Pedro Sánchez, que dijo una vez que “sobra el ministerio de Defensa” como quitándose la faja de pinchos de lo militar, nos va a salvar ahora en este rearme. No sabemos todavía cómo, ni lo sabe él tampoco, pero Sánchez nos va a salvar de Putin y de Trump, de nuestra indefensión y de nuestra dependencia, de nuestras pobres escopetas perdiceras, de nuestros barcos de regata o de botella, de nuestros tanques que quizá son sólo hormigoneras con ventanuco, y de esos escasos soldados nuestros de cristo, vino y salchichón, como sacristanes. Sánchez nos va a salvar hasta de él mismo cuando era pacifista y quería acabar con Defensa para poner panificadoras para pobres, obeliscos con pebetero o murales sobre la igualdad, en rojo y oro como esos murales de siegas soviéticas. No sabemos todavía, ni lo sabe él tampoco, qué quiere hacer, ni cómo lo va a financiar, ni cómo lo va a aprobar, pero Sánchez dice mucho, o ya canta, con sonsonete de marine en calzoncillo, lo de su brutal aumento en el gasto de defensa. Claro que es sólo dinero en bruto, como los millones brutalistas de sus supuestas viviendas brutalistas que aún no hemos visto por ningún lado.

Sánchez, vestido ya de general de balconcillo, con sable de flecos y bandolera de banda de cornetas, no sólo está gastando más que nadie en defensa, aunque sea sólo en el aire, en salvas para sus mítines, sino que acusa a Rajoy de no haber gastado más. Sí, por culpa de Rajoy estamos como estamos, con ejércitos para repartir sopa, para el Corpus o para el Dos de Mayo (ahora se queja Ayuso de que Sánchez no le deja jugar a los soldaditos, ni vestirse de maja con bandera, tricornio y muslo, como una cupletera o como Marta Sánchez). De todas formas, Rajoy sólo tendría culpa de hacerle caso a la izquierda, que no dejaba de decirnos que había que quitar la mili, las bases, los cuarteles, los cuartos de banderas, los guardias civiles de las curvas, los cañones de las glorietas y hasta los aviadores de las calles, y lo ha ido consiguiendo. La izquierda y, claro, los nacionalismos, siempre celosos de historia y de pólvora, que por eso Pujol insistió en que Aznar quitara la mili (Aznar, a la orden, la quitó y hasta empezó a hablar catalán en la intimidad).

La verdad es que la España de Rajoy no estaba para hacer portaviones ni pirámides, sobre todo después de lo que dejó Zapatero, ya que estamos con herencias. Aunque, seguramente, tampoco en otro contexto económico hubiera hecho mucho más nuestro Rajoy, hombre de hacer poca mudanza, o de hacer poco en general. Toda la derecha cuartelera e imperial se quedó con Rajoy en derecha sobria o sosa, y hasta calvinista, que no le importó mucho a él que los santos españoles se fueran quedando sin su patrocinio de regimientos, galeones y bombardas. Toda esa cuartelería imperial la retomó, sorprendentemente, Sánchez, el atlantista de salón veneciano. Sánchez enseguida aumentó el presupuesto de defensa apenas lo sugirió la OTAN, sobre todo tras aquella cumbre de Madrid en la que nuestro presidente hizo de cicerone, de cuelgacapas y de correpasillos (Sánchez corría tras Biden como en patucos, con torpeza y alegría). Sánchez aumentó el presupuesto en defensa y habría aumentado el presupuesto en faisanes, violonchelistas y camareras en patines para quedar bien (a lo mejor también lo hizo y está por ahí enterrado en algún decreto ómnibus).

Sánchez no sólo está gastando más que nadie en defensa, aunque sea sólo en el aire, en salvas para sus mítines, sino que acusa a Rajoy de no haber gastado más. Sí, por culpa de Rajoy estamos como estamos"

Sánchez parece que culpa al PP de ser poca derecha, o de ser una derecha poco castrense y poco velluda, como si fuera una acusación de Abascal (por cierto, ese Abascal velludo rendido ante un Putin lampiño o depilado a mí me parece casi una composición neoclásica, como esos cuadros con Venus y un fauno). Sánchez parece que culpa al PP de haberles hecho caso a ellos mismos, cuando marchaban hacia a Rota con botijo y cantautor, o cuando iban a la Casa de Campo más o menos igual, que no variaban mucho el atrezo ni los estribillos. Sánchez, en realidad, acusa al PP de ser menos derecha que él, que no tiene sentido hasta que recordamos que lo de Sánchez, precisamente, no tiene nunca sentido, sólo interés. Sánchez lo mismo es tratante de pienso que de leyes, como hemos visto con los indepes; lo mismo es republicano que carlista, lo mismo es revolucionario que constitucionalista, lo mismo es pacifista que belicista. Y lo mismo dice o canta que sobran el ministerio de Defensa y el sable del coronel, como en una canción de Ana Belén, que se enorgullece de rearmarnos con una vehemencia como homérica, que sólo le falta hablar de las “cóncavas naves”. La ira de Aquiles va a ser nada comparada con la ira de Sánchez.

Sánchez, al que antes le sobraba el ministerio de Defensa y ahora le sobran la hemeroteca, la verdad y la lógica, nos va a salvar. Éramos pobres de rancho, pendón y fuerte de arena; nuestros ejércitos se volaban, nuestros tanques eran pisapapeles y en nuestros portaaviones no cabían aviones, sólo marineros de boda. Incluso nuestra derecha era más de oficinistas que de alférez de complemento o virgen generala. Hasta que llegó Sánchez a salvarnos, que está claro que nos va a salvar, aunque todavía no sabemos, ni sabe él, cómo ni con qué. Sólo sabemos que seremos feroces y progresistas, los más peligrosos y los más sociales. No éramos nada, mapas quemados y banderas mojadas, hasta que llegó Sánchez, entre Tom Cruise y sargento Arensivia, a salvarnos mientras baila o mientras ama y a espabilarnos con españolísimos petardazos u hostias que hasta la derecha había olvidado. Sánchez nos rearmará aun sin tener todavía dinero, ni proyecto, ni socios para ello, sólo ganas de que le toquen la trompeta, que eso nunca le ha faltado. De ahí que se quiera llevar hasta a los soldados de aparadorcito de Ayuso.