No gusta "en absoluto" en el Gobierno español que se utilice el término 'rearme' para definir lo que iniciará Europa en las próximas semanas, que será en realidad una carrera armamentística obligada y apresurada, al haberse descubierto esta región del mundo desprovista de lo necesario para luchar contra su enemigo ruso. Se puede estar a favor o en contra de librar este peligroso pulso contra Putin. Hay quien considera que la disuasión es necesaria -quien firma esto- y quien considera que no es posible con un enemigo con esa voracidad... o incluso quien la ve improcedente. Aquí la cuestión no es la relativa a la estrategia europea, sino a la cuestión lingüística y semántica y a la gilipollez habitual de los gobernantes españoles.

Referirse a las cosas por su nombre siempre resulta improcedente para quien vive de la política de los gestos y de las dobles intenciones, como Pedro Sánchez. Podía elegirse una expresión más mullida en este sentido, como 'plan de defensa' o de 'disuasión de las amenazas'. Sería una buena forma de eliminar el rastro belicista de una decisión militar. Llamar a las cosas por su nombre suele dejar poco margen para la manipulación posterior.

Definir al pan como pan; y al vino como tal estrecha el margen. Hablar de un elixir o de un bollo permite elevar la categorías de esos conceptos. Decir que el primero es un líquido cancerígeno y el segundo, un alimento nocivo, lo contrario. Las palabras inspiran sensaciones y ceban a los sofistas.

Misión de paz

La guerra suele ser una situación excepcional para el uso de eufemismos. A los ataques es mejor definirlos como 'operaciones especiales'; al asesinato de civiles, como 'daños colaterales'; a los soldados como 'efectivos' y a las retiradas, como 'reagrupaciones tácticas'. Incluso si se quiere sembrar un terreno de minas antipersona se puede recurrir a la expresión técnica de 'asegurar la frontera'. Travestir la realidad con tecnicismos es perfecto en estas situaciones. Es el material sobre el que se construyen las mentiras y las excusas.

No extraña que una parte de los socios parlamentarios del Gobierno se opongan al término 'rearme' e incluso haya pedido a Pedro Sánchez que abandone la OTAN. La postura en contra de la alianza atlántica es legítima. Otra cosa es que en algunos casos resulte sospechosa, como lo es contratar para la emisora digital de un partido a una antigua propagandista al servicio del Kremlin. Si se utiliza un eufemismo, directiva de Russia Today en español. Los defensores del 'multilateralismo' suelen utilizar este término para camuflar la realidad, y es que realizan un servicio al enemigo que ocultan. ¿Por cobardía? Digamos que no tanto como por la capacidad que esa actitud otorga para camuflar las verdaderas intenciones y mentir y manipular.

Tampoco es inexperto el presidente del Gobierno en emplear requiebros verbales y trampantojos para disfrazar la verdad. Su 'Plan de Acción por la Democracia' no pretende mejorar el Estado de derecho, sino adaptarlo a sus intereses personales y partidistas. El epígrafe que hace referencia a la necesidad de proteger el buen periodismo frente a la mentira y la intoxicación lo que en realidad busca es que cunda el pánico entre la prensa crítica, a la que se intenta buscar la ruina.

Presidente, como eufemismo

Quien quisiera adecentar y abrillantar la democracia española renunciaría a gobernar con una minoría que ni siquiera le permite sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado. Como poco, explicaría en el Parlamento las cuestiones de su mujer, de su hermano o de los informes de la UCO, cuando se refieren a 'el 1'. Por supuesto, no permitiría figuras como la de Cándido Conde Pumpido en el Tribunal Constitucional y consideraría inviable que un fiscal general del Estado se mantuviera en su puesto pese a estar investigado. Un presidente que quisiera re-equilibrar el sistema no consentiría que uno de sus ministros presionara al primer ejecutivo de una compañía extranjera para que vendiera su participación en un medio de comunicación español que quiere controlar.

Todo esto ilustra sobre el peculiar concepto de la regeneración que ha impulsado Pedro Sánchez, que en realidad lo que va a provocar es que sus críticos se queden sin fuerzas y la democracia se debilite. Pero, ¿quién controla la democracia? Los poderes públicos. ¿Y eso qué es? El que manda y los que le supervisan. Legitimar al primero es sencillo: basta con incrementar el volumen de la propaganda. Desgastar a los segundos es más complejo, pero para eso se ha puesto en marcha el Plan de Acción por la Democracia. Un gran eufemismo. No hace falta llamarlo 'guerra' cuando se puede llamar 'campaña', 'misión de paz' o 'estrategia'.

La democracia es la izquierda

Tampoco hace falta avisar sobre el peligro que corre la 'democracia' cuando, en realidad, la izquierda es una gran especialista en 'ampliarla' a partir de su reducción a la mínima expresión, si es menester. Bajo el término de la 'igualdad', siembra estos días todo lo contrario, al igual que cuando pronuncia la palabra 'pluralidad' o 'representatividad'. Siempre se puede decir, si la cosa sale mal, que el culpable de la desigualdad o de la censura es el otro, dado que el uso táctico del vocabulario sirve para eso: para eludir responsabilidades y para manipular.

Así que ahora que se ha iniciado una carrera armamentística porque las fronteras de la Unión Europea están amenazadas por un nuevo nacionalismo dirigido por un criminal con impulso imperialista -prueba de ello es la creencia ciega en la historia del Rus de Kiev, más mitológica que real-, Moncloa considera que es mejor evitar el término 'rearme' y, a poder ser, y ya verán, los de 'militar' o 'bélico'. Yolanda Díaz afirma que el rearme debe ser "que los trabajadores lleguen a fin de mes". La nueva guerra es, por tanto, todo lo que implique defender, pero no luchar. Sólo así, en el momento que convenga, podrán decir que las armas se fabricaron para algo que es lo contrario a lo que les perjudica. No tengo duda que, aquí, utilizarán esta situación para estrechar el control sobre opositores y díscolos, restringir su radio de acción, y alardear de valores democráticos mientras se atribuye todo lo que suceda a la 'orden de Europa'.

Esa misma filosofía la han utilizado con el Reglamento Europeo de Medios de Comunicación. Ante su evidente afán censor señalan a Europa y aplican todo lo contrario a lo que pretendía la UE, que era la protección de los medios de las injerencias gubernamentales y a la población de la porpaganda putineja. Son enormemente peligrosos.