A Gabriel Rufián ya le da pereza Mariano Rajoy, con lo que tendremos que concluir que ha descubierto muy tarde al presidente o que nunca ha sido muy espabilado el de Esquerra, que está ahí con cuota de charnego, de converso, de folclórico andaluz mal trasplantado, que no agarra, como Lolita Sevilla en Bienvenido Mr. Marshall. Ha estado Rajoy en esa comisión parlamentaria que han montado el PSOE y sus socios más que nada para sacar otra vez a Rajoy, que es como sacar a doña Rogelia, que ya no funciona ni como gracia ni como bruja. Hasta Rufián se dio cuenta de que interrogar a Rajoy ahora es como volver a la clase de latín, y por eso dijo lo de la pereza, con su cosa de mal estudiante de latín y hasta de catalán. Pero Rajoy ya era un señor que daba pereza y se daba pereza a sí mismo, que hasta le dio pereza volver en su moción de censura, como si se hubiera puesto ya el camisón con gorro para su siesta de Cela (“con pijama, padrenuestro y orinal”). Allí, por perezón de Rajoy, se quedó el bolsito de Soraya como una pajarita sin ventrílocuo, como una boina sin español. Sí, qué pereza. Quizá sólo los indepes dan más pereza que Rajoy.
Qué pereza, Rajoy volviendo a ser Rajoy, o sea entre el retruécano y la duermevela, y Rufián siendo Rufián, o sea apuntando con el flequillo, amenazando con el flequillo, rematando falacias con el flequillo, como balones de playa, y sintiéndose un campeón de playa por esos blandos lucimientos. La comisión va sobre la supuesta Operación Cataluña, que a pesar de no tener recorrido en los tribunales, o precisamente por ello, es una oportunidad para que los sediciosos se venguen del PP, de la derecha, del Estado, de la España jotera, no tanto por investigarles o buscarles basurilla antes de su golpe sino, creo yo, por no hacerles luego a ellos la revolución. Para pereza, la de estos indepes perezosos que a pesar de la retórica, las ínfulas, la rabia y la convicción de los revolucionarios decidieron que era el Gobierno de España el que tenía que hacerles la revolución a ellos. Cómo será la pereza indepe que se enfrentó a la pereza de Rajoy y ganó Rajoy. Rajoy se limitó a firmar el 155 con lenta mano de plumín, como por debajo de la batamanta, y los revolucionarios se hundieron para siempre en la melancolía y en el sofá.
Incluso el perezoso Rajoy derrotó a los perezosos indepes. No es tan difícil, pues. Debe de ser que Sánchez es aún más perezoso que avieso
Los sediciosos y adláteres juzgan a aquel Gobierno que, pese a la pereza, les paró apenas con un pregonero, pero yo creo que la pereza ya les vence a todos y nos vence a todos. A Rajoy le daba pereza contestar a las provocaciones de vóley playa y a los falsos silogismos, y a Rufián le daba pereza Rajoy como da pereza rebobinar una cinta, sobre todo cuando ya nadie recuerda ni qué era eso. De todas las rendiciones de Sánchez ante los indepes, a uno se le había olvidado esta comisión de investigación, este escenario para que los golpistas puedan tener enfrente otro golpe, y sus mafias tener enfrente a otra mafia, y sus perezosos tener enfrente a otro perezoso. Pero todo resulta ahora antiguo o ridículo, no tanto porque vuelva Rajoy como con levita sino porque Sánchez y compañía han convertido en ingenuidad o en broma los audios de Villarejo, sus policías patrióticas de boquilla y carajillo y hasta sus putas mustias, caballunas y falsamente afrancesadas, como putas del Oeste.
Rajoy yo creo que estaba ahí como pensando que tenía luego cita con el barbero, esos barberos de conversación y quiniela más que de navaja, o con Pablo Motos, con quien estuvo hace poco para promocionar su libro de discursos parlamentarios (todos sacan ahora libros de sus discursos parlamentarios —el de Bono ya lo glosamos aquí—, discursos que no interesan ya a nadie o que no reconoce nadie, como antiguos pregones de la vendimia). Rufián, por su parte, yo creo que estaba ahí pensando que su flequillo se estaba desperdiciando como en un sábado de discoteca desperdiciado. Y hasta Ione Belarra, a quien no le da pereza (no tiene otra cosa) recurrir a la derechona ensotanada y a la antidemocracia que manejan tan bien estos demócratas, o más bien al revés; Belarra, decía, yo creo que sólo pensaba en Yolanda Díaz, si acaso siendo más purista, más guerrera y menos mantecosa que Yolanda Díaz podrían ella e Irene Montero volver a ser esas ministras o musas que eran en realidad como arpistas con metralleta. Pero enfrente sólo estaba Rajoy, claro, y aquello parecía bailar o pelear con una escoba. Sí, todo daba mucha pereza, sobre todo desde fuera, como si lo hubieran llevado a uno a un circo pobre y malo, con las gracias y las fieras sin objeto y sin mordida.
A Rajoy yo creo que siempre le dio pereza todo, la política, el gobierno, el Congreso como una academia antigua de mecanografía (desde el gallinero de la prensa, yo lo veía comer caramelos como una secretaria aburrida que hace globos de chicle). Igual que a Feijóo, que ha heredado como el paraguas de Rajoy (Rajoy heredó a su vez el de Aznar), al expresidente le daba pereza decidir y le daba pereza moverse (se sigue moviendo como un tronco que cae o no cae). Pero, sobre todo, le dio pereza cambiar muchas cosas que podría haber cambiado cuando tuvo su mayoría morrocotuda (del Poder Judicial a la ley electoral), y que quizá hubieran evitado algunas de nuestras morrocotudas catástrofes actuales. Ahora ya es muy tarde para descubrir a Rajoy, para corregir a Rajoy y hasta para vengarse en Rajoy, que por eso le daba pereza a Rufián. Eso sí, incluso el perezoso Rajoy derrotó a los perezosos indepes. No es tan difícil, pues. Debe de ser que Sánchez es aún más perezoso que avieso.
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