensa de su honor. Intentó que Telefónica dejara de dar publicidad y patrocinio a los medios más críticos con el Gobierno, a lo que la compañía se negó, siendo este el motivo final por el que Moncloa decretó la caída de Álvarez Pallete.
En su nueva etapa, Telefónica tendrá al frente a Marc Murtra, hombre cercano al presidente de la Generalitat, Salvador Illa. De los múltiples candidatos que hubieran levantado gustosos el dedo para acceder a uno de los cargos más deseados del Ibex, Sánchez ha optado por este ingeniero, que ha presidido Indra desde 2021 (casi doblando su cotización), más que por sus virtudes como empresario, por su simpatía hacia el PSC. Illa podría convertirse en la alternativa dentro del socialismo en caso de que Sánchez se viera forzado a abandonar Moncloa.
Telefónica va a jugar un papel aún más relevante en los próximos años. Illa se ha propuesto devolver a Cataluña el papel de locomotora económica de España, como una forma de enterrar la amenaza independentista. Pues bien, Telefónica va a ser el catalizador de ese nuevo impulso.
También está por ver el papel que jugará Telefónica en la configuración mediática que pretende el Gobierno. La compañía, a través de Movistar +, es la primera productora de televisión española. Si ya en su momento Telefónica acudió al rescate de Prisa -eran tiempos en los que gobernaba el PP- no es descartable que se convierta en el salvavidas del grupo favorito del Gobierno si es que lo necesita.
Lo que el Gobierno tiene claro es que los destinos de Telefónica e Indra van a ser paralelos, pero independientes. Telefónica seguirá siendo el buque insignia de las telecomunicaciones, mientras que Indra se convertirá, según definición de Margarita Robles, en un "campeón nacional de la industria de la defensa".
¿Qué margen de maniobra tiene Murtra para que la Telefónica que ha comenzado a pilotar goce de cierta autonomía frente al Gobierno? Realmente, muy poca. Pero el futuro no está escrito y habrá que esperar y ver para juzgarlo.
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