En los días previos a las protestas de 2022 del movimiento Mujer, Vida, Libertad en Irán, circularon en redes sociales videos de algunas de las que luego serían víctimas de la represión en los que se las veía cantando, bailando y disfrutando de la vida. Uno de los más emblemáticos fue el de Mahsa Jina Amini, entonando una canción de la cantante iraní exiliada Googoosh, y el de Nika Shakarami bailando con sus amigas.
Más allá del dolor que evocan sus muertes, estas imágenes revelan una amarga realidad: la negación sistemática de los derechos de las mujeres iraníes durante las últimas cuatro décadas no se ha limitado a su vestimenta, sino que ha alcanzado libertades fundamentales como bailar y cantar en espacios públicos.
A lo largo de la historia de Irán, las mujeres han enfrentado restricciones culturales y religiosas que han limitado su presencia en la música. Durante siglos, su participación se restringía a círculos privados y cortes reales, donde podían cantar en la intimidad de la nobleza.
Sin embargo, con la llegada de la modernización impulsada por Mohammad Reza Pahlaví y la expansión de la radio y la televisión, este tabú comenzó a romperse. Las mujeres artistas encontraron un espacio en conciertos, cabarés y medios de comunicación, logrando reconocimiento y proyección pública.
La criminalización del canto femenino
Pero esta apertura fue efímera. Con la Revolución de 1979, el panorama cambió drásticamente. El ayatolá Ruhollah Jomeiní calificó la música como un "opio para la sociedad" y exigió su eliminación de la radio y la televisión. Además, Jomeini y otros clérigos chiíes declararon que escuchar la voz de una mujer cantando era contrario al islam y podía inducir al pecado. Las consecuencias fueron inmediatas: se prohibió a las mujeres cantar en público, sus carreras fueron truncadas y muchas se vieron forzadas al exilio. Quienes permanecieron en Irán fueron condenadas al olvido, con enormes dificultades incluso para ganarse la vida.
Cuando Alí Jameneí asumió el liderazgo del sistema político iraní, mantuvo la misma línea dura. En una de sus declaraciones oficiales, afirmó: "La promoción de la música, su enseñanza y la creación de clases de música, incluso si es música permitida según la ley islámica, no es compatible con los altos ideales del sistema sagrado de la República Islámica".
Sobre el baile de las mujeres, su posición fue igual de intransigente: "Cualquier tipo de baile que conduzca a la corrupción o despierte el deseo es haram [prohibido]. El uso de instrumentos musicales y su escucha también están prohibidos. Es deber de los creyentes combatir estos actos y oponerse a ellos".
Incluso cuando se permitió a las mujeres cantar en coro junto a hombres, muchos conciertos fueron cancelados bajo el pretexto de que "las voces femeninas eran más fuertes que las masculinas". Ni siquiera los gobiernos reformistas de Mohammad Jatamí y Hasán Rohaní lograron revertir estas prohibiciones. A pesar de sus promesas de una sociedad más abierta, los conciertos con participación femenina siguieron siendo bloqueados.
En los últimos años, las redes sociales han permitido a las mujeres artistas compartir su arte y denunciar la censura. Plataformas como Instagram y YouTube se han convertido en escenarios virtuales donde pueden cantar y llegar a su público sin necesidad de autorización estatal.
Además, han surgido conciertos no oficiales y gratuitos, sin que el gobierno pudiera restringirlos. En estos eventos clandestinos, las mujeres pueden presentarse como solistas y recuperar su voz en lugares públicos. Sin embargo, este resquicio de libertad también conlleva graves riesgos. Muchas cantantes han sido arrestadas y condenadas por compartir su música en línea. Entre los casos más recientes se encuentran:
Parastoo Ahmadi: detenida en diciembre de 2023 tras publicar un video de su actuación en un caravasar, un concierto simbólico sin público que desafió la censura.
Hiva Seyfizadeh: arrestada en marzo de 2024 durante un concierto en Teherán, apenas después de interpretar una canción. Se convirtió en la primera mujer en 46 años en cantar ante un público mixto.
Bita Sadeghian: cantante y profesora de canto en Isfahán, convocada por la fiscalía bajo cargos de "atentar contra la moral pública" y obligada a cerrar su cuenta de Instagram.
Soheila Golestani: integrante del grupo de cantantes de música tradicional iraní, ha sido citada repetidamente por la justicia por difundir su voz en redes sociales.
A esto se suma la represión contra mujeres anónimas. En octubre de 2019, un tribunal revolucionario condenó a seis mujeres a un año de prisión por cantar en un video, y en 2023 cuatro cantantes fueron arrestadas en Minab por interpretar canciones en una boda.
La represión también alcanza a los hombres
Aunque la censura se ha centrado en las mujeres, los hombres que desafían las normas impuestas por el régimen también han sido perseguidos.
En septiembre de 2023, el cantante Mehdi Yarrahi fue arrestado tras interpretar la canción Rousarito (Tu pañuelo), un tema en apoyo a la libertad de vestimenta de las mujeres iraníes.
Yarrahi, conocido por su respaldo al movimiento Mujer, Vida, Libertad, fue condenado a dos años y ocho meses de prisión, 74 latigazos y arresto domiciliario con tobillero electrónico que debe llevarlo y recargarlo como fuera un aparato electrónico durante toda su condena . El 5 de marzo de 2024, la pena de flagelación fue ejecutada, lo que generó una ola de indignación dentro y fuera de Irán.
La prohibición se vuelve cada vez más insostenible: las mujeres iraníes han demostrado que no pueden ser silenciadas"
En su video anunciaba que, en protesta por la prohibición del canto femenino, se negaba a seguir cantando y a lanzar nuevos discos y conciertos. Su post en redes sociales ha contado con un inmenso apoyo. Tras recibir los latigazos, miles de personas han expresado su solidaridad con él y han condenado al gobierno iraní, en un aluvión de mensajes que reflejan el profundo rechazo a este castigo calificado por parte de activistas y artistas "un castigo de la Edad Media".
El segundo gran problema de esta censura es que, poco a poco, las mujeres cantantes han sido completamente expulsadas del espacio público. Su presencia ha quedado reducida a un entorno virtual, sin posibilidad de actuar libremente en su propio país.
Sin embargo, con el auge del movimiento Mujer, Vida, Libertad y la resistencia sin precedentes de las mujeres iraníes, esta prohibición se vuelve cada vez más insostenible. La eliminación práctica del velo obligatorio, la masiva desobediencia civil y las exigencias de igualdad han obligado al gobierno a retroceder en varios frentes.
Las mujeres iraníes han demostrado que no aceptarán ser silenciadas. Con su presencia en el espacio público, están reclamando todos sus derechos, y entre ellos, el derecho fundamental a cantar.
Ryma Sheermohammadi es activista e intérprete iraní con residencia en España. Aquí puede ver los artículos publicados.
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