Donald Trump ha conseguido acabar con la visión crítica de Groenlandia a pertenecer como Estado independiente a la Unión Europea y que el Reino Unido coordine sus políticas de Defensa con Bruselas. También ha impulsado que incluso su principal socio comercial, y con quien comparte toda la frontera norte, Canadá, quiera formar parte del proyecto de Defensa europeo.
En su encuentro con el presidente Emmanuel Macron, el nuevo primer ministro canadiense, Mark Carney, definió Canadá como el país más europeo de los países no europeos. Y es una definición que no es casual, ya que el primer viaje del primer ministro canadiense, sucesor de Justin Trudeau, ha sido a Londres y París, en lugar de la tradicional visita a su vecino del sur. Y es que las relaciones entre Ottawa y Washington DC pasan por su peor momento, quizás desde 1812.
Las continuas declaraciones del presidente Trump y su gobierno en las que expresan su deseo de que Canadá sea el estado 51 de la unión, y Groenlandia el 52, no agradan a los canadienses. Este hecho, junto con la guerra tarifaria, ha provocado que el Partido Liberal renazca de sus cenizas y que el vínculo entre Canadá y la Unión Europea vaya más allá de una cordialidad de buen vecino.
Pero la animadversión a Trump, y a estos Estados Unidos es tal, que desde Canadá ya se ha pedido que la Unión Europea lo tenga en cuenta como aliado militar para acabar con la dependencia mutua respecto los Estados Unidos. De la misma manera que se trata de que se faciliten los mecanismos comerciales entre ambos lados del Atlántico, y se integren los canadienses en los proyectos de defensa común que impulse la Unión Europea. Es un hecho histórico, ya que las relaciones con Canadá nunca había en este sentido ni en el marco de la OTAN.
Y sucede cuando por primera vez el marco de defensa del Reino Unido gira hacia un campo continental, más allá del vínculo atlántico. Los continuos ataques de Trump contra el gabinete de Keir Starmer se han considerado un desplante diplomático; ambos Estados mantenían un eje diplomático, que parece que se desvanece poco a poco.
Y es que mientras Mark Rutte, secretario general de la OTAN, hace broma con Donald Trump, mientras este amenazaba con la anexión de Groenlandia y Canadá, por otro lado, se estaban sentando las bases de una nueva alianza atlántica. Y es que el acuerdo militar entre la Unión Europea y Canadá no se tiene que entender solamente como un gran ejército que irá arriba y abajo. Sino que llevará consigo acuerdos económicos como los acuerdos de Scholz con Canadá sobre Terranova y los recursos energéticos, o un nuevo posicionamiento estratégico de los elementos de la seguridad conjunta atlántica. Canadá tiene los recursos naturales que la UE necesita para no depender de Rusia, y también tiene una situación geográfica única que lo hace interesante para los nuevos marcos de defensa árticos. Pero esto no será un chasquido de dedos, Canadá también se tiene que poner al día en mejorar su infraestructura, de la misma manera que ahora lo hará Alemania.
El proyecto de seguridad europea, y el fondo común de defensa, pueden ser el primer eslabón de una nueva alianza atlántica sin EEUU"
La inclusión de Canadá en los proyectos de Defensa europeos no es una cuestión baladí: se convertiría en uno de los principales socios comerciales y estratégicos para la Unión Europea. Más allá de la cuestión cultural y económica, por su vínculo con el Reino Unido y Francia, si Canadá se incluye en las políticas europeas también se sitúa que la cuestión del Ártico como política troncal. Que Ottawa se acerque a Bruselas implica que Nuuk, capital de Groenlandia, también lo haga. A pesar de que será improbable que algún día Canadá entre en la Unión Europea, por su situación política, económica y social, y su dependencia con Estados Unidos, sí que es muy posible que cada vez veamos más la bandera canadiense en los actos de la UE.
De la misma manera que muy posiblemente también que veamos la bandera del Reino Unido de nuevo por Bruselas, a pesar del Brexit. El acercamiento entre canadienses y europeos también ayudará a acercar británicos y europeos, otro efecto colateral de la política de Trump.
En conclusión, el acercamiento en todos los ámbitos entre Ottawa y Bruselas es una realidad. El proyecto de seguridad europea, y el fondo común de defensa, pueden ser el primer eslabón de una nueva alianza atlántica sin Estados Unidos. Incluso en el caso de que se restablecieran unas buenas relaciones de nuevo con Washington DC, la necesidad de pasar por el Congreso de Estados Unidos todo aprovisionamiento externo hace el proceso muy lento.
No creo que vayamos a ver a Canadá dentro de la Unión Europea, por la alta dependencia entre ambos países vecinos, pero sí que es posible que se establezcan mecanismos de cohesión entre ambos lados del Atlántico.
Guillem Pursals es doctorando en Derecho (UAB), máster en Seguridad (UNED) y politólogo (UPF), especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Aquí puede leer todas sus columnas en www.elindependiente.com.
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hace 3 días
Si europa fuera Europa…
Con Canadá, México y cualquier estado que modificase su estatus comercial con EEUU debería de formar mercados fuertes y comprometidos aprovechando lo que sin duda es una oportunidad.
Pero Europa, hoy, es europa.
hace 4 días
Inglaterra, que ya no está en la UE, pero es Europa, Canadá, con raíces anglofrancesas, y Turquía, que es más Europa que otra cosa. Estas tres naciones, junto a la UE, tienen que hacer un bloque económico -militar, fuerte y poderoso. Capaz de mirar sin pestañear a los otros tres bloques dominantes, EEUU, China y Rusia.
Entonces, tal vez, la Tierra gire más controlada y con menos sobresaltos.
Para cuando se consiga ese bloque, más que necesario, esperemos que ya no tengamos en España, el sátrapa que la preside.