Sánchez está en China como en una China o un Polo Norte de esas viñetas finales de persecución de Mortadelo y Filemón. Ayuso está en Ecuador como en una escapada a Cuenca, cercana y lejana, familiar y desconocida, sentimental e invisibilizadora. Parece que hay que estar en cualquier sitio menos en España, donde sólo se nos repiten los chisperos, las queridas, las mordidas y los aguilillas fondoncetes del dinero público con paso de obispo enjoyado. Hay que estar en cualquier sitio menos en España, y me refiero a no estar físicamente y también a no estar informativamente. Ahora, lo que no desplaza de la actualidad Trump, con su cosa de hipopótamo rosa que se ha tirado a la piscina del mundo, lo desplazan del mapa Ábalos o el novio de Ayuso, con su cosa de bomba tóxica, de radiactividad de pachulí que te manda a Pernambuco.

Sánchez está en China yo creo que más como vendedor de jamones que como presidente del Gobierno. Se supone que el conflicto arancelario se va a manejar a nivel europeo, pero lo de abrir mercados y abrir blísteres de pata negra sí que se puede ir haciendo. Aunque quizá Sánchez está de gira no adelantándose a la diplomacia comunitaria ni a los negocios cárnicos sino al telediario con foto familiar, con Koldo, Ábalos, Begoña, Aldama e Hidalgo haciendo aguafuertes españolísimos. Begoña ya aparece en los informes de la UCO recibiendo peticiones e intercesiones sobre lo de Air Europa, como una Evita Perón de los pobres o de los aviones (Evita siempre tuvo algo de azafata de vuelo y, la verdad, Begoña también). Que Sánchez se meta en un avión justo con lo de Air Europa no sé si es ironía o intento de exorcismo, pero el caso es que China ofrece una distancia geográfica, cultural o histórica suficiente para esquivar el tema hablando igual de geopolítica que de quesos y aceites.

Si Sánchez está en China con cesta de chorizos o Ayuso está en Ecuador como perchero de tuno, es lo de menos cuando se trata de no estar

Sánchez hace su ruta asiática, ruta como de las sedas de sus andares, y después de Hanoi se ha ido a Pekín, así como persiguiendo al sol o espantando la oscuridad. También Ayuso, después de Alsina, que le dio un baño (un baño de gata, que parecía que el periodista bañaba a una gata) se ha ido a Quito, donde la han hecho doctora honoris causa justo cuando aquí se debate si las universidades privadas imparten estudios o sólo venden títulos, si son paraninfos o chiringuitos. La verdad es que nuestra universidad pública también ha sido siempre un chiringuito, con sus herencias maestrodiscípulo y sus estirpes sanguíneas o políticas casi florentinas. En realidad, un país chiringuitero siempre va a dar chiringuitos, sin importar si la titularidad es pública o privada (ahí está Begoña con su cátedra de dómine, ganada como entre paseos por Fitur), con la diferencia de que el chiringuiteo público lo pagamos todos. Pero eso, si Sánchez está en China con cesta de chorizos o Ayuso está en Ecuador como perchero de tuno o como vendedora de libertad, como aguadora de cervezas, es lo de menos cuando se trata de no estar.

Sánchez huye de Ábalos como del Súper, Ayuso huye del novio como del Fisco, y no sé si será intencionado pero yo creo que hay algo de instintivo en ese quitarse de en medio yéndose a otro hemisferio o a otra guerra. Es cierto que estas escapadas mezclan convenientemente la emergencia mundial o el prestigio mundial con el jet lag, y el lost in translation con hacerse el sueco, y eso es algo como la total y maravillosa internacionalización del escaqueo, aún más español que la internacionalización del jamón o de la bulería. Sin embargo, yo creo que es algo totalmente innecesario. Todavía mejor que irse a las antípodas geográficas o simbólicas, mejor que fingir que uno está muy ocupado recibiendo empresarios, ramos, cocos y medallones peroleros, como de mesonero castellano; mucho mejor, ya digo, es confiar en el olvido del españolito, en el aburrimiento del españolito, en la pereza del españolito.

Sánchez se va a una China como de Enrique y Ana, Ayuso se va a un Ecuador que parece de Lavapiés, sin alejarse en realidad porque no hace falta, ya nos alejamos nosotros solos de lo que pasa cada día, olvidándolo o justificándolo. No nos olvidamos de lo que pasa aquí porque Sánchez se coja ese Falcon suyo que yo creo que debería tener pintadas llamas en las turbinas, como esas llamas que se pintan en las llantas los horteras. No nos olvidamos de lo que pasa aquí porque Ayuso se vaya a hacer de fallera de las libertades, como un Estatua de la Libertad con enagüilla de cristo. Ni siquiera nos olvidamos de lo que pasa aquí porque ahora todo sea la guerra de Trump y el culo de Trump que hay que besar como un pilón dorado o patear como un balón dorado. Aquí ya nos olvidamos de las cosas sin más, de las más graves, de las más obscenas, de las más dolorosas, de las más evidentes, sin que nos tengan que montar una feria del poncho ni un año nuevo chino.

Sánchez seguro que ha ido a China a hacer geopolítica o montaditos, y Ayuso seguro que ha ido a Ecuador a hacer apostolado del liberalismo cheli y a sentar cátedra en su sillería de maja. Ir tan lejos para despistar o disimular sería no conocer al español, además de malgastar un dinero del contribuyente que podría terminar en un chispero, en una querida, en una mordida, en un aguililla o incluso en un verdadero servicio público.