Primo Levi, en la trilogía sobre su encierro en Auschwitz, muestra cómo la maquinaria nazi deshumanizaba a las personas para facilitar que quienes los torturaban y asesinaban hicieran "su trabajo" –como se refirió a su actividad el criminal de lesa humanidad Eichmann al ser juzgado en Jerusalén–. La deshumanización rompe toda forma de empatía y más bien genera miedo, odio y sed de venganza. De ahí que el torturador o el asesino llegue a adquirir un halo de justiciero en tanto en cuanto preserva el orden social y asegura la supervivencia de los suyos.

Cabría esperar que la obra de Levi, como testimonio y ejercicio de memoria, nos ayudase a no volver a despojar de su humanidad a otras personas, arrebatándoles sus propiedades y expulsándolas de sus casas con el fin de castigarlas e, incluso, matarlas, alegando que se hace para defenderse de ellas. Sin embargo, viendo la situación actual de los palestinos, parece que ni aquellos cuyos antepasados sufrieron los campos de concentración nazi han tomado nota de los peligros de ver al otro como una criatura carente de sentimientos y derechos.

Sólo desde el postulado de la deshumanización se explica que alguien responsabilice a toda la población de las brutales acciones de un grupo terrorista, y que esto justifique su sanción ordenando bombardeos masivos sobre civiles indefensos, como ha ocurrido, sin ir más lejos, esta misma semana. De manera análoga, resulta muy desconcertante y perturbador que el presidente de los Estados Unidos, uno de los países más poderosos del mundo, difunda un vídeo en el que muestra el futuro de Gaza como complejo turístico hortera una vez que los palestinos sean expulsados. Parece propio de una mente perturbada pensar que es mucho mejor tener sitio para un resort de playa que respetar la vida de todo un pueblo, su historia y su futuro.

La deshumanización rompe toda forma de empatía y más bien genera miedo, odio y sed de venganza"

En el libro Making Monsters. The Uncanny Power of Dehumanization (Creando monstruos. El sorprendente poder de la deshumanización), David Livingstone Smith explica cómo funciona ese proceso y cómo se va generando en los "humanos" el sentimiento de que es necesario acabar con los "infrahumanos" a los que ven como unos monstruos -unos animales- que les amenazan. Por eso, los "humanos" han participado de forma entusiasta en las ejecuciones de sentencias de muerte, tal y como lo explica Foucault en el primer capítulo de Vigilar y castigar, o en los grotescos espectáculos que se montaban en torno a los linchamientos de "negros" en los Estados Unidos que reseña David Livingstone Smith, asesinatos que eran presentados por los periódicos como actos de aniquilación de monstruos o de criaturas antinaturales. Pero, para llegar a eso, antes había todo un proceso de creación de la amenaza -del monstruo- tal y como se cuenta en la novela Matar a un ruiseñor a través de la defensa que hace del acusado Atticus Finch.

América Latina tiene un largo pasado y presente de deshumanización que permite entender el estereotipo de ignorantes, violentos o viciosos que se suele adjudicar a los indígenas y afrodescendientes

La raza está presente en casi todos los procesos de deshumanización. Según el autor, es un factor de diferenciación que hace superior a un grupo frente a otro. En los procesos de creación de monstruos, justifica la dominación como una consecuencia lógica y natural de los "humanos" frente a los que no lo son. Por esta razón, y como buen continente racista, América Latina tiene un largo pasado y presente de deshumanización que permite entender el estereotipo de ignorantes, tontos, sucios, violentos, vagos o viciosos que se suele adjudicar a los indígenas y afrodescendientes en la región. Pero no solo eso, también está la idea de jerarquía y clase social asociada a la raza, por eso no resulta extraño que la whitexican conocida como Lady Polanco, que fue detenida por conducir borracha e ir en sentido contrario, insultase al policía que la detuvo al grito de "asalariado de mierda" mientras le decía con menosprecio: "Tú, ¿quién eres, pendejo? No eres más que un naco (expresión clasista y racista mexicana) don nadie".

Pero hay unas nuevas formas de deshumanización y violencia en la región, vinculadas en gran parte a organizaciones criminales, que desconciertan porque deshumanizan en primer lugar a sus propios integrantes. La finalidad es, sobre todo, controlar a la sociedad por medio del miedo, presentándose ellos mismos como monstruos. El mejor ejemplo serían las maras que atemorizaron a El Salvador durante muchos años. Sus miembros eran sometidos a salvajes rituales de iniciación y desfigurados con tatuajes que los envilecían, prestos para robar y matar sin piedad. En respuesta, el gobierno del país ha montado un sistema en el que trata a los pandilleros como animales peligrosos –ratas, como dice el mismo presidente Bukele– con mecanismos que visibilizan y exhiben el castigo y la construcción de grandes cárceles similares a jaulas para fieras. Cuando veo la situación de El Salvador, siempre me pregunto qué pudo haber pasado en una sociedad para que se hayan generado esas formas de violencia y degradación tan inhumanas de lado y lado.

Estos días también hemos tenido noticia de los horrores ocurridos en el Rancho Izaguirre de México, dónde se veía un escenario de restos de ropas, mochilas, piezas dentales y zapatos que recuerda demasiado a los campos de concentración nazi, por más que la presidenta Claudia Sheinbaum, fiel a la Escuela López Obrador, se empeñe en decir que hay mucho de exageración periodística ante el temor de que este caso ponga en evidencia, una vez más, el fracaso del Estado mexicano o de que se tache a la sociedad mexicana de falta de empatía y deshumanización. 

Aunque todo lo ocurrido en Teuchitlán es aterrador, no dejo de pensar en que se trataba de un centro de entrenamiento de sicarios y reclutamiento forzado. Esto significa que muchas de las personas que acabaron allí llegaban engañadas y fueron sometidas a un proceso de transformación en fieros animales sin piedad alguna. Pero no todos pasaban la prueba, los que no servían para ser efectivos sicarios de los carteles de narcos eran, simplemente, asesinados y sus cuerpos cremados como basura sin importar que había unas madres que los buscaban y querían. A diferencia de los procesos de deshumanización que hemos visto en otros momentos de la historia, lo particular de este caso radica en que los agentes no eran distintos, es decir, no son parte de un grupo étnico diferente para quienes los otros supongan una amenaza, es más, luego serían compañeros de armas. Aquí únicamente rige la necesidad de volverles inhumanos para que sean fieles soldados de sus mafias.

No quiero terminar sin mencionar la criminalización de la inmigración en los Estados Unidos, sobre todo la que procede de América Latina, porque tiene un claro componente racista en la línea señalada por David Livingstone Smith. En su momento, Trump ya dijo que los mexicanos son violadores y vendedores de drogas y, en un mitin de su campaña, se refirieron a Puerto Rico como una "isla de basura", al tiempo que se hacían comentarios despectivos en contra de los latinoamericanos. A ello se suma el trato que está dando a los venezolanos, a pesar de que muchos eran fervientes MAGAZOLANOS, al aplicarles una ley para enemigos extranjeros que le permite al gobierno enviarlos a El Salvador, orgullosamente convertido en una colonia penal.

Hay un poema que encabeza el libro de Levi Si esto es un hombre que dice: "Considerad si es una mujer / quien no tiene cabellos ni nombre /ni fuerzas para recordarlo / vacía la mirada y frío el regazo" y al leerlo no pude más que pensar en las imágenes de los venezolanos que eran rapados al llegar al nuevo Guantánamo. Sin estar claro siquiera que fueran culpables de los que se les acusaba, ya los estaban transformando en infrahumanos.


Francisco Sánchez es director de Instituto de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca. Aquí puede leer los artículos que ha publicado en El Independiente.