El error más grave cometido por Pedro Sánchez con Joseph Oughourlian ha sido el de menospreciarle. En la creencia de que se trata de un personaje menor, ha depositado la tarea de arrebatarle el poder en Prisa a un hombre de su confianza, José Miguel Contreras, al frente de un grupo de accionistas tan variopinto como escaso de fondos y reputación empresarial.

Tras la muerte de Miguel Barroso (enero de 2024), que sí tuvo la habilidad de ejercer de puente entre el grupo de comunicación y el Gobierno sin que chirriara el mecanismo que conecta los deseos de Moncloa con la maquinaria periodística del grupo de comunicación más cercano al Partido Socialista, llegó su alter ego Contreras. Pero nunca hubo química entre el madrileño y el francés de origen armenio. Nunca. Desde el primer momento, Oughourlian creyó tener enfrente a un individuo que quería mandar en el grupo y ocupar todos los puestos posibles; y Contreras pensó que el presidente de Prisa no era más que un financiero sin escrúpulos que lo que tenía en mente era, con la ayuda del grupo galo Vivendi, derechizar paulatinamente a un grupo de comunicación que ahorma a la izquierda, a través de El País y la Cadena Ser, mucho más que las proclamas de Ferraz.

Es una pugna por el poder, pero es también la lucha entre dos personas incapaces de encontrar un punto de encuentro. Lo que no esperaba Sánchez, lo que tampoco creía posible el propio Contreras hace tan sólo seis meses, era que Oughourlian, el pagafantas de Prisa, iba a salir respondón y le iba a poner a él de patitas en la calle, frustrando de paso la puesta en marcha de un canal de televisión cuya licencia, que concede el Gobierno, el despedido daba por segura y a la que el francés llamaba en tono de guasa "Tele Pedro".

Oughourlian controla a través de Amber Capital el 29,9% de las acciones de Prisa. Porcentaje al que habría que sumar el casi 12% que posee la francesa Vivendi, y otros paquetes, como el de la familia Polanco (7%) y Banco Santander (casi el 4%), que, en caso de tener que elegir, nunca se decantarían por el bando de Contreras, por mucho que el periodista y empresario televisivo se empeñe en poner a su grupo el sello de "español".

"Si es por eso, yo estoy dispuesto a nacionalizarme español", suele bromear Oughourlian cuando escucha a Contreras esgrimir ese argumento para buscar el calor de los accionistas que tienen su sede al sur de los Pirineos.

Fuera de juego Contreras, a Moncloa sólo le queda la baza de Telefónica para desterrar a Oughourlian de Prisa

Que Sánchez no va dejar que el principal accionista de Prisa se salga con la suya lo demostró el viaje a París del pasado mes de febrero del presidente de Telefónica, Marc Murtra, utilizando el avión privado de la compañía, y el ministro de Transformación Digital, Óscar López, con el fin de entrevistarse en secreto con el consejero delegado de Vivendi, Arnaud de Puyfontaine, para convencerle de que cambiara de bando. Mal elegido el interlocutor, porque en Vivendi las decisiones importantes las toma su principal accionista, Vicent Bolloré. No fue este, con ser relevante, el único fallo de la intentona. Una indiscreción de Murtra, que contó el motivo de su viaje a un accionista de Le Monde, provocó que la noticia llegara a oídos de Oughourlian antes de que los enviados especiales de Moncloa a la capital gala regresaran a España.

Con la fidelidad de Vivendi asegurada y una ampliación de capital por sorpresa, que tuvo lugar esta misma semana, las opciones de Contreras y su grupo español de lograr remover al francés en la próxima junta de accionistas se han reducido prácticamente a cero.

Pero Oughourlian sabe muy bien que el negocio de la comunicación no es un negocio cualquiera. Pilotar un grupo cuyos lectores son mayoritariamente afines al Gobierno en contra del Gobierno es una quimera, una aventura que no puede tener final feliz. Más aún cuando Sánchez es conocido por no perdonar a quien se atreve a echarle un pulso.

Es por ello que el francés no descarta volver a retomar sus lazos con Moncloa. Y por ello ha tomado la decisión de no tocar a la directora de El País, Pepa Bueno. En el entorno del presidente de Prisa repiten que nada más lejos de sus intenciones que la "derechización" de Prisa. El negocio de la influencia deja de serlo cuando se pierde la influencia.

Aun con todo, Oughourlian no va a derramar sangre por seguir al timón de Prisa. Su perspectiva sigue siendo la de un financiero, un gestor de carteras, que mira, sobre todo, por el bien de sus accionistas. Lo que el Gobierno ya no puede hacer es intentar controlar al grupo sin arriesgar apenas un euro. No, la operación tendrá un coste, que será igual al precio de una OPA por, al menos, el 51% del capital de la compañía, cuyas acciones han registrado un sospechoso repunte en las últimas semanas.

Y es en ese contexto en el que aparece Telefónica. La compañía de telecomunicaciones, controlada por el Gobierno, como puso de manifiesto el relevo por sorpresa de José María Pallete, llevado a cabo con todo descaro en el Palacio de la Moncloa, es la única que tiene músculo financiero como para hacer esa OPA sobre Prisa sin despeinarse. ¿Qué son 400 o 500 millones para una compañía que capitaliza en bolsa casi 25.000 millones?

Teniendo al frente del Gobierno a un presidente obsesionado por los medios de comunicación, habiendo dado el paso de poner al frente de Telefónica a un hombre de lealtad indiscutible al proyecto socialista y cuyo sueldo se ha elevado estratosféricamente hasta los 5,6 millones de euros, lo que asegura aún más su afinidad, no es descartable que esa operación tenga ya fecha en el calendario. Los accionistas de Prisa, los acreedores, y hasta sus trabajadores respirarían tranquilos. En cuanto a los accionistas de Telefónica... no parece que tampoco vayan a poner el grito en el cielo. Otra cosa es que esa toma de control ponga de manifiesto, una vez más, que Pedro Sánchez está dispuesto a todo con tal de lograr sus objetivos.