Luisgé Martín (madrileño, 63 años) ha escrito un libro basado en conversaciones y cartas con José Bretón, condenado a 40 años de prisión por el asesinato de sus dos hijos: Ruth de 6 años y José de 2 años.
Todos recordarán las circunstancias: los asesinó y luego los incineró para no dejar ni rastro de sus cuerpos. Lo hizo como venganza contra su esposa, Ruth Ortiz. Durante la vista oral, Bretón negó haber asesinado a sus hijos.
El libro de Martín (El odio, Editorial Anagrama) fue parcialmente difundido esta semana en algunos medios para animar su venta al público, que debía comenzar el 26 de marzo.
Ante la noticia, Ruth Ortiz pidió a la Audiencia Provincial y a la Fiscalía de Córdoba (donde se produjeron los asesinatos el 8 de octubre de 2011) que paralizara la publicación del libro, alegando intromisión en la intimidad y el derecho a la intimidad y a la propia imagen de los niños asesinados. El pasado jueves, la Fiscalía de Menores de Barcelona -donde tiene su sede la editorial Anagrama- decidió suspender cautelarmente la publicación de El odio. La editorial lo ha hecho.
Martín y la editorial sostienen que en ningún momento han querido justificar al asesino, y se apoyan en la Constitución (libertad de expresión y derecho a la creación literaria) para justificar la publicación de la obra.
El debate está abierto. ¿Qué es antes: la libertad de expresión o el derecho de la víctima a no sufrir el dolor y la humillación de un suceso que la ha marcado de por vida?
Sin duda, hay una base jurídica para sostener ese debate. Pero también un sustrato moral que es el que más me interesa.
Tanto desde el punto de vista legal, como, sobre todo, desde una perspectiva moral, el libro de Luisgé Martín, El Odio, no debería ser difundido por respecto a Ruth Ortiz
Desde el punto de vista jurídico parece que hay pocas dudas de que el derecho de la víctima está por encima del derecho a la libertad de expresión. Tanto en la Ley integral de violencia de género, como en lo que establece el Código Penal (artículos 578 y 579), la primera resaltando el derecho a la reparación, y éste último respecto a la humillación de la víctima, parece claro que hay un límite a la libertad de expresión que es el derecho de la víctima a no sufrir una humillante reiteración del dolor.
No creo que haya un sólo juez en España (quizás esta afirmación es un poco arriesgada) que de la razón a Luisgé Martín y a la Editorial Anagrama frente a los argumentos de la madre de los niños asesinados.
El caso de José Bretón fue el primero que puso de una manera brutal a la sociedad frente a la violencia vicaria: la que se ejerce contra los hijos de las mujeres a las que se quiere maltratar y hacer daño. Sabe el agresor -en este caso doble asesino- que esa violencia causa aún más daño en la mujer que la ejercida sobre ella misma. Lo que se busca, por tanto, es causar el máximo dolor posible, sin reparar en los medios, aunque sean tan brutales y premeditados como los son en el caso que nos ocupa.
El autor del libro (que reconozco no haber leído) no es un indocumentado de los que se gastan por estos pagos. No. Fue durante años asesor cultural del PSOE y entró a trabajar como asesor de Pedro Sánchez en Moncloa en 2018. Era el que le revisaba y redactaba sus discursos. Desde 2023 hasta diciembre pasado ha sido el director del Instituto Cervantes en Los Ángeles. Sabe, por tanto, o debe saber Martín qué es la violencia vicaria y cuáles son los derechos de las víctimas de esta forma refinada de causar dolor.
A pesar de todo, Luisgé Martín no se dignó a hablar con Ruth Ortiz. Ni siquiera la llamó una vez, aunque sólo fuera para avisarla de la publicación de un libro que le iba a provocar mucho daño. La excusa que le dio el autor a Borja Martínez para no hacerlo es que "no quería mortificarla" con sus averiguaciones. Habrá que colegir que lo hizo por su bien.
Tampoco la editorial tuvo el detalle de acercarse a la víctima para ponerla sobre aviso de un texto que iba a narrar intimidades suyas y de sus hijos, y en el que sólo el asesino tenía voz.
Según ha reconocido el autor en alguna entrevista, la relación con Bretón hizo que algún momento él mismo se olvidara de lo que había hecho. Tremendo.
El libro, claro tiene un precio (17 euros o 19,90 con gastos de envío) y está pensado para convertirse en un best seller. Una de las perlas que adelanta la prepublicación es que, por primera vez, Bretón se declara asesino de sus hijos. Aunque también aclara que tuvo "mala suerte", porque estuvo a punto de salir indemne: "si no hay cuerpos, no hay delito" (se lamenta el asesino).
Vivimos en una sociedad que vibra con la violencia. El odio, bajo una pátina de análisis psicológico, busca, sobre todo el impacto, no el retrato frío del asesino. Por eso, no se le ha dado voz a la víctima. Porque tal vez su testimonio restaría fuerza a un libro destinado a ser el más vendido de la temporada.
8 Comentarios
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hace 2 horas
Enhorabuena a un magnífico trabajo que aborda todas las aristas de este problemático libro. Mi opinion: no publicarlo, o no así, eximiendo al asesino del daño y marginando a la victima. No vale la asepsia ante hechos como este
hace 5 horas
Vaya, parece que nos hacemos los ciegos o no queremos ver en que se está convirtiendo o se ha convertido la sociedad actual. La falta de unión y el desapego, la falta de empatía y la polarización, las rrss y las tendencias a destacar sobre el resto.
Los true crime hace tiempo que son tendencia y por lo tanto un buen negocio.
Saben, una buena fórmula para frenar este problema social es decantarse de una vez por el lado de las víctimas.
Los que ahora se escandalizan pero mañana critican el feminismo y sobre todo la violencia machista dejen de ser hipócritas. Son a sabiendas fervientes defensores de estas consecuencias
hace 6 horas
El derecho a la libertad, que aquí ni la hay, debe tener unos límites. A este monstruo lo hace falta todos los días una manta de palos. Porque más pronto que tarde saldrá tan tranquilo…
hace 17 horas
Y como se sentirá esa madre?
hace 18 horas
La libertad de expresión debería quedar como norma circunscrita a la pena de cárcel impuesta, en este caso al asesino condenado, al que ya se le dio la ocasión de hacerlo en el juico, o que en su nombre cualquier otra persona lo haga si no es el informe de la sentencia.
hace 20 horas
Estoy de acuerdo con Karlos.
Qué libertad de expresión hay aquí, Sr García -Abadillo ? La de un aberrante monstruo humano que mata a sus dos pequeños hijos – !! SUS HIJOS !! -, para vengarse de su mujer o la de un miserable humano, que quiere hacer negocio con ello ?
hace 20 horas
Tanto el asesino como el autor del libro son dos personajes abyectos. Espero que la justicia paralice semejante despropósito. Por cierto, Anagrama, de quién es?
hace 21 horas
Esclarecedor artículo.
Al principio pensé que el miserable asesino se había buscado un negro para escribir su abyecta versión de los hechos y sacarse unos miles de euros.
Pero no. No es un negro es “un listo”. Hasta ahora vividor del presupuesto y que ha olido sangre&euros fáciles.
Muy preocupante que Anagrama haya proyectado? Colaborado? En este sucio, sucísimo asunto.