China impondrá un arancel del 125% a los productos de Estados Unidos que entren a China. Antes de nada, para entender la respuesta de China a los aranceles del presidente Donald Trump debemos fijarnos en su retórica política. La revolución comunista no nació con la Larga Marcha, ni con la Revolución de 1911. La revolución nace con los levantamientos populares de 1840, en la primera Guerra del Opio, tal como indica el monumento a los Héroes del Pueblo de la Plaza de Tiannanmen. Este hecho ayuda a entender porque no hay un amedrantamiento frente a los aranceles de más del 100% que propone la Casa Blanca: desde hace casi una década las exportaciones de China hacia los Estados Unidos han disminuido, y ahora no llegan al 15% cuando hace pocos años eran del 20%. 

El actual gobierno de Pekín, además, se considera continuador de la administración imperial y de la administración republicana, y por eso no le tiene miedo a las consecuencias de los aranceles. Han pasado por cosas peores, y siempre han salido adelante. Esta mentalidad es la que provoca que directamente el gobierno chino haya anunciado que ignorará toda nueva medida que provenga de la Casa Blanca, después de anunciar esta medida de incrementar de nuevo los aranceles. Juega a favor del gobierno chino su mayor estabilidad económica, comercial, industrial y política. Es una carta que también juega Canadá en muchos aspectos, frente a la inestabilidad económica de Trump, el primer ministro Mark Carney ya se ha abierto a negociar con la Unión Europea nuevos acuerdos comerciales.

Hemos de ser conscientes que cuando viejos rivales económicos y políticos como Japón, Corea del Sur y China, con tensiones constantes económicas y políticas entre los tres, cierran un acuerdo comercial para contrarrestar la inestabilidad económica que generan los Estados Unidos en la región, es que hay cambios. En otro encuentro histórico, la Unión Europea y China parece que buscarán un acuerdo sobre el precio mínimo para los vehículos eléctricos chinos, y así acabarán con las tensiones económicas al respecto.

Como se puede ver, la tormenta Trump tiene como consecuencia que las asperezas entre grandes actores económicos se resuelvan. Ha generado tal situación que incluso diferentes cuentas gubernamentales chinas, incluso la de la embajada de China en Estados Unidos, difundían discursos de Ronald Reagan a favor del libre comercio.

La política de cero aranceles no es nueva tampoco, y es una de las líneas diplomáticas de la administración de Xi Jinping. Gran parte de la expansión económica china en África es de acuerdo con acuerdos comerciales sin aranceles, de la misma manera que con diferentes países de América Latina busca el mismo objetivo.

Desde la guerra entre Vietnam y China de 1979, que duró menos de un mes, China no ha entrado en conflicto militar abierto con nadie, y desde entonces, todo se centró y se ha centrado en la expansión comercial. Por esta cuestión, la economía china está preparada para resistir los embates económicos de Estados Unidos, no solamente porque es parte minoritaria de sus exportaciones, sino se están abriendo nuevos mercados con otros países.

El hecho de que la Unión Europea también haya apostado por establecer aranceles a las importaciones norteamericanas como respuesta, sitúa en el mismo lado a China, India, Japón, Corea del Sur, la Unión Europea, Canadá y México. De la misma manera que los aliados norteamericanos de Oriente Medio parece que se acercarán cada vez más al Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, uno de los brazos de China en el exterior, pues a pesar de que hay excepción en la importación de petróleo, la inestabilidad generada por los aranceles lo ha hecho caer de valor.

Y sí, a pesar de que haya noventa días de pausa a los aranceles, salvo hacia China, el sector económico no cree que sea sinónimo de estabilidad. Como consecuencia de ello, el mercado financiero sigue a la espera que la administración Trump defina su estrategia comercial al respecto para poder invertir con seguridad donde se estime.

Las políticas comerciales de Trump, a pesar de que buscan castigar a China, pueden acabar teniendo el efecto contrario"

En conclusión, China no teme a una guerra comercial con los Estados Unidos, y no solamente esto, sino que sabe que la inestabilidad que provoca Trump en el terreno político y económico es un hecho que le favorece. De la misma manera que las amenazas militares de Putin contra la OTAN ayudaron a que Finlandia y Suecia entraran en la Alianza Atlántica, las políticas comerciales de Trump, a pesar de que buscan castigar a China, pueden acabar teniendo el efecto contrario. Buen momento para recordar aquel antiguo refrán de "siéntate en el umbral de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo". China parece ser que ha ido a por sillas.


Guillem Pursals es doctorando en Derecho (UAB), máster en Seguridad (UNED) y politólogo (UPF), especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Aquí puede leer todas sus columnas en El Independiente.