Condonación suena a jubileo de pecadores, a lavatorio de pies, a magnificencia de rey persa, a escrófula sanada y hasta a reconstrucción milagrosa de himen. La condonación de la deuda de las autonomías suena a su desintegración, a su enterramiento, a su exorcismo, a que Pedro Sánchez va a coger los pagarés, los contratos mefistofélicos y los agujeros muy dados de sí de las autonomías, como ojales con mucha flor, y los va a quemar en hogueras playeras y santeras, en uno de esos rituales de chiringuito y queimada. Con la condonación, que suena a dormición de morosos y pródigos, parece que las almas de las autonomías se liberan y se elevan angelicalmente con camisón y lira, como almas de dibujitos animados. Pero en realidad la condonación sólo es un escamoteo, la deuda no desaparece en el fuego, en las olas ni en los ojos de Sánchez, que son como dos purgatorios abiertos. La deuda la tiene que seguir pagando alguien, o sea otros, o sea los mismos, o sea nosotros.

Condonación suena a aguinaldo de marquesa, a dictamen del Tribunal de las Aguas, a regalía colonial, a barbecho romano o a circuncisión del político, pero es más bien la extirpación de otra muela del ciudadano, que ya casi no tiene muelas. Sánchez tiene la esplendidez y la piedad de condonar parte de la deuda autonómica, no para pagarla él, que no paga nada, sino para que la paguemos los únicos que pagan aquí, esos españolitos a los que es posible que ya les dé igual si el dinero se lo lleva la autonomía folclórica, el Estado zarista o el ayuntamiento jardinero (lo peor de los impuestos es ver que no repercuten en los servicios públicos tanto como en el gigantismo político). Uno iba a decir que esto de pasarse la deuda de una administración a otra es como pasarse la ruina de un bolsillo a otro, pero es peor. Sí, porque el que cree que la deuda ha desaparecido enseguida siente la conveniencia o la necesidad de endeudarse otra vez, con lo que la ruina, como la pelusa bolsillera, no deja de aumentar. Claro que esto no parece importarles a los que creen que viven en un bolsillo, estos indepes, nacionalistas o autonomistas un poco marsupiales.

Sánchez condona, que uno se lo imagina haciendo un pase con varita mágica, o con la capa de Drácula o de don Juan, como si hipnotizara, maldijera o sedujera. Sánchez condona y nos deja condonados, no como si nos dejara liberados sino como si nos dejara embarazados. Condonar no es sino una manera ampulosa y tramposa de no decir que va a aumentar, todavía más, la deuda del Estado, el agujero nacional como ese gran ojal con flor sanchista. Esto es una especie de estafa piramidal, en la que los socios de Sánchez van llenando su deuda y vaciándola a continuación, como una gaita nacionalista, mientras nuevos contribuyentes, o viejos contribuyentes con más cargas, les pagan las ganancias. Pero hay otra estafa, que es el origen de esta condonación. Se diría que Sánchez, mientras estaba quizá de reflexión, ahí en su colchón como en una columna de estilita apaisada, llegó a la iluminación de que la condonación siquiera parcial de la deuda de las autonomías era una necesidad universal y espiritual que debía ser atendida. Pero no, hay que recordar que sólo es una exigencia indepe. Y que el quebranto que ya nos suponía la condonación de la deuda a Cataluña se multiplica ahora al extenderla universalmente, todo para que Sánchez tenga una excusa. 

Estamos todos condonados, todos bendecidos o quizá todos jodidos. Sánchez no suele entretenerse en buscar excusas para sus parcialidades, salvo ahora, lo que lleva a pensar si lo hará no como justificación sino sólo para fastidiar

Estamos todos condonados, todos bendecidos o quizá todos jodidos. Sánchez no suele entretenerse en buscar excusas para sus parcialidades, salvo ahora, lo que lleva a pensar si acaso lo hará no como justificación sino sólo para fastidiar. En realidad, Sánchez sí cree que puede usar la condonación para intentar su segundo milagro, literalmente cueste lo que cueste. Además de la estabilidad en el Congreso, donde últimamente sólo se llevaba sustos, revolcones y manteos de bombero torero, la condonación puede ser útil y golosa en las autonomías donde el PSOE sólo tiene ahora descampados y tiesos. A pesar de ser sólo un escamoteo, el truco del almendruco de la condonación sigue sonando a redención, a reencarnación, a absolución y, sobre todo, a nuevo maná socialista. En el caso de Andalucía, a viejo maná socialista, ideal para que se presente con ello la vieja socialista de señorío y mendrugo que es María Jesús Montero. De hecho, Andalucía es la autonomía a la que más porcentaje de la deuda se le va a perdonar, el 22’57 %. María Jesús Montero, en fin, podrá volver montada en la carroza virtual de la condonación casi como si no se hubiera bajado nunca de la carroza agropecuaria de los ERE.

Condonación suela a consolación o quizá a obstrucción, a gran fiesta de condestable autonómico o quizá a gran fiesta de condones como de globos, coloridos y desenfadados en la jodienda indiscriminada. Gracias a Sánchez, sus socios verán sus bolsillos vaciarse de pelusa y llenarse de crédito, las autonomías del viejo imperio socialista verán regenerarse los millones como parterres de flores folclóricas, y lo mismo esto, junto con Trump y Abascal, los dos de cuero y tachuela, puede ser suficiente para el milagro sanchista. Condonar y endeudarse no cuesta nada cuando pagan otros, y por supuesto esto no lo pagará Sánchez sino el españolito actual y futuro, si acaso sobrevivimos al Apocalipsis de estupidez que se nos viene encima. La deuda española supera el 101% del PIB, ha aumentado su cantidad bruta un 2’9 % respecto a 2023 y dedicamos el 2’5% de nuestra riqueza sólo a pagar los intereses. Y esto no irá a mejor, teniendo en cuenta la magnificencia sin límites de nuestro rey del Siam. Cuando Sánchez termine majestuosamente de condonarnos, ya estaremos condenados.